El director del documental “Mapa de Sueños Latinoamericanos” estrenado en el Malba

Martin Weber: "Es muy importante escuchar la vivencia del otro"

Para este artista multimedia -pero más destacado como fotógrafo- su debut como director no podía ser más auspicioso. Y por sobre todo tan sencillamente directo para mostrar la topografía humana de muchos pueblos latinos.

Martin Weber: "Es muy importante escuchar la vivencia del otro"
martes 27 de julio de 2021

Aunque se lo considera un cineasta multimedia argentino, Martín Weber nació en Santiago de Chile el 1° de diciembre de 1968. Entre 1992 y 2017, o sea 25 años que abarcan el inició de su primer viaje a fotografiar habitantes de América Latina para completar un libro titulado Mapa de Sueños Latinoamericanos, y la última toma de la filmación en un segundo largo viaje, del documental titulado Mapa de Sueños Latinoamericanos. Si le sumamos los años de preparación y la postproducción del film, hablamos tranquilamente de tres décadas. Más de la mitad de su vida entregada a este largo proyecto y más que nobles productos finales. Con Mapa de Sueños Latinoamericanos –que sigue hasta fin de mes en el Malba, y que pronto estará en la Plataforma Cine.ar- tiene por delante una nueva lista de festivales donde podrá por fin su director hacerse presente en dichos certámenes. Es que hasta ahora siempre tuvo que conectarse virtualmente con ellos y recibir los premios vía zoom. A saber: Mejor Documental en el Festival de Cine Latinoamericano de Toulouse (Francia); Mejor Documental en el Seattle Latino Film Festival (Estados Unidos); Mejor Largometraje Documental Internacional en Ícaro - Festival Internacional de Cine en Centroamérica (Guatemala) y Mención Honorífica en Festival Internacional de Cinema de Brasilia (Brasil). EscribiendoCine mantuvo con él una entrevista exclusiva. 

Un primer viaje fue con fotos fijas y en blanco y negro. El segundo viaje ya fue cinético y en colores. ¿Crees que los contrastes son solo eso, o has percibido otros cambios?
Hay otros cambios. Si hay otro factor que es el tiempo. El tiempo es uno de los elementos claves que no solo separa una etapa de la otra, sino que funciona en cada uno de los medios en sí mismo. El tiempo de la fotografía es distinto al tiempo de la filmación. La idea de que la película comienza con esta cita a Rodin de que la fotografía miente porque el tiempo no se detiene. Y de alguna manera en esta segunda etapa eso es lo que se desarrolla tanto en cada una de las historias de las personas como en la mía propia, no somos los mismos que estábamos en esa performance en ese momento de la fotografía, como los que nos volvemos a reencontrar, sino también hay un cambio en cómo funciona ¿no? El cine tiene su tiempo propio y no hay manera –salvo ahora con la pausa y el play- de cambiarle la duración en la forma de experimentarlo. 

¿Cómo y cuándo te apareció la idea del libro de fotografías?
Tengo bien claro que este proyecto nace como idea o como intención durante mi adolescencia. Llego al colegio en Buenos Aires en medio de la transición la última dictadura militar y la democracia, momentos en los que realmente se estaba recobrando la libertad de expresión, y esto es algo que todos nosotros no tenemos que olvidar de lo importante y lo significativo que es eso. En esos momentos hay algo claro y es que debatíamos en los recreos algo que estaba candente y que era la Revolución Nicaragüense y me pasó como una epifanía muy clara por la cabeza. Una fue darme cuenta que las imágenes que ilustraban esos acontecimientos, por lo general, habían sido hechas por norteamericanos o europeos. Y la otra es que yo, la verdad, estaba repitiendo información en que yo no había estado y que no conocía a nadie que hubiera estado en ese lugar. Y ahí se siembra realmente este comienzo, esta semilla de decirme: quiero ir y quiero recobrar testimonios directos. 

