Estreno en el Gaumont, el CC25 de Mayo y el CCGSM

Mirko Stopar dirige “El arponero”, un documental entre Argentina y Noruega

Se trata de un documental atrapante que recupera la aventura histórica y marítima a través de la vida de Lars Andersen, un polémico cazador de ballenas noruego que conoció el ascenso, apogeo y caída en su país y, además, un lugar controvertido en la Argentina de Perón.

Mirko Stopar dirige “El arponero”, un documental entre Argentina y Noruega
martes 10 de mayo de 2022

Mirko es argentino, pero también noruego. Se fue de Buenos Aires en 2001, justo antes del corralito, pero no en un exilio económico sino “solo por amor”, siguiendo los pasos de la mujer que hoy es su pareja. Su última película, El arponero (2022), se presentó en “Noches especiales” del último BAFICI y se estrenó esta semana en el cine Gaumont y el Centro Cultural San Martín. La semana que viene, podrá verse también en la sala del Teatro 25 de mayo en el barrio porteño de Villa Urquiza y en la plataforma CINEAR en todo el país.

¿Cómo surge el proyecto de esta película y cómo llegas al personaje de Lars Andersen?
Por mi historia personal, me interesan las historias que conectan los dos países: Argentina y Noruega. Yo ya había hecho Llamas de nitrato (2014) sobre la estancia de la actriz Falconetti (La pasión de Juana de Arco, C. T. Dreyer, 1928) en Bs As y Sirena a bordo (2021) sobre el viaje de Norah Lange a Oslo. El arponero (2022) completaría una trilogía que no fue planificada como tal. También siempre me interesó hacer películas inspiradas en algún suceso o personaje histórico real con resonancia en la actualidad, pero sobretodo con aquellos que no han dejado rastro, que no se encuentra fácilmente material. Respecto a Lars Andersen, a través de mis lecturas juveniles me había quedado una fascinación algo romántica por el tema del mar y lo ballenero. E investigando el proyecto de la expedición ballenera de Perón leo por primera vez sobre este personaje: un ex nazi, noruego, que asesoraba a Perón desde las sombras. Ya en Noruega, veo que había un montón de material sobre él, que Andersen había sido una especie de celebrity hasta la segunda guerra, pero que después no había nada, era un enigma.

¿Cómo fue investigar en Noruega para "El arponero"?
Al principio generaba desconfianza. Se preguntaban quién era este argentino que indagaba por este personaje que estaba como en una la lista negra, porque el tema de la guerra y el colaboracionismo es un tema muy sensible, sobre todo para esa generación de viejos que fueron testigos. En 2017 me surge la posibilidad de escribir un libro de no-ficción en noruego sobre Lars Andersen. Publicarlo fue una gran proeza para mi, pero esto hizo que a medida que avanzaba en el proceso más me daba cuenta que la película no debía ser una biografía común y corriente, que debía ser algo más que eso. También la reciente digitalización de archivos y películas del museo ballenero me aportó mucho material.

No solo que no es una biografía tradicional, sino que también tiene elementos de “falso documental”, que nos atrapan mucho y al mismo tiempo nos hacen dudar de lo que estamos viendo. ¿Cómo pensaste la película narrativa y estéticamente?
Yo vengo del ámbito de la ficción, no me considero un documentalista. Mis colegas documentalistas están acostumbrados a producir mucho material, filmar mucho y después encontrar la película. Yo hago todo lo contrario: escribo siempre todo como si fuera un guion de ficción, hasta el último detalle. La historia es completamente verídica, es un documental, pero que evita muchas de las convenciones tradicionales de ese formato: la voz en off explicativa, las cabezas parlantes o recreaciones torpes, etc, etc. Me gusta que el espectador se sumerja en la historia como si fuera una ficción y que se olvide que está viendo un documental.

Incluso a medida que avanza la película, como espectadores, vamos cambiando nuestra opinión sobre Lars y la aparición de estos ancianos balleneros reales leyendo tu guion también le da una impronta especial al film
Yo no quería que la película tuviera un tono didáctico. Entonces me encontré con estos viejos balleneros, que son unos personajes, y se me ocurrió probar de incluirlos leyendo mi guion. Eso me iba a posibilitar que ellos mismos dieran su impresión sobre su experiencia de los viajes, su vivencia del oficio ballenero y su opinión sobre Lars Andersen, pero también sobre la película, que ellos mismos me criticaran. Yo creo que la película ganó mucho con ese recurso. Por otro lado, no quería bajar una línea, y me interesaba que Lars Andersen se viera en toda su complejidad. Si haces un resumen de Wikipedia básico, vas a decir que era un infame que exterminaba ballenas y colaboró con el nazismo y listo, pero me pasaba que todos y todas las fuentes me hablan de que era un personaje muy extravagante, muy carismático, muy magnético; y ahí viene la asociación con el Capitán Ahab de Moby Dick: era alguien de temer, pero sin embargo todos querían trabajar bajo sus órdenes y estaban dispuestos a seguirlo hasta el fin del mundo.

