Protagoniza la nueva película de Marco Berger

Bruno Giganti detrás de un “agitador” que oscila entre el deseo, el misterio y la violencia

“Fue muy rico decir 'Mirá todo lo que tengo' -que elijo no llevar en mi personalidad-, y ponerlo en juego”, reveló el actor en una entrevista exclusiva con EscribiendoCine.

Bruno Giganti detrás de un “agitador” que oscila entre el deseo, el misterio y la violencia
Bruno Giganti PH Gastón Frías
Bruno Giganti PH Gastón Frías
miércoles 31 de mayo de 2023

Tal como alude su título, la nueva película de Marco Berger, Los Agitadores (2023), resulta una experiencia cinematográfica movilizante, tanto para los espectadores que son sacudidos por las violentas acciones e interacciones de los controversiales personajes, como para los actores que fueron atravesados por las emociones y las ideologías de los sujetos ficticios. Uno de los intérpretes protagónicos es Bruno Giganti, que transitó distintas transformaciones hasta convertirse en Nicolás: a nivel físico, entrenó con constancia y rigurosidad y, a nivel psíquico, buceó en zonas de oscuridad. “Tuve que ver dónde estaba el odio, el miedo y la sexualidad en mí”, reflexionó.

ESPERAR EL MOMENTO

El verano argentino, la Navidad y el Año Nuevo son el marco para la reunión de un grupo de amigos adinerados, que se extiende a lo largo de varios días, a pura euforia y fiesta, en la casa de uno de ellos. Desde las primeras horas de la mañana hasta las últimas de la noche son característicos los juegos payasescos y sexuales, así como también las muestras de afecto que, de repente, se convierten en situaciones violentas. Dentro de ese conjunto, se encuentra Nicolás, un joven agresivo, impulsivo e inseguro, que es interpretado por Bruno Giganti.   

“Che, ¿cuándo laburamos juntos?”. Esa era la pregunta que, años atrás, se hacían Bruno y Marco en cada oportunidad que se encontraban. El actor, que hoy tiene 29 años, conoció al cineasta cuando tenía alrededor de 23, tomó clases con él, pegó buena onda, e incluso ensayó una obra de teatro en su casa (Los enanos de Martin Deus). Tiempo después, a la salida de un espectáculo, Berger le planteó a Giganti: “¡Estás más grande! Ahora podés hacer al líder de una banda de gente mala”. La idea no solo quedó resonando entre ellos, sino que, además, en cierto sentido, fue una premisa para lo que, luego, sería el filme Los Agitadores.

Si bien el director ya había expuesto la idea de un conjunto de varones de vacaciones en Taekwondo (2016) -que codirigió con Martín Farina-, un hecho bisagra para la construcción del universo en el que se sumergen los personajes de Los Agitadores fue el asesinato de Fernando Báez Sosa, en Villa Gesell, por parte de un grupo de rugbiers (enero 2020). A partir de allí, ahondó en las contradicciones presentes en muchos conjuntos de amigos, sin intención de representar el trágico hecho verídico, sino con la finalidad de abordar la violencia y el deseo sexual reprimido.

“Llegó la pandemia, Marco escribía y yo lo manijeaba. El mundo de la película era la violencia, el rugby, la clase alta, el machismo. Armó el elenco y nos conocimos todos por Zoom, donde tomábamos birra, jugábamos, charlábamos, íbamos conformando la grupalidad necesaria para sostener la historia. Cuando se abrió el mundo de vuelta, a finales del 2020, nos empezamos a juntar. No hubo ensayos presenciales, sí una construcción de la grupalidad, de manijear y de hablar como los personajes, que están todo el tiempo jodiéndose y puteándose, así iban entrando en nuestras vidas. Se creó la atmósfera y, en abril de 2021, filmamos”, recordó Giganti.

El guion resulta una de las guías principales para todo actor en un proyecto cinematográfico, sin embargo, en Los Agitadores había una particularidad. Al respecto, el protagonista recordó: “Marco escribe los guiones para él, sabe lo que va a filmar y no le interesa que ese guion lo lea otro director para filmarlo. Entonces, cuando lo leí, no entendí nada, eran amigos pegándose y jugando todo el tiempo, pensaba cómo se construía la trama y cuál era el conflicto. Hasta que nos explicó, fui entendiéndolo y descubriéndolo. Él monta la escena en el momento, es decir, agrega textos, cambia cosas, y hace que tenga sentido al filmarla. En mi caso, al haber tomado clases previamente con él, ya lo conocía dirigiendo, entendía su cine, sabía por dónde iba. Además, es muy resolutivo, por lo que no hubo muchas tomas. Trabaja mucho con lo que hay, por eso no ensaya, no quiere que el actor llegue a algo, quiere que el actor esté ahí y suceda”.  

