Una charla con María Laura Piastrellini

Entre sonidos y tradiciones, "Pulsando la vida" revela la esencia de la música cuyana

En el vasto y diverso paisaje musical de Argentina, la música cuyana brilla con su propia resonancia y significado. "Pulsando la vida" (2023), dirigido por María Laura Piastrellini, se erige como un testamento a esta rica tradición musical que trasciende las notas y los acordes, adentrándose en la esencia misma de la cultura cuyana. "La cultura cuyana es el reflejo de la sociedad en general", dice Piastrellini en una charla con EscribiendoCine.

Entre sonidos y tradiciones, "Pulsando la vida" revela la esencia de la música cuyana
María Laura Piastrellini
María Laura Piastrellini
lunes 14 de agosto de 2023

Este documental no solo es una mirada al pasado, sino también una exploración profunda de las raíces y la evolución de la música cuyana. Desde su sonoridad y poesía hasta su danza y gastronomía, la película captura la esencia polifacética de cada paisaje cultural en la región. A través de un análisis minucioso, la directora plantea teorías sobre el origen de esta música y su escasa presencia en los escenarios nacionales, marcando un hito en la comprensión de este género musical.

Sin embargo, lo que distingue aún más a Pulsando la vida es su enfoque en la perspectiva de género. La directora, con años de investigación y pasión por este tema, ha sabido tejer en la trama las observaciones sobre los roles de género arraigados en la cultura cuyana. Esta perspectiva agrega una dimensión profunda al documental, al tiempo que resalta el papel fundamental que las mujeres han tenido y siguen teniendo en la preservación y evolución de esta tradición musical.

Pulsando la vida cuenta con la participación de músicos distinguidos, incluyendo a Juan Falú, Raly Barrionuevo, Melisa Budini, Angel Cataldo, Armando Navarro, Octavio “Pepe” Sánchez, Peteco Carabajal y más. Sus voces y experiencias añaden capas de significado a la narrativa, enriqueciendo la comprensión de la música cuyana y su influencia en el panorama cultural nacional.

A través de sus múltiples facetas, desde su historia hasta su presencia actual, este proyecto captura la esencia de una región y su legado musical, compartiendo con el público la riqueza cultural que nos conecta con el pasado y nos inspira hacia el futuro.

¿Cómo surgió la idea de realizar Pulsando la vida y qué te a explorar la música cuyana en un registro documental?
Desde que empecé a relacionarme con el audiovisual en sus distintos formatos, muchos de los contenidos que realizaba y que realizo tienen que ver con la cultura de mi región. El caso de la película Compadres, sobre la vida y obra de Tejada Gómez, dirigida por Ciro Novelli, en la que yo fui productora; o los cortometrajes Huarpes en su propia voz y Sonidos del Desierto, y una serie de proyectos televisivos que he realizado que generalmente han tenido que ver con la cultura de la región. En el caso de Pulsando la Vida, la investigación sobre la música cuyana empezó hace poco más de 10 años. Como yo no provengo de la “cuyanía”, que es como una especie de nicho donde se cultiva una forma de vivir, de cantar, de escuchar, incluso de bailar, me llamaba poderosamente la atención lo que sucedía y los códigos que se manejaban dentro de ese mundo. Entonces, inmediatamente, con una mirada quizás más antropológica, empecé a asistir a reiterados encuentros y fui entendiendo y comprendiendo lo que sucedía en ese espacio, en esos encuentros familiares y de amistades, al punto de querer por momentos salir yo de serenata a cantarle a algún amigo, o de emocionarme cuando me “dedicaban” una tonada. Y creo que esto fue la principal inspiración. No hay nada que uno pueda realizar durante cinco años, como es el caso de hacer una película, que no te vincule profundamente y que no te haga sentir parte. Porque, bueno, es un trabajo de mucho tiempo y entonces tiene que ser verdaderamente realizado y uno se tiene que embarcar con mucha pasión si no es muy difícil poder llevarlo adelante.

