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Crítica de "Desapareció una noche", Ben Affleck y el mal menor

Aunque no es ampliamente conocido, "Desapareció una noche" (Gone Baby Gone, 2007) no marca el debut de Ben Affleck como director, excluyendo su trabajo como productor y el guión de "En busca del destino" (Good Will Hunting, 1997). Su primera incursión como director fue con el cortometraje "I Killed My Lesbian Wife, Hung Her on a Meat Hook, and Now I Have a Three Picture Deal at Disney".

Crítica de "Desapareció una noche", Ben Affleck  y el mal menor
viernes 22 de diciembre de 2023

Su reciente trabajo en Hollywood parece haber roto la mala racha. Su actuación en este típico film noir le valió la Copa Volpi en el Festival de Venecia. Ahora bien, ¿de qué lado debemos incluir Desapareció una noche? Sin tratarse de una gran película, nos encontramos frente a un relato ambicioso, de un "realismo sucio" que suele evadirse en el cine estadounidense. Es un buen trabajo, diríamos, que si tiene defectos, los tiene por exceso y no por carencias.

La historia comienza con el secuestro de una niña de cuatro años en los suburbios de Boston. La pareja de detectives compuesta por Patrick Kenzie (Casey Affleck) y Angela Gennaro (Michelle Monaghan) es visitada por la abuela, desesperada ante el suceso. Su angustia es más fuerte que la de su propia hija, exponente del mundo marginal en el cual le ha tocado vivir. Finalmente, la pareja aceptará colaborar con la policía para resolver el caso. Lo que ellos no pueden prever es que se han metido en un espiral difícil de salir (moralmente) ileso.

El rostro entre aniñado e ingenuo de Casey Affleck le sienta a la perfección a su personaje. Esa máscara lo acompañará en todo el relato. Si la premisa es la reconstrucción de un caso, a la manera de los clásicos policiales, hacia la mitad del film, esa esperable articulación de "causas" y "consecuencias" que conducen, por lo general, a un final feliz, pasa a ser otra cosa. El relato se desarticula, y la mayor parte de los personajes "buenos" y "malos" comienzan a mostrar aristas que los convierten en más ambiguos. Y por lo tanto, más interesantes.

El problema surge cuando algunas situaciones son excesivamente subrayadas. No por la puesta en escena, que delimita espacios cerrados casi claustrofóbicos y oscuros (tal vez la objetivación de la mente de los criminales), sino por el pobre tratamiento de los diálogos y algunas marcaciones actorales que sobredimensionan lo que en la primera parte del film estaba sugerido. De policial clásico a fábula moral, el relato también gana intensidad. Que el final intente ser condescendiente con una mirada paternalista y algo maniquea sobre las instituciones sociales también es inquietante, tal vez no lo suficiente para olvidar lo que vimos antes.

8.0
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