74 Festival de Cannes

Tatiana Huezo se hace con la Mención Especial del Jurado por su ficción "Noche de fuego"

La mexicana Tatiana Huezo debuta en la ficción con "Noche de fuego" (2021), estrena en Un Certain Regard, en la recta final de Cannes, y se lleva la Mención Especial del Jurado.

Tatiana Huezo se hace con la Mención Especial del Jurado por su ficción "Noche de fuego"
Noticine-EscribiendoCine
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viernes 16 de julio de 2021

El film, protagonizado por Mayra Batalla y Guillermo Villegas, es una historia de amistad, amor y lealtad desarrollada dentro de un contexto de violencia, y protagonizada por niñas (seleccionadas entre 800 candidatas). Rodada en Neblinas, y Landa de Matamoros, un pequeño poblado en la sierra Gorda de Querétaro, la película narra la historia de amistad entre tres niñas que viven en un lugar en el que es peligroso crecer siendo mujer.

¿Cómo te sentís en este Cannes postpandémico?
Muy privilegiada y profundamente agradecida. Haber llegado a Cannes después de esta situación, es como un milagro, un enorme regalo de la vida. Y también la cosecha de un arduo trabajo de tres anos de no parar, de estar todo el tiempo sumergida en este proyecto, un trabajo brutal, con un equipo que me acompañó y me respaldo en todo momento.

¿Tres años dedicados a la investigación?
De proceso creativo, sin parar. Primero fue la escritura del guion. Luego el proceso de casting que duró casi un año. En realidad el casting comenzó un poco antes, buscando a las niñas protagonistas que son seis. Pero tenían un nivel de dificultad muy importante porque son tres protagonistas a los 8 anos y, luego hay un paso de tiempo de cinco años, y son ellas mismas pero a los 13. Cinco anos después. Entonces había que buscar a las tres pequeñas y a sus clones adolescentes, que debían ser idénticas. Y para mi era muy importante que fueran del ámbito rural, niñas del campo. Yo quería que anduvieran descalzas, que se treparan en los arboles, que se aventaran al rio helado.

Muy genuinas…
Exacto. Que pertenecieran a este ámbito rural, que tuvieran contacto con el ganado y no les diera miedo. No veía la manera de trabajar con niñas actrices de la ciudad. Entonces empezamos a buscar en muchos pueblos de México, en muchas montañas, hasta que las encontramos. Luego hubo un trabajo muy fuerte de preparación, con un taller que duro casi tres meses, en donde tuve la fortuna que me acompañara Fátima Toledo, como una Chamana, como una bruja hermosa, de la que aprendí muchísimo y que las preparo física y psicológicamente para resistir un rodaje de 9 semanas, nada fácil. Hacia mucho calor, en un lugar muy lejano, fuera de sus casas.

En efecto, la dirección actoral suele ser complicada. ¿Cómo fue trabajar con estas muchachas tan jóvenes?
Fue un reto. Porque es una producción enorme, muy compleja, con efectos visuales especiales. Éramos mas de cien personas de crew, en el fondo esto me daba terror. Yo sabia. Pero me decía siempre que no importa que se caiga el mundo, lo único que no se me puede ir de las manos es la interpretación. El corazón de esta película esta ahí en estas niñas, en su mirada, en su forma de sentir y de transmitir. Estuve muy concentrada en eso. El taller fue muy importante. No hubo nunca una lectura de guion, por ejemplo. El casting en este sentido fue fundamental, era una entrevista, que es algo en lo que soy experta. Yo necesitaba saber quienes eran, su vida cotidiana, sus afectos, sus pesadillas. Trabajamos con juegos, ensayos en el taller y generábamos ciertas situaciones de la película a partir de experiencias personales de ellas. Nunca supieron que había detrás de cada escena, sobretodo las pequeñas. No era necesario, tampoco lo iban a entender. Y para mi era mas importante partir de sus propias identidades. Iban a ser infinitamente mas ricas así a que yo le indicara como eran sus personajes y las situaciones por las que iban a transitar. Las hubiese limitado. Sentía que eso hubiese empobrecido mucho a los personajes. Fue un proceso muy libre, muy sensorial, muy emocional. Fue fundamental que llegaran los actores profesionales. Por ejemplo, Mayra Batalla, que es el personaje protagónico –la mama de Ana- , Tere Sánchez, Guillermo Villegas, Norma Pablos. Un equipo de actores profesionales de primer nivel que entregaron su alma y que abrazaron el proceso creativo por el que estaban circulando. El trabajo de los actores fue impresionante y todos tenían que reaccionar de forma inmediata, con su instinto. Siento que de eso esta llena la interpretación de esta película. Cuando llegamos al pueblo, recuerdo que Mayra me decía que quería leer el guion para prepararse. Pero le dije que su trabajo iba a ser de investigación: métete con tu vecina local, come con ella, hazte su mejor amiga, fíjate como habla con su marido, que esta en otro lado, porque esto es Pueblas.

