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Crítica de “La caída”, Lucia Puenzo y un caso de abuso en los Juegos Olímpicos

Esta producción rodada en México marca el regreso al cine de la directora argentina de "XXY" y “Wakolda” con todos sus tópicos y estilo.

viernes 18 de noviembre de 2022

La caída (2022) está basada en una historia real sucedida meses antes de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, cuando Braulio (Hernán Mendoza), el entrenador del equipo mexicano de saltos ornamentales coordinados, fue denunciado por abusar de una competidora de 14 años.

Muriel (Karla Souza) es una veterana clavadista y está en sus últimos Juegos Olímpicos, su edad marca el final de una carrera exitosa como deportista. Una imagen pública que debe mantener a fuerza de sacrificio personal. La imagen social y familiar obtenida con sus logros traducidos en medallas olímpicas no hacen más que meter aún más presión al conflicto suscitado con su entrenador. 

La historia, acercada a Puenzo por la propia protagonista del film Karla Souza, narra el proceso interno de su personaje Muriel mientras trata de alertar y proteger a Nadia, su joven compañera de equipo, con quien observa un paralelo con su traumático pasado. Enfrentar al abusador no parece cosa fácil y menos aún en ese contexto histórico y social.

Como en El niño pez (2009) Puenzo utiliza el agua como elemento de escape y reconexión femenino. Lugar de la verdad, de la poesía en términos visuales (el diario íntimo que se desliza hasta el fondo de la piscina ) y de revelación. Tocar fondo y salir a la superficie se transforma en interesantes metáforas visuales que ayudan a contar el hecho.

Otro gran tema en su obra, que incluye las series Cromo (2015) y la producción chilena La Jauría (2020-2022), son los cuerpos femeninos. Cuerpos perpetrados, manipulados, que reciben la carga dramática del abuso tanto físico como psicológico. De esta manera el deporte de alta competencia y la presión ejercida por el entrenamiento, redobla la apuesta en términos narrativos y visuales. El trabajo del director de fotografía Nicolas Puenzo, hermano de la directora, es fundamental para marcar tal presión.

Lucia Puenzo estrena una película después de casi diez años (la última fue Wakolda en 2013) y demuestra que sus inquietudes cómo artista siguen intactas. Una película que, aunque no tenga la complejidad de sus otras obras, se las ingenia para poner al espectador en la piel de la protagonista y desde ahí contarnos sus calvarios y triunfos personales, como atleta y como mujer.

7.0
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