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Pablo César y su pasión por lo africano y los afrodescendientes

Porteño de nacimiento desde antes de cumplir los 30 años comenzó una ascendente “misión” y placer de filmar historias con temática y transcurrir en el continente africano. Lleva 9 coproducciones con países de dicha región. Ahora estrenó "Macongo - La Córdoba Africana" (2023). EscribiendoCine charló con él de manera exclusiva.

Pablo César y su pasión por lo africano y los afrodescendientes
Pablo César
Pablo César
jueves 28 de septiembre de 2023

Con Pablo César nos conocemos desde aquellas primeras ediciones de las Jornadas de Cine y Video Independientes en la ciudad de Villa Gesell y organizadas por UNCIPAR (Unión de Cineístas en Paso Reducido). Ahí fue donde comenzó a mostrar sus primeros trabajos rodados en Super 8, los cortometrajes De las caras de los espejos (1982) y Ecce cevitas nostra (1983). Su debut en el largometraje  llegaría recién en 1988 con la por entonces polémica y audaz La sagrada familia. Siempre en el rubro ficcional, a partir de allí empezó un largo camino de interés, amor, apego, descubrimiento e investigación sobre temáticas, personajes y paisajes africanos. Casi todas en coproducción con diversos países de ese continente, su filmografía africana incluye estos títulos: Equinoccio (el jardín de las rosas) (1991), coproducción con Túnez; Fuego Gris (1993), con cooperación y rodaje en las Islas Cabo Verde; Afrodita (el jardín de los perfumes) (1998), en coproducción con Mali; Orillas (2011), coproducción con Benín; Los dioses de agua (2014), coproducción con Angola y Etiopía; El cielo escondido (2016), coproducción con Namibia; El llamado del desierto (2018), coproducción con Marruecos y El Día del Pez (2019), coproducción con Costa de Marfil.

Su filmografía se completa con estas películas: Unicornio (el jardín de las frutas) (1996), coproducción con la India; Sangre (2003), Hunabkú (2007), y Pensando en él (2017) nueva coproducción con la India. Su largometraje número catorce, Macongo, la Córdoba africana (2023), aunque vuelve a ser de temática africana, no fue coproducido con ningún país de esa zona y además significó algo muy especial, es su primer documental. En sus películas además del castellano y eventualmente el inglés, se habla en diversas lenguas y dialectos como Árabe, Hindi, Bengalí, Bambara, Ojihimba y Fulah.

Desde La sagrada familia a Macongo, pasaron 35 años. ¿Qué cosas distintivas podés marcar durante ese proceso?
Bueno…que estoy más viejo! (Risas). La sagrada familia fue como un grito de fin de la Dictadura, aunque la rodé en 1987, yo venía arrastrando un dolor muy profundo por la adolescencia tan bloqueada por no poder hacer lo que yo quería hacer. Yo no militaba, pero podría haberlo hecho y hoy por ahí no estaría acá. De los 13 a los 20 viví en dictadura. Venía con una necesidad de vomitar, de gritar ese “¡Basta!”, esa unión entre intereses que sometían a las poblaciones. Y después apareció en mi vida el África de una manera muy poderosa. A veces no hay explicaciones racionales en el arte, no es racional en muchos casos. Hay veces que hay conexiones, más allá de uno con el entorno donde estás viviendo, que te lleva. Que yo haya ido a recuperar una casa familiar a un lugar en el cual el arroyo que pasaba a menos de 100 metros se llama Macongo…!! Es una coincidencia, de acuerdo. Pensemos en las coincidencias pero eso me despierta y me hace pensar: acá hubo población afro.