En Pulsando la vida aparece la influencia de los roles de género arraigados en la cultura cuyana. ¿Podrías explicarnos cómo lograste representar estas influencias y cómo se refleja la perspectiva de género que abordás?
La cultura cuyana es el reflejo de la sociedad en general. Los relatos que escuché desde que entré en este “mundo” acerca de las familias cuyanas me llevaron a pensar que las mujeres históricamente han tenido un lugar diferente al del hombre. Hasta no hace mucho, y en algunos casos sigue sucediendo, los hombres se iban de farra varios días (hay canciones compuestas sobre este tema) y las mujeres se quedaban en la casa cuidando a los hijos. Y no solo eso, sino que cuando los hombres llegaban a la casa de sus “compadres” a dar serenata, fuera la hora y el día que fuera –si tenían que levantarse lo hacían-, preparaban comida (un “sopón”) para todos los que llegaban a su casa y los recibían hasta que decidían irse, si es que no se quedaban a dormir.

Nunca entendí desde lo personal por qué esa costumbre era solo de los hombres, o más bien lo entendía, pero nunca lo naturalicé. Hoy, si bien ha habido un cambio en esa costumbre en particular y casi no sucede esa desaparición del “jefe” de familia por varios días de la casa, quedan algunos vestigios de ese machismo arraigado socialmente y que al menos yo identificaba en diferentes situaciones dentro de los encuentros. Jamás lo juzgué, creo que es parte de una forma cultural que por suerte ha ido cambiando en estos últimos años.

Por ejemplo, las tonadas son uno de los pocos géneros, si no el único, en el que en medio de su estructura se realiza una dedicatoria a otra persona. Para ser más clara, cuando se canta una tonada generalmente se dice en medio de la misma “compadre o comadre” y luego se menciona a una persona que está ahí en ese momento escuchando. Bueno, cuando sucedía eso, hablo en general por supuesto, esas dedicatorias iban en su mayoría dirigidas a un hombre y rara vez a una mujer.

También pasaba que principalmente quienes tenían la palabra, la guitarra y la voz cantante en estos encuentros eran hombres, y son hombres. En relación al enfoque en términos de género que me preguntas, estas situaciones que menciono, y muchas otras, son algunos de los disparadores que a mí me llamaban la atención en los encuentros cuyanos y que no quería dejar de contarlas. Entonces, por encontrarme cada vez más adentro de este mundo y ser una de las que vivían y viven la cuyanía hasta altas horas de la noche, tuve la posibilidad de establecer vínculos con mujeres que tenían la misma mirada que yo, entre ellas Melisa Budini, Daniela Calderón y Anabel Molina, que son parte del relato en esta película, y que dan su punto de vista de cómo ven esta realidad desde su lugar de músicas y compositoras, enriqueciendo de esta manera el relato.

¿Cómo decidiste incorporar la figura de la Pachamama y qué significado aporta en la narrativa de la película?
Se dice que la tonada tiene una herencia del yaraví. El yaraví es un canto de los pueblos originarios de la zona del Perú, un lamento que carece de métrica, y una de las teorías sostiene que la tonada proviene de allí. Muchas de las músicas folclóricas existentes tienen influencia de los pueblos originarios. Me parecía importante dentro de la película, en esto de tener también una presencia femenina, implantar la mirada y la presencia de una mujer, y con Ulises Naranjo, quien es parte de este guion, coincidimos en incorporar la presencia de la Pachamama. Uno de los protagonistas de la película es Marcelino Azaguate, descendiente de los pueblos huarpes y además de tener en su canto toda la voz de la ancestralidad, se fusiona en él tanto su ancestralidad como las guitarras españolas que ejecuta a lo largo del documental, lo que lo hace un personaje interesante para poder ser parte de este viaje y poder encontrarse él con la Pachamama, que es la única que puede ver dentro de la película. No la puede ver su compañero de ruta, no la pueden ver los entrevistados que acompañan el transcurso y el transcurrir de este viaje, solo la puede ver Marcelino que tiene esa profunda vinculación con la tierra y el pasado. Me parece que esa conexión y esa necesidad de visibilizar de dónde venimos es muy importante en este tipo de contenidos.

