El film uruguayo está disponible en las salas de Argentina

Guillermo Rocamora dirige “Temas propios”, una comedia familiar que te interpela

“Es una comedia donde los personajes atraviesan cosas que son profundas, pero donde hay espacio para la sonrisa”, reflexiona el director uruguayo en una charla con EscribiendoCine.

Guillermo Rocamora dirige “Temas propios”, una comedia familiar que te interpela
miércoles 13 de septiembre de 2023

“Temas propios” se estrenó en Uruguay y ahora llega a las salas argentinas. ¿Cómo estás viendo este estreno?
Yo estoy súper entusiasmado y feliz. No hago películas para mí, sino que siempre se terminan de completar en el otro. Incluso hasta parte de entender la película. Es importante esa mirada porque venís de un proceso largo y a ciegas. Entonces, la devolución del otro es clave para terminar de cerrar una película. Al joven le transmite una cosa, a los chiquilines de 8 y 9 los mueve para un lado, a los padres para otro. Vos salís a buscar eso, pero de ahí a encontrarlo es otra cosa. En Uruguay, voy después de la función y hacemos preguntas y respuestas. Termina la película, se prende la luz, arrancamos con las inquietudes y es impresionante.

Tiene un sentido especial porque eso es totalmente en “caliente”, sin que el espectador pueda procesar mucho de la película.
Si, totalmente. Por ejemplo, el domingo tuve una en un barrio periférico de Montevideo que se llama Peñarol. La sala era 150 personas, una cosa impresionante. Ahí estuvimos una hora y media charlando después de la película. La gente se animó a contar anécdotas motivada por lo que acababa de ver.

En la película, la familia y la música se entrelazan y retroalimentan. A la hora de los primeros pensamientos del proyecto… ¿Se ideó un tema antes que el otro?
Cuando yo tenía 12 años mis papas se separaron, mi hermano tenía 17 y tenía una banda, invitó a mi papá y, por supuesto, lo echo. Esa anécdota es la génesis del proyecto. Entonces, la música y la familia estaban desde el principio unidas por completo.  Yo vine a estudiar guion acá Argentina con Esteban Student después de haber hecho Solo (2013), mi primera película. Era un taller teórico y con una parte para desarrollar un proyecto. Traje 3 ideas, donde una era ésta. Él me dijo que estaba buenísima, por lo que arrancamos a laburarla. Desde un principio, la familia y la música venían en el paquete de la de la génesis de la idea original. Quería contar la historia de Manuel (Franco Rizzaro), de César (Diego Cremonesi), y también de toda familia en el mundo. Si bien el foco es en Manuel, César, su padre, es un motor muy grande. Aunque se lo ve como ese padre inmaduro, es un motivador muy grande para Manuel: le da la guitarra, lo ayuda a componer, le presta el lugar. No quería que los personajes fueran blanco y negro, sino mostrar con matices los temas familiares que pueden presentarse ante el crecimiento.

Los autores exponen muchas veces varias de sus facetas en la obra que hacen. ¿Cuánto te representa “Temas propios”?
La peli me representa muchísimo y para mí ese es un logro muy grande. Cuando uno se va formando como director, a medida que realizás, vas encontrando tu voz. Mis primeras películas, mis cortos, están más cerca del cine que a mí me gustaba ver. Además, yo trabajé en películas de otros, como Whisky (2004), pero no era necesariamente mi voz. Temas propios me representa por completo. A mí me gusta hablar de cosas profundas y con humor. Atravieso los problemas con una sonrisa. Ese soy yo en mi más profunda esencia. Soy un poco como el personaje de Agustín: el irreverente que se anima a decir lo que nadie está diciendo, pero con una manera que te haga sonreír. Es una comedia donde los personajes atraviesan cosas que son profundas, pero donde hay espacio para la sonrisa. Yo elegí contar la historia que quería y morir con las botas puestas, como se dice en el acervo popular. Ahí encontré esos productores que me empujaron, y un elenco y un equipo técnico que me acompañó.