DEBAJO DE LA CORAZA

Para la construcción de su personaje en la ficción, Bruno se basó en la figura de uno de los rugbiers que asesinó a Báez Sosa. No lo conocía personalmente, pero sí estaba al tanto de lo que éste había hecho. Para alcanzar el cuerpo de un deportista de dicha especialidad llevó adelante un duro entrenamiento físico diario, además de controlar su alimentación y no tomar alcohol. Mientras que, para trabajar el aspecto psíquico de su papel, buceó en zonas de oscuridad. Y esa indagación se potenció por su soledad en el contexto del aislamiento social, preventivo y obligatorio.   

¿Qué sucedería si el actor tuviera la posibilidad de verse en la vida real con su personaje? Ante esta pregunta, Giganti respondió: “¡Sería loco encontrármelo! Sin dudas, me daría bastante miedo, por momentos me parece tenebroso y oscuro. No sería amigo de Nico, para nada, sí lo trataría con respeto por miedo a que me hiciera algo”.

Y, a continuación, reflexionó sobre la experiencia de interpretar a una persona ficticia que, por sus acciones y pensamientos, está muy lejos suyo. “¡Está buenísimo! También es más fácil crearlo. A veces, cuando tenés que hacer un personaje que te queda muy cerca, te relajás y decís '¡Este soy yo!'. Después, lo vas a hacer y no tenés ni idea cómo es, porque lo subestimaste pensando que eras vos, y en realidad no, hay que construirlo. Esta idea de un rugbier, machirulo, violento, que engaña a la novia, me quedaba súper lejos. Fue muy rico decir 'Mirá todo lo que tengo' -que elijo no llevar en mi personalidad-, y ponerlo en juego”.

CONVIVENCIA DELANTE Y DETRÁS DE CÁMARA

Aunque el relato transcurre en verano, el rodaje del largometraje se desarrolló durante el otoño del 2021. Pero, a raíz de las sorpresivas temperaturas altas de esa época, el reparto pudo trasladarse fácilmente a la estación narrada. Durante alrededor de dos semanas convivieron conservando la 'burbuja sanitaria' en una confortable casona de Capilla del Señor (Exaltación de la Cruz). En cuanto a Bruno, las noches de jueves a domingo abandonaba el domicilio/set para hacer funciones de una obra en el Teatro Nacional Cervantes, lo cual le generaba un gran estrés, ya que debía evitar contagiarse de COVID (en uno de los picos de contagios de la pandemia) para poder continuar de forma fluida en ambos proyectos.

A lo largo de las jornadas, que abarcaban las filmaciones desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde -aproximadamente- y los tiempos libres, el elenco compartía todas las instalaciones de la vivienda, como baños, habitaciones y camas. Más allá de la intensidad de la convivencia, no hubo rispideces entre los miembros, de hecho, la unión ayudó al grupo para el rodaje. Éste llegó con mucha energía al set, sobre todo por estar tanto tiempo en pausa por la emergencia sanitaria. 

“Nos conocimos un montón, no parábamos de crear, había escenas que surgían de improvisaciones, y Marco estaba como un búho observando todo lo que pasaba. Al finalizar cada jornada, íbamos con la computadora a una sala oscura y veíamos el material filmado ese día, que es algo que nunca pasa. Por lo tanto, sabíamos qué funcionaba y qué no, nos editábamos todo el tiempo, y llegamos a las últimas jornadas muy finos”, destacó el intérprete.

En el desarrollo de las escenas hay múltiples desnudos e interacciones entre los cuerpos de los actores, aunque esto no fue un obstáculo para ellos. Sobre esta cuestión, Bruno compartió: “En ningún momento nos preguntábamos si estaba bien o mal, era tal la grupalidad y la confianza entre nosotros que filmamos en bolas la mitad de la película, sin juzgarnos. Incluso me sentía más expuesto cuando estaba vestido y tenía un primer plano encima. El cuerpo es un mapa muy sensible, y no generó heridas, eso me sorprendió, nunca había hecho desnudos”.

En sintonía con los desafíos al encarar el rodaje, uno de los retos era que la 'manija agitadora' del equipo no se tornara algo muy teatral, es decir, que cuando Berger pusiera la cámara frente a los personajes no quedaran actuaciones exacerbadas. Para lograrlo, siguieron atentamente las indicaciones del cineasta, quien también les señalaba cuándo se trataba de determinado tipo de plano y cuánto necesitaba que hicieran dentro de él.

“Para actuar algo hay que verlo, entenderlo, no juzgarlo, y ser eso. Para llegar al punto de pegarnos, putearnos y escupirnos, tuvimos que entender el proceso inverso. Entendimos que estos tipos son unos machirulos y vimos en nosotros dónde estaba el machismo, cómo nos comportamos en sociedad con otros varones, y cómo tratamos a las mujeres. Tuvimos que analizarnos, ver primero qué hacíamos nosotros para, después, ver cómo hacían estos personajes en sus vidas. En ese sentido, fue de mucha enseñanza la peli, muy reveladora en muchos aspectos. Obvio ninguno llegaba al punto al que llegan los personajes, pero sí veía los micromachismos, todos tenemos todo en diferentes intensidades. Tenía que ver dónde estaba el odio, el miedo y la sexualidad en mí”, describió el actor detrás de Nicolás.