¿Esa conexión la sentiste hace poco tiempo –y de ahí viene esta película- o ya venía eso arrastrando de hace, digamos, 20 años?
No hace más de 20 años. Yo ya de niño recordaba mucho eso cuando yo miraba ese jueguito, el View Master, que eran discos con fotografías dobles para ambos ojos con un visor. Bueno, había uno en el que aparecía un genio. Y el genio era negro.  Y el concepto del genio, el del djin donde está la sabiduría. Yo cuando fui a Malí a filmar Afrodita, sentí que ya había estado allí. Son cosas que van más allá de lo racional.

Vos no te sentías extranjero allá…
¡Nooo! Nunca. A partir de rodar Equinoccio caminé por todo el África. Tuve algunas experiencias un poco complicadas, algunas veces cuando filmamos en Angola, pero yo caminé con total libertad. Estuve allí cuando fue la primera guerra del Golfo en el año 91 cuando Irak invadió a Kuwait y se metieron los Estados Unidos con Bush padre. Yo estaba estrenando Equinoccio en Túnez y había manifestaciones de jóvenes, que si veían un blanco, le cortaban la cabeza. Por poco no pasó. Y el Embajador me decía: Pablo tendrías que volverte, no vas a poder estrenar la película acá, esperá un tiempito. Y yo le decía, no yo quiero estrenar. Ahí comenzó todo. Tengo dos grandes bibliotecas solo de libros de  y sobre África.

Con todos esos viajes que hiciste a muchos y diferentes países africanos, ¿cómo te manejabas con el idioma y los diversos dialectos?
Yo era un poco optimista y me estudiaba los dialectos y las lenguas de los lugares donde iba al principio. Todo un delirio. Con Túnez me fue más fácil porque estudié el árabe durante un año, cuatro horas por día. Y a escribirlo. Cuando llegué yo empecé a hablar en árabe y resulta que nadie hablaba árabe. Hablaban una suerte de dialecto que tenía palabras del francés, del árabe. ¡Y yo quedé patas para arriba! (Risas). Eso fue una sorpresa para mí, pero me sirvió porque cuando estábamos filmando una caravana para la película Afrodita, cerca de Tombuctú, una ciudad sagrada y arqueológica, estaban discutiendo y regateando entre los representantes del Instituto de Cine de Malí y unos tuaregs arriba de camellos que me estaban rodeando, cuánto iba a costar esa movida. Bajo una palmera me puse a escribir sobre la arena el comienzo del Corán. Y lo termine recitando. Y los tuaregs se miraban entre ellos, con el rostro casi cubierto. Y se fueron a hablar con los que estaban discutiendo. Y yo pensé: acá metí la pata, soy un loco, me van a cortar una mano. Y al rato vienen hacia mí y me dicen: Usted es un hermano y no le vamos a cobrar por el alquiler de la caravana. Y vamos a trabajar gratis para la película. Y traían a la noche arroz con cordero y dátiles. Esa anécdota está filmada en el video del making de Afrodita.

Vos fílmaste ocho películas en África. ¿De dónde llegan las historias, que cosas tuyas hay en los guiones? ¿Son solo las posibilidades de producción o hay cuestiones propias de necesidades diferentes?
En mi entorno directo no tengo vínculos con el África, salvo cosas que como conté en que mi mamá me hablaba de los boliches Mau Mau o de Afrika. La realidad es que África son 54 países y 2500 étnias. O más. Y en distintos viajes me interesó estudiar sobre la cosmogonía dogón, que es una de las etnias más grandes que hay, se encuentran en Malí y en la zona occidental.  Tienen un conocimiento que lo trasmiten de manera oral. Y hay un investigador Jaime Martin que relaciona el dogón con el euskera.

Justamente una de las cuestiones que más sobresalen en tu film-investigación, es la de la relación que tendría el origen de la lengua vasca, el euskera, con el dialecto afro-dogón. Cuando siempre ha quedado plasmado el análisis del padre del nacionalismo vasco, Sabino Arana, quien aseguraba que su lengua se trata de un idioma único. Hay un signo de interrogación.
Si, sigue habiendo un signo de interrogación en el origen primario de la lengua vasca y de los vascos. El lingüista español Jaime Martín Martín descubre la relación entre 2300 palabras comparando el dogón con el euskera. Es una prueba irrebatible su libro de estudio "Un enigma esclarecido: el origen del vasco". Pero todavía no he escuchado ni visto ninguna opinión de origen vasca que apoye o conozca este estudio.