Durante la historia, sale a la luz una famosa frase que todo artista joven sufre: “Si estudias esto, te vas a morir de hambre”. ¿Cuál es tu sentimiento con estas palabras?
Yo le dije a mi mamá que iba a hacer cine en el 2001. En ese momento, en Uruguay se filmaba con suerte una película al año. Había trabajado en Wiskhy como asistente de producción y, cuando terminé, dije: “yo voy a hacer esto”. No había horizonte. Había entrado a la facultad de comunicación sin tener muy en claro que quería hacer y empecé a trabajar con 20 años en una productora que se llamaba Milagrito Films. Comencé en un programa de televisión, después me pusieron a hacer publicidad. Ahí conocí a Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll que habían hecho 25 Watts (2001) y estaban dirigiendo algunos comerciales. Cuando me enteré que estaban por hacer una película, dije: “yo quiero trabajar en esta película. No importa si me pagan, yo quiero trabajar en esa peli”.

¿Sentís que esa experiencia te cambió la vida?
Para mí eso fue mágico. Cuando leí el guion de Whisky no entendí nada. Nunca había leído un guion. No entendía los conflictos, no entendía nada, pero me copaba hacer una película. Era el último asistente de producción. Me encargué de conseguir el auto, de las locaciones. Un día terminamos de filmar, viene el productor y me dice: “Che, mañana, vamos a ver ‘el campeón’”. El campeón era una lata que tría todo lo que se filmó durante una semana, sin sonido. Fuimos. Era en el fondo de una casa de un tipo que tenía un proyector de 35 mm. Estábamos ahí y me acuerdo que la cabeza se me explotó. Parecía un acto de magia. Seguía sin entender la película, pero estaba fascinado.

¿Qué cosas de esos momentos, de trabajar en esos proyectos, sostenés ahora como realizador?
Entrego mucho de mi corazón a la hora de laburar y esa forma de trabajar la traje de esos momentos, del trabajo en equipo. Creo que esa forma se percibe con el elenco. Aprendí de esta forma, es la manera que conozco. Por ejemplo, en la peli, teníamos ensayos musicales, íbamos a una casa en Carrasco y yo hacía un asado y me brindaba al resto. Esa es mi manera de vincularme y de laburar. Le doy un lugar muy importante a eso, donde estamos poniendo el corazón, el cuerpo, y nos importa mucho lo que estamos haciendo. Como dice el maestro Tabárez: “El camino es la recompensa”.

El mundo del rock under (pasado y presente), la economía social y las separaciones son algunos de los tópicos por los que transita la cinta. La relación entre estos puede trazar una cronología en César, el personaje de Cremonesi, pero quien vive las repercusiones es Manuel, su hijo mayor. ¿Cómo fue el proceso de describir ambas generaciones que, si bien son distintas, tienen varios hilos conductores?
Si, incluso eso se ve hasta en lo toques. Cuando, por ejemplo, toca la generación grande, “Los autómatas”, es en boliches negros, cerrados. Y cuando lo hacen los pibes, son como en lugares alternativos: en una casa abandonada, en un garaje. Cuando terminé de escribir el guion, lo estábamos leyendo con los productores y me dijeron que los personajes hablaban todos iguales, tanto los pibes como los veteranos. Y coincidí con esa mirada porque, claro, soy yo escribiendo y soy viejo. Luego de eso, contacté a una joven realizadora uruguaya, que me habían gustado unos cortos que realizó. Ahí encontramos otro nivel de diálogo del personaje joven y eso fue genial. Hasta, incluso, se agregaron algunos chistes que funcionaron muy bien.

“Temas propios” es una película ideal para ver en familia… ¿Con cuál sensación te gustaría que se quede el público a la hora de verla?
Yo creo que es para ver en familia porque da para charlar después. La película es una excusa para abrir temas en la familia de cosas que están pasando. Cuenta la transformación de Manuel, quien pasa de estar enojado con la mamá a darse cuenta que en el papá hay cosas que no hace bien. Está bueno porque ellos tienen que ver con la transición a adulto. Por lo tanto, la película puede disparar charlas familiares en temas como la vocación, la ilusión, la segunda oportunidad que vive Cesar, lo pendiente. Lo más importante es poder vincularse y atravesar las tormentas familiares juntos, acompañarse a reírse. Por más que estemos viviendo algo jodido, nos podemos reír. Podemos clavar una sonrisa para atravesar lo que se está viviendo.

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