¿Y cómo encarás esos deseos con tus posibilidades de concretarlos?
Pasan los años y empecé a adquirir oficios y a estudiar: fotografía, dibujo, teatro, actuación. Y también empecé la carrera de Licenciatura en Artes donde me encontré con textos teóricos, que me sirven para entender la cuestión de identificación y distanciamiento. También en ese momento me cuestiono de cómo aparecen las fotografías en los medios, con un epígrafe que está colocado a distancia y tiempo diferente al momento en donde alguien, de alguna manera, cedió su imagen, ¿no? Esto era a principios de los noventa y yo quería deconstruir la práctica documental fotográfica en sí. Y me empiezo a preguntar por esto de cómo empoderar -una palabra que ahora está tan de moda, pero antes casi no se usaba. Entonces en lugar de "tomar" una foto, por qué no crearla en colaboración. Realizo acciones como registro fotográfico que en realidad importa la valoración del momento del encuentro, por sobre el registro final. Yo encuentro que forma y contenido se alteran y se modifican mutuamente. Pero no solamente a nivel estético o visual,  me doy cuenta que la manera en que voy a hacer lo que quiero hacer va a ser parte del contenido de lo que se va a generar. Por eso quiero generarlo en colaboración y utilizo una cámara de tipo antigua de placas, donde me desprendo de la cámara y recupero eso de mirar a los ojos a quien voy a retratar. Ellos me observan tanto como los observo yo. Y nos permitimos tomarnos ese tiempo. 

Y además son lo que aportan el texto...
Claro, el texto lo ponen ellos. Y ahí surgía la pregunta ¿Qué texto van a poner? Y ahí surgía la idea del sueño o el deseo... Alguien dijo que la fotografía convertía todo en pasado. Yo me preguntaba como incluir pasado, presente y futuro. Entonces la idea de preguntar por un sueño me llevaba a invitar a quien participaba a recorrer su vida  hasta ese momento, expresarlo en ese presente, pero proyectarnos a futuros posibles. 

Cuando nace el proyecto de viajar para hacer las fotos, obviamente no había un proyecto posterior para hacer una película.
¡Nooo! A mí me lleva dos años poder concretar este proyecto. Pienso y digo: lo voy a hacer en una pizarra. ¿Y por qué? Porque en una pizarra y con una tiza aprendí en el colegio a nombrar el mundo exterior. Entonces porqué no aplicar lo mismo para nombrar algo interior, algo que es invisible a la cámara y al ojo con esa misma materialidad. Por lo que viví y sentí y por la devolución que tuve con los que fotografié, una de las intenciones sin duda fue la de mantener y recobrar un alto grado de dignidad en las personas. Además creo que el corazón de este proyecto fue la confianza mutua. 

¿Todo ese primer viaje lo hiciste solo? ¿Quién lo financió?
Si estaba solo, prácticamente. Y llevó tantos años realizarlo porque justamente tenía que moverme según los recursos que contara para viajar y subsistir. Conseguí una Beca de la Fundación Guggenheim. Cuando arranco con Latinoamérica, pues estaba en otro proyecto que era solo de Argentina, fue darme cuenta de que tengo que leer, que tengo que investigar, hacer contactos con periodistas, con ONGs. Era la época del fax o de levantar el teléfono y preguntar: “Che ¿conocés a alguien en Nicaragua? ¿Conoces a alguien en Perú, en Brasil?”. Además tuve que empezar a elegir pueblos o ciudades que tuvieran alguna relevancia directa, acontecimientos importantes en relación a la historia reciente de cada uno de esos países.  

¿Y donde fue que tuviste más inconvenientes para hacer fotos y luego filmar? ¿En algún momento corrió peligro tu vida?
Mientras que en algunos países no tuve problemas en algunos se hizo muy difícil. Es el caso de Colombia. Hay lugares en donde sino tengo contactos directos, me matan prácticamente. Yo llegué a viajar con un activista de Derechos Humanos que íbamos en un coche y él iba con una pistola. La primera vez que fui fue así y cuando volvimos la segunda vez viajamos en un auto blindado. Estábamos filmado la imagen en el caño de una bicicleta, esa que dice “Cárcel o Muerte”, y me dice mi guía, “mirá no vayas para allá que a dos cuadras te pueden pegar un tiro” (¡!!). 

Una de las personas que fotografiaste dice: “No hemos progresado, tan solo sobrevivimos”. ¿Pensás que es una imagen coyuntural de Latinoamérica o con sus altibajos, es un sino invariable?
Creo que es una frase que es emblemática en la que muchos se pueden ver tanto identificados como incluidos. Creo que la constante de crisis políticas, económicas y las que pasamos con conflictos militares, nos han llevado a esto: llegar a fin de mes parece el gran éxito que tenemos que planear cotidianamente. Y eso nos quita a muchos la posibilidad de poder planear a un futuro más lejano. No creo que es la única, en contraposición me parece que la experiencia zapatista es como muy iluminadora en tomarse el tiempo, y tomarse los distintos momentos para replantearse un futuro distinto y mejor. 