Por su parte el lingüista vasco más reconocido, Koldo Mitxelena ha rechazado la vinculación del euskera con cualquier lengua africana.
En mi película por ahí yo cuento en dos líneas lo que este investigador dijo, pero no fue así nomás. Su libro es irrefutable y te está presentando todos los casos. El expone y muestra toda la relación exacta entre la lengua dogón y la lengua vasca. Decanta en la misma palabra y el mismo contenido, el mismo significado. Eso es lo sorprendente. Cuando yo sospeché esto y en plena pandemia, me compre los doce volúmenes de toda la Mitología Vasca de José Miguel de Barandiarán. Y ya en el primer volumen yo veía muchos elementos que parecían cosas contadas por los dogón. Esa colección es una maravilla, es muy exquisita. Las pruebas están y las respuestas las tendremos algún día.

Prácticamente todas tus películas con temática afro, fueron rodadas en parte o íntegramente en África. Esta es la primera que con un mismo tópico, la filmas fuera de aquel continente. ¿Cuáles fueron los motivos?
En primer lugar, la Pandemia que me impide viajar, me impide tener dólares para hacer coproducciones. Una coproducción que se me cae, otra más que se derrumba. No puedo terminar de pagar la casa porque tenía una película grande que se me cayó. Entonces me pregunté: ¿Cómo sobrevivo? Y qué hacer con todos estos conocimientos. Entonces un día me planteé: yo puedo hacer un documental sobre las raíces afro en la Provincia de Córdoba. Y también pensé en su momento expandirme a otras provincias, porque Santiago del Estero tuvo un 70% de población afro y también en Santa Fé y Corrientes. Puede ser que haya gente que esto no le interese, pero creo que se redescubre algo con todo esto. Para mi es mi motor interno, lo que me mueve día a día.

En una vieja edición de un libro sobre la banda Almendra, de varios autores, se leía un texto –punzante- que decía “Acá problemas de racismo no hubo. Porque en la Argentina negros no hay y a los aborígenes los reventaron a todos”.
Terrible. Fue la gran creencia de los argentinos. Un recordado Presidente argentino estuvo en el año creo ´96 en una Universidad en Washington. Y una alumna le preguntó si hay negros en la Argentina. Y él respondió literalmente: “En Argentina no hay negros. Ese problema lo tiene Brasil” (¡!¿?) No le agregué ni una coma, no le agregué ni le saqué ningún artículo. Yo ya esa frase la había escuchado de chico en el colegio, un profesor había dicho eso. Esas frases latiguillo que marcan algo. ¿Vos sabes que los italianos del norte, los de Torino le dicen a los sicilianos, “los africanos”? Así despectivamente.

Tenés proyectos de rodar en Santiago del Estero, en La Rioja, en Santa Fe. ¿Por qué no hay un “Macongo en Buenos Aires”?
Sí que hay un proyecto, es una deuda que yo tengo. Cuando empecé con esto pensé: espero vivir para hacer 24 documentales. Si, es en serio da para eso, hay información vastísima. Salvo creo en Tierra del Fuego, que allí no investigué. En la Provincia de Buenos Aires es impresionante todo lo que hay de afrodescendientes que no se conoce. Las informaciones están como aisladas. Y las pocas agrupaciones afro que hay, están peleados entre ellos. Estando viviendo en Córdoba en La Pampa, Ascochinga, desarrollé los guiones de Santo Tomé – La Santa Fé Africana, Cambacuá – La Corrientes Africana, y empecé con Amaná – La Rioja Africana.

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