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Crítica de "Elefante blanco", Pablo Trapero desde los márgenes

Pablo Trapero se ha caracterizado a lo largo de toda una obra, que comenzó en 1999 con Mundo grúa, en ser uno de los pocos directores argentinos en poder trasladar a la pantalla grande temas marginales desde un costado masivo-industrial, y en "Elefante blanco" (2012) lo reconfirma superándose a si mismo.

sábado 29 de julio de 2023

Julián (Ricardo Darín) y Nicolás (el belga Jérémie Renier) son dos curas de los denominados 'villeros', es decir, aquellos que misionan dentro de un barrio marginal. Junto a ellos está Luciana (Martina Gusmán), una asistente social que abandonó su vida para ayudar a los demás. La propuesta de 'Elefante blanco' es, a partir de estos tres personajes, abrir un abanico de historias para poner en crisis diferentes temas como la fe y la religión, el deber y el hacer, el amor y la pasión, la duda y la convicción, tópicos que no siempre van tomados de la mano y que en este caso se convierten en antinomias.

Trapero es un director al que no se puede acusar de no mantener una coherencia a lo largo de su filmografía. En ella no se juzgan los actos de sus personajes, sino que se los observa, se los muestra sin maquillaje, con sus errores y aciertos, como seres humanos que son y con el derecho a equivocarse para volver a empezar. En Elefante blanco, la duda es lo que los azota y lo que los lleva al límite de sus situaciones. Hay quienes darán la vida por la causa y quienes traicionarán lo más sagrado, pero desde un razonamiento que, estando de acuerdo o no, resultará válido dentro del contexto en que se les muestra.

Si hay una virtud estética para resaltar, más allá de la espectacularidad visual con la que se retrata el espacio, es la falta de estilización de la violencia. A diferencia de films como Tropa de Élite (2007) o Babel (2000), donde se utilizaban una serie de recursos estéticos para convertir lo feo en bello, Trapero maneja un registro más documental en el que, a través de una imagen sucia, algo movida, evita la abyección, aunque no por eso descuida la composición de cada plano magistralmente iluminado por el DF Guillermo Nieto.

En Elefante blanco, no hay ningún tipo de concesiones, ni para los personajes ni para el espectador. Es un cine marginal en el que se pone a prueba tanto a los unos como a los otros: a los personajes en cuanto a lo que les toca vivir, y al espectador en cuanto a lo que le toca ver. Son imágenes crudas de un mundo ajeno, en muchos casos, pero que podemos encontrar mirando la televisión, leyendo el diario o a la vuelta de cada esquina.

Más allá del gusto personal de cada uno, 'Elefante blanco' es una gran película que sigue la línea ideológica de un director que, sin traicionarse a sí mismo, filma desde los márgenes un cine para todos. La masividad no es mala si no hay traición, y Trapero sigue siendo fiel a su idea de un cine popular hecho con calidad y con un perfil industrial.

9.0
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