En Pulsando la vida, has logrado reunir una amplia gama de testimonios de artistas de la música cuyana, que van desde investigadores y teóricos hasta cultores y referentes en la escena. ¿Cómo seleccionaste y equilibraste estas voces para ofrecer una representación completa de la música cuyana y su impacto cultural?
El documental tiene testimonios de muchos artistas de la música cuyana. Lo que he intentado hacer es que haya testimonios que provengan del ámbito institucional, si se quiere, donde hay testimonios que han generado su investigación del tema y han hecho tesis, y han desarrollado sus teorías al respecto, como es el caso de José “Pepe” Sánchez, que es músico, docente e investigador. Y por otro lado, hay testimonios de quienes han vivido el mundo de la cuyanía de una manera más visceral, que vienen de familias cuyanas. Eso sucede un poco con los testimonios que tienen que ver con los cultores de la música en Cuyo y que son referentes como Armando Navarro, Ángel Cataldo, o en San Luis Los Algarroba.com, que es un grupo que rompe un poco con lo tradicional de la música cuyana pero vienen de esa cuna.

Y después tenemos otras figuras que tienen referencias quizás más nacionales y no tan vinculadas a la música cuyana, pero que sin embargo respetan profundamente la música de Cuyo. Juan Falú es uno de ellos, que tiene composiciones con Jorge Marziali, otro músico mendocino, cuyano y referente de la cultura. Además, Juan, que es guitarrista prodigioso, es admirador de las guitarras cuyanas. Raly Barrionuevo nos cuenta en la película también cómo recibió de su familia una influencia cuyana y él plantea que existe un corredor cultural que pasa por Frías (Santiago del Estero), que es donde él nació. Y además, Raly, en muchos lugares donde me ha tocado compartir, ha cantado tonadas. Entonces, eso me parecía también muy relevante, que una figura como Raly, que puede llenar una noche en Cosquín, tenga la generosidad y la amabilidad de invitar a una cantora y guitarrista como Daniela Calderón (San Luis), e invitarla a cantar una tonada y una cueca frente a una plaza repleta.

Es evidente que la tonada tiene un profundo significado como elemento de unión familiar en la región cuyana. ¿Podrías compartir algunas experiencias que ilustren cómo esta conexión comunitaria influyó en la realización de la película?
La tonada es un elemento de unión familiar en la región. No sé si en el relato y en la narración se ve del todo plasmado esto, puede que sí, en algunos momentos del relato, como es la escena del fin de cosecha. Lo que sí creo es que la tonada en este proyecto, en particular, ha sido un elemento de unión sin lugar a dudas. Fue la tonada la que en el quehacer cotidiano de la realización de este documental permitió su total realización del modo en que lo fui pensando. He sentido que desde su génesis y hasta ahora, que viene el momento del estreno, ha habido un apoyo que tiene que ver con este sentido de familia, en donde muchas personas que son parte de la cuyanía están expectantes por que la película salga, se han mostrado absolutamente predispuestas para formar parte de la misma, porque creen que es absolutamente necesario tener un material audiovisual que hable de nuestra cultura.

Yo he sentido ese acompañamiento verdaderamente como una familia en las instancias de producción, de necesitar algo que tenga que ver con la realización y tener a disposición un montón de gente que acompañó para que este proyecto fuera posible. Este proyecto no hubiera sido posible de ninguna manera sin la voluntad de muchísimos artistas, familias, hacedores culturales que fueron totalmente fundamentales para que el proyecto saliera adelante. No voy a mencionarlos a cada uno de ellos porque sería imposible, sería injusto, además seguramente me olvidaría de alguien. Pero creo profundamente que este proyecto, no solo el documental, sino el proyecto Transmedia en su totalidad, tuvo ese manto familiar desde el principio hasta el final, y lo que permitió esto es el amor que la gente tiene por este estilo musical.

