Presentó su ópera prima en BAFICI

Justina Bustos: “sola en el paraíso”, acompañada en la pantalla grande

“El arte me ayudó a sanar y a estar en contacto con la vida”, confesó la actriz y directora en una entrevista exclusiva con EscribiendoCine.

Justina Bustos: “sola en el paraíso”, acompañada en la pantalla grande
Justina Bustos
Justina Bustos

Hay ocasiones en las que la vocación de una persona hacia una determinada profesión aparece, de manera explícita o tácita, en una etapa temprana de su vida. Este abril, Justina Bustos, conocida popularmente por su trayectoria actoral, presentó su ópera prima Sola en el paraíso (2024), que codirigió con Victoria Comune, y que protagonizó, ya que aborda un momento bisagra de su vida personal y profesional. Asimismo, a partir de la elaboración del documental, vio casetes y recordó señales premonitorias de su nueva faceta, pero décadas atrás, cuando guiaba los cumpleaños de sus primos, o los ponía a actuar en sus obras teatrales, y registraba todo con una cámara. Por lo tanto, su pasado y su presente se han unido a través del séptimo arte.

UNA TRAVESÍA ENTRE LUCES Y SOMBRAS

“¡Quedé para la peli de España! Me voy a la isla Mauricio, ¡a África!”. A través de un llamado telefónico, entre risas, lágrimas y grandes expectativas, Justina Bustos comunicaba la gran noticia de su selección para el rodaje de un filme, y retrababa ese instante de felicidad con su celular, al igual que lo hacía con tantas otras situaciones de su vida. Sin embargo, lo que la actriz no imaginaba era que, a principios de 2020, en medio de ese ansiado proyecto laboral, contraería coronavirus -cuando aún eran más las incógnitas que las certezas en torno a la enfermedad- y quedaría internada e incomunicada. Estuvo en el lugar paradisíaco durante 33 días, lejos de sus seres queridos, pero registrando toda la peripecia con su dispositivo electrónico.

Si bien en el largometraje se exponen diversas circunstancias de su cuarentena en el nosocomio, la directora y protagonista de Sola en el paraíso mencionó las ocasiones en las que, por su delicado estado emocional, optó por no grabarse. “Hay un momento en el que se va de la internación una de mis compañeras de habitación. Ahí no pude hacer la producción, ni agarrar el celular, fue muy difícil para mí, lloré. Lo mismo me pasó con los momentos de mayor ira, era algo incontrolable”.

El foco del documental está puesto en las imágenes de su odisea, y las consecuencias de la misma. No obstante, el interés de la artista en registrar distintos aspectos por medio de la cámara se ubica más atrás en el tiempo. Al respecto, recordó: “Venía filmándome desde mucho antes de que me sucediera eso. Ya tenía un proyecto con Carla Zavaleta, una amiga que es actriz y vive en Madrid, en el que grabábamos cada encuentro que teníamos, por lo que ya estaba esa práctica de registrar viajes, algún ataque, y otras cuestiones. Más adelante, cuando quedé encerrada, el celular fue como una compañía y un testigo, arranqué a filmar lo que me estaba sucediendo. Por ejemplo, había algo muy atractivo en cuanto a la luz que entraba por la ventana e iluminaba la sala, también en las mujeres con las que hice comunidad”.

Tras su estadía en la isla Mauricio, Justina vivió un tiempo en Madrid, y otro período en París, hasta que regresó a Argentina. Ya en su país de origen, decidió reabrir la idea del documental para incorporar nuevos mundos. Más tarde, convocó a los artistas Nora Moseinco y Mariano Saborido, que además son admirados amigos. “Representamos cosas que había en mi memoria y que no pude filmar en ese momento. Nora nos guiaba para volver al hospital y Mariano interpretaba a mis compañeras”, manifestó. 

TRABAJO COLECTIVO

Para la realización del proyecto audiovisual, el equipo central se completó con: Victoria Comune (co-directora y guionista), Joaquín Marqués (productor), Joaquín «Chip» Elizalde (editor) y Marchelo Scoccia (coordinador de producción). Asimismo, fue clave la participación de la Comunidad ORSAI, ya que reunió el dinero necesario para el desarrollo. En total, se juntaron 932 socios que aportaron una significativa suma.