Es decir, ¿hubo mucho aporte por parte de los actores?
Sí, su personaje terminó de construirse allí. Ella se mimetizó, se volvió parte de esta comunidad. Hizo un trabajo muy fuerte en este sentido. Así que siento que todos estos elementos forman un gran universo que se ve en la película. También eso de estar aislados por 9 semanas en este pueblo en medio de la nada, sin hoteles, sin internet, sin cobertura telefónica. Aunque fue una locura, me sentía como Herzog, cruzando un barco gigante. Todas estas dificultades nos hicieron pegarnos un clavado de lleno en la película y quiero saber que eso se ve, que esta en la pantalla.

Se siente siempre una angustia, un miedo latente durante toda la película. Como ha sido tu transición del documental a la ficción? ¿Hacia qué genero te vas a enrumbar a partir de esta experiencia?
Me siento muy feliz de haber hecho esta película. Salí muy fortalecida después de este proceso y me siento muy libre para poder transitar entre un genero y otro. Yo amo hacer documentales y necesito muchas veces pisar tierra y entrar en la vida de los otros. De eso me nutro, ese es mi alimento, de observar la vida con sus pequeños detalles. Desde ahí le entré a esta nueva forma cinematográfica para mí desde lo que conozco. Fue un gran desafío, con una crew de 100 personas cuando son 15 años que trabajo solo con siete, que han sido mi equipo desde mis dos películas anteriores y mis cortos. Aquí hay muchos departamentos nuevos y muy especializados, como el de maquillaje, de vestuario, dirección de arte, que para mí eran como un ejercito, comandados por Oscar Tello, que fue también el director de arte en Roma. Un equipo de 15 personas como carpinteros, utileros, pintores que crearon minuciosamente cada detalle. Muchos escenarios se crearon desde cero, tiramos muros y levantamos paredes. El Jaripeo, que es esta fiesta enorme que hay en la película, esta creada de la nada. Como el campo de amapolas, cada planta esta sembrada, generada en este lugar. Fue un viaje fascinante y me enamore. Me veo haciendo documental y ficción a la par, sin ningún problema.

¿Ya estás trabajando en su siguiente proyecto? ¿Será ficción o documental?
Estoy empezando una nueva película documental que se llama El eco, que también se ubica en el universo de la infancia, en un pueblo lejano. Soy adicta a ellos, no se por qué. Sigo indagando en qué significa crecer y cómo es el eco de los padres en los hijos, lo que han sembrado en nosotros para toda la vida, mas aún en este momento tan particular de la vida. Es un rodaje con personajes que están también envueltos en un entorno físico, por el paisaje, por el clima, el cambio de las estaciones que está muy marcado. Son elementos fundamentales que están muy marcados en esta historia. Y también estoy comenzando a dibujar el siguiente guion de ficción. Es decir, la pandemia, que nos ha cambiado tanto, me ha ayudado a centrarme totalmente y a trabajar fuertísimo. Estoy con estos dos proyectos a la vez.

¿La pandemia te ha llevado a sentir mas inspiración artística?
Sí. Ha sido un tiempo muy duro que nos detuvo en seco a todos. Hemos todos perdido a gente muy querida, ha sido un golpe al alma, a nuestra vida cotidiana, por un lado. Por otro lado, a mí me obligó a parar en casa. Llevaba años sin hacerlo. Esta ha sido una película con muchos coproductores, y en la última etapa de la coproducción estuvimos varios meses en Brasil. Y, de repente, en seco, hubo que estar en casa, con la familia, con mi hija y con mi compañero, con quienes hacía mucho tiempo que no estábamos juntos. Me dediqué a podar el jardín, me puse a sembrar plantas con mi hija. Fue un viaje también muy bonito hacia la familia, hacia lo íntimo.

¿Una especie de inyección de humanidad?
Totalmente. Y me abrió un espacio muy generoso para ponerme a trabajar en el papel. Y a imaginar y a volar con lo que sigue.

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