¿Cómo aparece el contexto económico y social en relación con la industria ballenera?
Hay un paralelismo entre lo que le pasa a Lars Andersen y lo que pasa con la industria ballenera: ese ascenso y caída. Este personaje terminó quedado en el tiempo, vuelto un anacronismo, porque ya prácticamente no hay caza de ballenas, pero es importante visualizarlo en el contexto de su época. Hoy obviamente lo condenamos, pero ese momento la caza de ballenas no solo era legal, sino que le permitió a Noruega tener su pequeña revolución industrial. También es algo ligado a la identidad de Noruega y la industria que le permitía alguien de origen pobre, progresar social y económicamente. Hay un paralelismo entre la carrera del personaje y la industria ballenera noruega. La historia va más allá de Lars Andersen.  

¿Y cómo jugaba Argentina en este esquema ballenero?
Argentina está muy ligada porque fue el origen de la primera compañía ballenera en el Atlántico Sur. La Compañía Argentina de Pesca, que estableció estaciones y fábricas en las Islas Georgias, que era capital argentino con mano de obra noruega. Muchas de las expediciones noruegas paraban en Bs As para aprovisionarse a la ida o a la vuelta y los balleneros aprovechaban para pasar unas horas en Buenos Aires. Muchos de los veteranos aún recuerdan nombres de calles y hasta de prostíbulos que había en ese entonces. También y esto está en la película, la importancia del proyecto de Perón y su expedición ballenera. Si bien ya para ese entonces no quedaban muchas ballenas, tenía más que ver con un objetivo de posicionarse ante los británicos y marcar soberanía antártica. Ese quizás fue el último avatar sobre el tema.

Saliendo de la película y yendo más a tu experiencia como director y espectador ¿Cuáles son las diferencias o similitudes culturales más significativas entre Argentina y Noruega?  
¡Qué difícil! Yo vivo hace 20 años allá, soy noruego también. Nosotros -Argentina- somos un país más joven, no tenemos una conexión tan fuerte ligada al lugar, por más de que llevemos acá 3 o 4 generaciones. Nuestros abuelos venían de Europa, no tenemos la misma sensación de pertenencia que tienen los noruegos, que pueden rastrear su árbol genealógico hasta los vikingos. En Noruega hay un sentido colectivo muy fuerte, son de hablar de “nosotros” como una entidad colectiva y no tanto del “yo”. En Argentina es exactamente lo contrario, quizás porque nos vemos todos distintos. Por esonuestros mitos, nuestros héroes, son individuos que se destacan o se rebelan sobre el resto. Argentina era un país rico que se fue empobreciendo, mientras que Noruega era un país pobre que se volvió millonario, a causa del petróleo. Eso es importante en relación a la película, porque de hecho, cuando los noruegos ven El arponero, la piensan en relación con la industria del petróleo. Las dos industrias -ballenera y petrolera- pasaron de ser motivo de identidad y orgullo a ser algo problemático, algo de lo que en parte se avergüenzan.  

Y a nivel de la industria cinematográfica, ¿es un terreno fructífero la coproducción argentina- noruega? o es un “chino”?
(risas) ¡Es un chino! Creo que soy el único que hace estas coproducciones, es mi nicho, aunque ahora empiezo un proyecto conectado con Brasil. Son dos industrias muy distintas la argentina y la noruega. En Noruega se hacenmuchas menos películas, pero tienen un apoyo muy grande del instituto de cine para que se vean, que no compitan entre ellas, que viajen a festivales, etc. Hay una política de apoyo parecida a la nuestra, pero es una industria mucho más homogénea, no hay tantos autores ni tantas voces y miradas. Acá se hacen muchas más películas y hay más variedad y en general uno ve siempre una mirada de autor diferente detrás de cada una. De todos modos, lo que yo hago es muy marginal dentro de la industria y no me siento parte enteramente de una u otra industria, soy outsider allá y acá. Hacer este tipo de películas es gratificante pero también desgastante, porque son proyectos que tardan muchos años en financiarse y en parte esas esperas hacen que los proyectos maduren. Sumado a que los países están muy lejos el uno del otro. Mis productores argentinos y noruegos nunca se vieron, pero felizmente las películas al final salen.

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