“Cuando apareció Hernán Casciari (creador de la editorial y productora de cultura) me ayudó mucho. Conoció mi historia a través de un programa, en el que conté que estaba buscando inversores para filmarla, él se conmovió, nos contactamos e hicimos una charla vía Zoom. Después de unos meses, nos encontramos personalmente y empezamos con el crowdfunding, picheábamos la historia en distintas radios, la gente se emocionaba y apostaba, ponía plata en el rol de socios productores. A partir de esto, pudimos hacer ciertas escenas de la película, como las del mundo acuático o teatral. ORSAI fue esencial para terminar esta idea que empezó sin saber bien a dónde iba a ir”, valoró la hacedora de Sola en el paraíso.

Aunque Bustos no estuvo en todo el proceso de edición, ya que esa tarea la coordinó principalmente la codirectora, hubo días en los que participó de la etapa. Reveer todo el material de su experiencia le impactó emocionalmente. “¡Terminé con fiebre, es movilizante verse a uno mismo viviendo eso! También noté actitudes mías durante el encierro, por ejemplo, que estaba muy atenta a no portarme mal, entonces pensaba, '¡Dale, estabas encerrada, ¿qué te importaba enojarte?'. Yo vengo de una enseñanza cristiana, no soy tan practicante, pero hay algo de la culpa y de no querer enojarse”.

RECORRIDO MULTIFACÉTICO

El camino artístico de Justina está conformado por diversos proyectos, en los que interpretó a eclécticos personajes. Entre los títulos que forman parte de su trayectoria audiovisual se destacan: Voley (2015), Historia de un clan (2015), Los que aman, odian (2017), Las estrellas (2017), Matar al dragón (2020), La muerte no existe y el amor tampoco (2020), El empleado y el patrón (2021) y Argentina, tierra de amor y venganza 2 (2023).

A modo de balance de su experiencia como cineasta, confesó: “Creo que tienen que pasar varias películas para sentirme directora. Estoy aprendiendo a no ser tan exigente, y ser actriz previamente me ayudó. De hecho, fue muy fácil actuar y dirigir a Mariano, nos conocemos desde hace muchísimo tiempo, ya venimos haciendo cosas juntos, hay telepatía. Este rol lo hice de manera consciente, en un estado de juego, fue un proceso de mucha prueba, y luego unir las partes, como armar un rompecabezas”.

UNA EXPERIENCIA TRASCENDENTAL

A partir de circunstancias tan complejas de la vida, como las que afrontó la artista en el marco de su enfermedad y aislamiento, hay personas que suelen revalorar y resignificar distintos aspectos de su cotidianidad. Ante este interrogante, la protagonista del filme reflexionó: “Considero que hay una mayor entrega al no control. Siempre fui una persona que trata de tener, más o menos, planes. De hecho, sabía por dónde iba a ir, por lo menos, la primera mitad de cada año mío. Ahora, soy más consciente en mis decisiones y estoy bien segura sobre qué historias quiero contar, no hacer por hacer. Incluso estoy armando mis propias historias, o llamando a grupo de personas con los que me interesa compartir tiempo y creatividad. Mi vida antes pasaba mucho más por el trabajo, más que en este momento. Pude separarlo, antes eran trabajo y vida en el mismo tubo”.

A continuación, se refirió a cuando el arte resulta un refugio y un canal de sanación. “Los últimos proyectos en los que estuve han sido lugares para sanar, para expresarme por sobre todas las cosas. Antes solo actuaba guiones de otras personas, en los que obviamente me manifestaba, pero en esta ocasión me estoy manifestando mucho más porque las ideas vienen desde mí. El arte me ayudó a sanar y a estar en contacto con la vida”.

ESTRENO FESTIVALERO

Sola en el paraíso debutó en la pantalla grande dentro de la 25º edición del reconocido Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires (BAFICI). Entre emoción, aplausos y recuerdos de pandemia, el documental tuvo dos proyecciones a sala llena: la primera fue el sábado 20 de abril en el cine Gaumont (Avenida Rivadavia 1.635, Capital Federal) y la segunda el martes 23 en el Cine Arte Cacodelphia (Avenida Presidente Roque Sáenz Peña 1.150, Capital Federal).

“El BAFICI representó el final de una etapa de la película. La creación se termina con el público, compartiendo algo que es muy importante, querido y hermoso para mí. Así como escribí 'No se deja a una persona sola' en el pizarrón que había donde yo estuve encerrada, esta es una historia que habla de la soledad, un sentir que nos abunda. Hay que pensar en qué siente el otro.  Entonces, el filme abre puertas, habla del poder de la comunidad y puede tocar a la gente de diferentes maneras”, concluyó.

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