Pulsando la vida se presenta como una experiencia transmedia, aprovechando diversas plataformas y formatos para enriquecer la narrativa. ¿Podrías comentarnos cómo ha sido la respuesta del público a esta propuesta transmedia y cómo sentís que la participación activa del público ha enriquecido y ampliado la conexión con la música y la cultura cuyana a lo largo de este proyecto?
El proyecto es una propuesta transmedia, y las distintas plataformas justamente lo que hacen es profundizar cada uno de los contenidos. Cosas que no pueden ir dentro del largometraje documental las pudimos plasmar en otros formatos. En el caso de los Podcasts, que se llaman Te cuento lo que canto, distintos autores, compositores e hijos de autores que han fallecido participaron contando la historia de ciertas canciones cuyanas. Después hay un formato en donde rescatamos a nuevos autores que están cantando nuevas tonadas, cuecas, gatos y nuevas composiciones en general, así como tonadas antiguas que están por desaparecer, y las tratamos de dejar plasmadas. Entonces, viajamos así a distintos puntos del país y hacia provincias y adentro, a pueblitos muy alejados donde podemos encontrar tonadas que raramente son escuchadas en los encuentros familiares en los que nos encontramos habitualmente.

En estos formatos se encuentran personas que ya han fallecido, por ejemplo, el caso de Raúl Rubilar, que tiene más de 100 tonadas registradas, y que pudimos grabar. También está Luciana Jury, que nos recibió en su casa en Tortuguitas, en la provincia de Buenos Aires, con su papá, Zuahir Jury, hermano de Leonardo Fabio, y su mamá, Marta Mantello, quienes interpretaron unas tonadas antiguas que yo no había escuchado nunca, y que plasmamos también dentro del proyecto. O fuimos a grabar al interior, a Tupungato, a una mujer hermosa, Cristina Arrué, que canta y toca la guitarra de manera preciosa. Esto también fue parte de otros formatos.

También armamos peñas, salíamos durante varios meses el primer fin de semana por mes antes de la pandemia, y hacíamos homenajes a artistas cuyanos, y traíamos a artistas de distintas partes de la provincia y de la región. Después, otro de los formatos fueron las peñas virtuales, en donde tratábamos de tener un artista de cada provincia, de Mendoza, de San Juan y de San Luis, y a veces de Córdoba también -que tienen una gran influencia cuyana-, y siempre con una mujer presente, que eso también era otra de las características que tenía ese formato. Salíamos todos los sábados en pandemia con salidas en vivo y con música en vivo, en donde se sumó una enorme cantidad de gente al proyecto. Después armamos una especie de álbum virtual donde le pedimos a la gente que mande fotografías de antes de los años 90, entonces nos encontramos con un montón de gente que aportó su conocimiento y envió sus fotos de otra época.

Una de las características del transmedia no es solamente la diversidad de plataformas y formatos, sino también la participación del público que se involucra dentro del proyecto como prosumidores. Entonces esto era también parte del proyecto. Y así, bueno, muchas otras cosas más que pueden encontrar dentro del canal de YouTube de Pulsando la vida.

Finalmente, ¿qué creés que el público se llevará después de ver Pulsando la vida?
Creo que es muy difícil prever cuál será el impacto que pueda tener Pulsando la vida a nivel regional o nacional. Uno genera un contenido con mucha pasión y después el contenido sigue su propio camino. Si me preguntás cuál es mi deseo, me encantaría que esto sea un material que sirva para el estudio, para las escuelas, para las universidades, bueno, para todo eso. A

demás de ser un contenido de acceso libre para la gente que disfrute y le guste la música cuyana. Creo que su principal fortaleza está en el aspecto educativo, en volver a reencontrarnos con nuestras raíces y con nuestra identidad desde un enfoque de aprendizaje. Personalmente, para mí, fue algo que no tuve la oportunidad de experimentar, y creo que muchas personas de mi generación y del entorno que me rodea también podrían beneficiarse de descubrir y conectar con aspectos de su identidad que les emocionen y conmuevan porque son parte del paisaje en el que vivimos.

En cuanto al impacto real, no tengo idea. Solo espero que sea una experiencia hermosa para las personas que lo disfruten y que encuentren valor en él. Eso es lo que espero.

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