Salas

Crítica de “No quiero ser polvo”, una coproducción mexicano-argentino dirigida por Iván Löwenberg

Esta película dramática con elementos de comedia, sátira y de fantasía, convierte una crisis personal en una revelación mística.

viernes 23 de diciembre de 2022

No quiero ser polvo (2021), inspirada en hechos reales que le ocurrieron al director y a su familia en México durante la década del ’90, es un relato sobre las creencias, el paso del tiempo, la mirada de un periodo de la vida y las relaciones de los padres con los hijos. 

Bego (Bego Sainz) está en una crisis debido a que se siente distante de su esposo Roberto (Eduardo Azuri), que siempre trabaja, y su hijo Iván (Iván Löwenberg) que está sumido en irse a estudiar una maestría en el extranjero. Además, siente el paso del tiempo en su vida y en las actividades que realiza. En ese contexto, en las clases de meditación que en realidad son un culto religioso, le informan sobre el fin del mundo. Eso la lleva a estar en un estado de temor constante que la hará prepararse para la llegada de ese día.

Es interesante el tema del paso del tiempo. La rutina de Bego en un momento particular que la lleva a tener que buscar actividades de distracción, se contrapone con la parte mística siendo el drama principal de la película. Sin caer completamente en la comedia o en la sátira, el film aborda lo místico y religioso. El mensaje de que llegarán los días de oscuridad al mundo, son vistos por Bego desde cierta tensión que denotan su aspecto psicológico. Al final el relato se adentra en la fantasía y sucede un giro estético y narrativo.

Finalmente, No quiero ser polvo se centra en las creencias personales y también del contexto actual que permite la aparición de historias de crisis. Así alcanza distintos niveles y metáforas, también sobre la edad y el paso del tiempo, para generar las emociones percibidas por su protagonista.

7.0
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