IDEAS EN JAQUE

Así como muchos espectadores pensaron alrededor de diferentes tópicos tras ver Los Agitadores en el marco de su estreno internacional en el 56º Festival de Cine de Karlovy Vary (República Checa), o en su debut nacional en el Festival de Cine LGBTIQ+ Asterisco, Bruno también reflexionó a partir de las cuestiones abordadas en el largometraje. Si bien él no jugó al rugby ni se educó en ese contexto, conoció a personas que sí lo hicieron.

Giganti nació en 1993, por lo que fue criado en una sociedad muy patriarcal. Jamás vivió la violencia del filme, pero, con el paso del tiempo, cuando arrancó a estudiar actuación y a deconstruirse, se pudo alejar un poco de ese mundo en el que creció, y así entender. “Cuando uno es más adolescente, tiene ese clan, yo lo tuve, no de esta forma, pero sí estaba lo colectivo, eso de querer pertenecer”, señaló.

Por otro lado, en base a la dinámica del grupo de personajes, consideró: “En menor o mayor grado, contenemos, apretamos y seguimos, la vida te lleva para adelante. En la peli se ve mucho eso, no hay permiso para ciertas cosas, por eso se traduce en el golpe, que quizás podría ser una caricia. Estos chicos se quieren, pero se la pasan pegándose, puteándose, y haciéndose jodas. Sí está bueno lo de la contención, que se libera de forma particular”.

IDENTIDAD ARTÍSTICA

La escalera fue uno de sus primeros escenarios, y la toalla uno de sus primeros elementos de utilería. Es que, cuando Bruno tenía alrededor de cinco años, ya empezaba a protagonizar situaciones graciosas hogareñas. Tiempo más tarde, hizo algún taller actoral en la escuela e incursionó en la interpretación de personajes y en la imitación de ciertas voces, pero no avizorándolo como una posible profesión, sino netamente desde el juego. Y, aunque en su familia nadie se dedicaba exclusivamente al arte, sí heredó algunas cuestiones para el armado de su actor: por un lado, el histrionismo de su padre y, por otro lado, la sensibilidad de su madre, de hecho, ella había hecho teatro de manera amateur.

“Terminé la escuela sin saber qué hacer. Empecé a estudiar Administración de Empresas, hice un año y pico y, mientras tanto, trabajé como extra en un par de proyectos audiovisuales, vi ese mundo y me gustó. Fui al casting para una película con Diego Peretti, en el que improvisé porque no sabía nada, no quedé, pero lo disfruté un montón. Luego, audicioné para una publicidad, ahí sí quedé. Pensé, '¡Esto no solo es bueno, lo puedo hacer bien!'. Y arranqué a estudiar”, rememoró.

Asimismo, detalló: “¡Quería ser muy bueno! Estudié canto, teatro, baile, tenía la idea fija de entrenar y perfeccionarme. Era consciente de que nunca había hecho nada, quizás había algo genuino o innato a desarrollar. Ahí me di cuenta de que había una potencia y que si le metía me podía encontrar con algo”.

En el transcurso de su trayectoria, se formó con personalidades como Roberto Aguirre, Luis Romero, Nora Moseinco y Susana Pampín y, actualmente, se encuentra en el tramo final de la carrera de Actuación en la UNA. En cine integró los repartos de filmes como Más respeto que soy tu madre (Marcos Carnevale) y Yo, adolescente (Lucas Santa Ana); en televisión formó parte de proyectos como Love divina (El Trece), Limbo 2 y Los Protectores 2 (Star+); y en teatro conformó los elencos de obras como Reinas Abolladas, Todo tendría sentido si no existiera la muerte, Claudia en la montaña y Las jóvenes promesas.

Por último, ante la pregunta de para qué y por qué actúa, Giganti confesó: “Hay momentos en los que uno encuentra una respuesta y, en otros, se borra. Tiene que ver con quién soy, ya que construí mi identidad a partir de mi yo actor. Hay algo de cómo me percibo en la vida, en relación con la permeabilidad, la sensibilidad y la disposición al cambio. Me desarrollo a partir de la actuación. Además, pienso que tengo algo para compartir, estoy pensando bastante en eso, hasta dónde puede llegar una interpretación, y que traiga algo bueno. No lo puedo controlar, pero lo intento. Todos los que hacemos arte tenemos que recuperar tocar esa fibra, que pase algo, por lo menos una pregunta, con un fin movilizador. Ya hice proyectos que para mí eran llegar a la cima, ahora tengo otro objetivo, por eso también empecé a dar clases, necesitaba más contacto con la gente, transmitirles algo”.

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