Paseo La Plaza- Sala Pablo Neruda
“Lo quiero ya”, la exitosa (y ansiosa) comedia musical que expone la vertiginosa vida moderna
El premiado espectáculo de Marcelo Caballero y Martín Goldber realiza su séptima temporada en Avenida Corrientes. Se presenta los martes a las 20.30.
Uno de los requisitos fundamentales del ritual teatral en el mundo moderno es mantener apagados -o en silencio- los celulares durante el desarrollo de la función, lo que permite la concentración total de los espectadores respecto a lo que sucede en el escenario y, a su vez, los desconecta por un rato de los problemas de sus vidas cotidianas. El exitoso y premiado musical Lo quiero ya no es la excepción a esta premisa, aunque los protagonistas sí mantienen sus teléfonos móviles encendidos y lidian con ellos, y otros tantos conflictos de sus agitadas rutinas, durante una hora y media.
Aunque ya han pasado varios años desde su debut en cartel, y actualmente transita su séptima temporada los martes a las 20.30 en la Sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza (Avenida Corrientes 1.660, Capital Federal), Lo quiero ya sigue interpelando a la audiencia a través de sus contemporáneas problemáticas, divirtiéndola por medio de su creativo y desopilante libro y animándola con sus efusivas y pegadizas canciones.
Con dirección de Marcelo Caballero, texto de Martín Goldber y Caballero, música y letras de Juan Pablo Schapira, coreografías de Marina Paiz y banda en vivo, la comedia sigue a doce personas de una gran y caótica ciudad que padecen la ansiedad, viven corriendo y corren para vivir. Todas ellas cuentan con una aplicación móvil que las conecta con un asistente personal las 24 horas de cada día. Asimismo, la app ordena sus rutinas, las aconseja y las guía para que puedan alcanzar sus metas.
El elenco actual de la puesta escénica está conformado por: Julián Pucheta, Lucien Gilabert, Federico Fedele, Estefanía Alati, Michelle Wiernik, Julián Rubino, Camila Ballarini, Julieta Rapetta, Renzo Morelli, Lala Rossi, Mar Mediavilla y Joaquin Catarineu. Cada historia individual -con sus respectivas vicisitudes- tiene su momento de destaque. A medida que transcurre el relato, algunas de ellas se cruzan, hasta que, tal como una última gota de agua puede rebalsar un vaso, llega un instante en el que se produce un colapso colectivo.
Los carismáticos personajes están inmersos en un escenario que con sus correspondientes elementos -que van rotando su protagonismo gracias a la puesta de luces- pueden aludir tanto a los sitios urbanos como a los espacios tecnológicos. El vértigo de las vidas de los sujetos se reproduce en el veloz movimiento escénico.
“Sueño con ser el que cante esa canción que todo el tiempo te querés aprender, la que vive en tu cabeza y se instala como un veneno que te hace bien. Vivo por dar una pizca de alegría porque el mundo está bastante para atrás”. Este fragmento de la canción "Cambiar" trasciende la sala y se asienta en las mentes y los corazones del público, que al finalizar la función de Lo quiero ya aplaude con efervescencia lo visto y lleva a su hogar los interrogantes planteados sobre las tablas.