¿Cómo fue convencer o interesar a cada personaje para poder hacer esa foto? ¿Una hora, un día, una semana? 
Tengo que volver a recalcar. A mí me llevó veinte años hacer las fotos, y diez años hacer la película, en parte también por eso. Es que tuve que hacerme estas preguntas: “¿Cuántas veces realmente alguien te pregunta qué es lo que querés?”. “¿Y cuántas veces realmente está dispuesto a escucharte?” Y creo que allí con esta segunda pregunta está la clave de por qué el 99% de la gente me dijo que sí. Te digo, para mi total sorpresa. Pensá que yo no sabía lo que sacaba, eran las placas grandes y no estábamos aun en la era digital. Yo intuía lo que había sacado. Te cuento que en general yo tenía un mes o un mes y medio, con mis recursos, para estar en y “representar” un país. Entonces esas conexiones eran vitales. Y alguna vez me ocurrió que me quedaba sin placas de película para las fotos. 

¿Cómo evaluaste la posibilidad de no poder encontrar a cada personaje que fotografiaste la primera vez para filmarlo en el segundo viaje?
En todo el proyecto estaba previsto que no podríamos encontrar a algunos. Entonces buscamos la manera de dar testimonio de lo que significaba ese sueño en el momento que se produjo esa acción anteriormente, esa pregunta un sueño o un deseo, y el momento del regreso. Gran parte del proyecto en este regreso, el segundo viaje, era el de dar cuenta de los cambios sucedidos a nivel personal como a nivel colectivo, entre que se hizo el registro fotográfico primero y segundo el regreso. 

Entre los rubros técnicos en el film además de los distintos DFs, sin duda sobresale la edición.
El trabajo de editar y compaginar de Valeria Racioppi es prodigioso. El trabajo de ella, además del específico de editar, ha sido de una colaboración fundamental. Ella además armó las bases de lo que son sonidos y otras cosas. Y cuando le paso los temas de Gustavo Santaolalla, me dice “es increíble lo de Gustavo, lo movés de una escena e igual cae bien. Tiene un oficio!”

A lo largo de estos 25 años y luego de esta experiencia de recorrer vidas, incluso la tuya, ¿Qué sentís que cambió en vos de manera esencial?
Creo que la perdida de la ingenuidad. No es que soy menos idealista o menos romántico. Creo que una de las cosas que la experiencia y el tiempo, y el contacto y el escuchar las historias de mucha gente y sus experiencias vividas en carne propia me dieron esta perspectiva de entender o por lo menos de comprobar que los ciclos de violencia no son caprichosos. Tiene un contexto y un origen, y en la medida que seguimos replicando la manera en que hacemos las cosas no nos podemos después sorprender cuando después las consecuencias son las mismas. Creo que por otro lado una de las cosas que me dio el trabajo, no es un cinismo sino al contrario, encontrarme que la cantidad de gente que se acerca al proyecto que le interesa y queda conmovida al escuchar los testimonios, me da muchas más esperanzas de pensar que de alguna manera podemos volver atrás y cambiar esa condiciones para generar un mundo mejor. 

¿Tus próximos pasos son con documental o con ficción?
Estoy con dos guiones. Y me voy a lanzar a la ficción. Uno tiene que ver con historias en la frontera al sur de Estados Unidos, basadas en situaciones que fui testigo, literalmente en una historia que me enfrenté en un viaje que yo hice a los veintipico justo antes de comenzar los viajes por el Mapa... o comenzando justo. Hice un viaje solo en ómnibus todo por el sur de Estados Unidos hasta California. Llegué, estuve un día y me volví. En este caso transcurre del otro lado, o sea en México. Me interesó ahondar en todas estas historias de la cultura latina.  Y el otro guión tienen que ver con enfrentamientos en esta ciudad (Buenos Aires). Es una especie de policial, donde hay una investigación donde se trata de entender una situación extrema y donde se van contando las distintas perspectivas de cada uno de los personajes. Basado mucho en toda esta información que tengo de la experiencia, digamos, de la vida cotidiana de la calle. La de acá tiene que ver un poco con la Villa 31 o puede ser otra villa no en particular, pero el encuentro con “la otra ciudad”. Como dos ciudades se encuentran en una situación extrema. 

9.0
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