La paradoja frenkeliana

Néstor Frenkel: "Siempre creo que esta vez se van a dar cuenta que en realidad no sé nada”

“Soy mucho mejor jugador de fútbol que cineasta", dice el realizador de la reciente "El coso" a EscribiendoCine.

Néstor Frenkel: "Siempre creo que esta vez se van a dar cuenta que en realidad no sé nada”
Néstor Frenkel
Néstor Frenkel
viernes 07 de julio de 2023

Cuando era adolescente, Néstor Frenkel quería ser jugador de fútbol, sin embargo, terminó por ser un documentalista que a la fecha logró eso que pretenden los artistas: tener un estilo. Ni siquiera él sabe muy bien cómo pasó e incluso hoy, que tiene una productora junto a la directora de cine Sofía Mora, con más de diez filmes producidos y/o dirigidos, Frenkel lo dice sin dudarlo: “soy mucho mejor jugador de fútbol que cineasta. De verdad eh. Ahí me siento en control de la situación mucho más que cuando hago una película. Más allá que en el deporte hay otros que juegan en contra y todo. Ahí siento que entiendo todo lo que está pasando, en cambio, en el cine no. En el cine siempre creo que esta vez se van a dar cuenta que en realidad no sé nada”.

Freak, bizarro o curioso, suelen ser algunos de los adjetivos que la crítica o los espectadores endosan a sus películas, sin embargo él no cree ser “un pescador de re loco, re bizarro” aunque sabe que aquello que le interesa es justamente lo que se va fuera de lo común. En efecto, Jorge Mario, el protagonista de Amateur (2011), se sale de lo común porque a lo largo de su vida ha hecho lo que le vino en ganas hacer, sin importarle mucho más que hacer lo que quería hacer. Los protagonistas de Los ganadores (2016), son conductores de radios zonales o programas de TV por aire que se autoorganizan premios para el reconocimiento de su trabajo. Los hombres retratados en Todo el año es navidad (2018), a partir de cierto parecido estético más o menos producido, una vez por año se disfrazan de Papá Noel. El mercado (2014) refleja la transformación del Abasto sin ir al enfoque clásico que supuso los noventa y la llegada de los shoppings cerrados en la sociedad de consumo. Construcción de una ciudad (2007) cuenta la mudanza obligada por el gobierno militar de la última dictadura a los ciudadanos del pueblo entrerriano de Federación sin caer en el prototipo nostálgico.

Sentados en un café de Vicente Lopez, ciudad a la que se mudó el verano pasado, le pregunto si acaso él ve lo mismo que los demás y cree también que hay algo así como “el estilo Frenkel” y aunque reconoce la interpretación, me aclara que él no dice: “voy a hacer una de Frenkel, yo hago la película mía de ese momento y me pongo en juego ahí y cada vez empiezo de cero”. Lo que sí hay, cuenta, “es un gran malentendido, ¡cada persona se me acerca a decirme cosas de mis películas!, y yo no sé de qué carajos me están hablando. Me dicen: tenés que hacer sobre tal cosa, esto es un tema o un personaje para vos. ¿Qué habrá entendido esta persona que cree que yo voy a hacer?”. Sin embargo, intentar comprender las razones del malentendido, es una empresa que poco le interesa.

Del sueño de futbolista al cine lo que pasó fue una juventud diletante sumado al poco interés por la idea de un trabajo fijo y rutinario. Un poquito de actuación, la escritura como hobby, ver a sus hermanas mayores en movidas contraculturales de la primavera alfonsinista, una banda de rock, que para Frenkel, era lo obvio de cualquier diletante, unos amigos y la casualidad, lo convirtieron en sonidista. Pero aquellos años, más allá de las producciones independientes que llevó adelante con amigos, también estuvieron marcados por su otro trabajo. Eran los años noventa y Frenkel trabajaba como sonidista en publicidad. Desde un primer momento supo que poco tenía que ver con lo que quería hacer y aunque el dinero que ganó le permitió hacerse de un buen equipo de cine, al día de hoy, cree que todo lo que sucede ahí “es obsceno”:

–La forma de producirla, de pensarla, todo es obsceno. El mal expresado, desde el vamos hay gente que se hace llamar creativos. Nunca entendí que una profesión sea un adjetivo, “yo trabajo de inteligente”. No existe eso. Y después nada, cuando ves cuarenta personas filmando un pote de mayonesa, decís esto es el sinsentido. Diez horas seguidas y todos hablando de eso, todo para una cosa que va a durar treinta segundos, va a durar una semana en la televisión y desaparece.

–¿Nunca hubo una publicidad que vos digas bueno esto está bueno, esto me gustó?
–Sí, pero más allá del producto. El sentido de para qué se hacía eso, cómo se lo hacía y la obscenidad de los presupuestos que se manejaban, toda esta cosa del director, el creativo, el cliente. Todas estas pirámides de poder, no se trata de que la publicidad era buena o no, había gente copada, me hice amigos, la pasaba bien. Pero si vas a una capa de profundidad un poquito más profunda era el horror mismo. Era como esos años, la pasabas muy bien pero estábamos viviendo el horror mismo.

Una vez curtido en la publicidad comenzó a producir y dirigir sus propias películas, en el 2001 estrenó Plata segura una película de ficción en stop motion, pero ya en 2004, con el estreno de Buscando a Reynols, dio inicio a una obra documental que de momento lleva ocho producciones dirigidas por él. La última de ellas es El coso (2022), el retrato del artista de la generación Di Tella, Federico Peralta Ramos. Y si anteriormente se podría pensar como una característica del “estilo Frenkel” al hecho de que el protagonista esté vivo, él mismo se encargó de arrojar lejos esa hipótesis:

–Uno tiene ideas que van y vienen y esa siempre la desechaba básicamente porque estaba muerto, a mi me gusta hacer este trabajo, sentarme con alguien, mirarlo a la cara y escucharlo y encontrar una forma de mirarlo. Entonces al no estar este otro, digo bueno no es un trabajo para mí. Después dije por qué no, ya hice como diez documentales que se supone que son como los que hago yo.

–Saliste de tu propia endogamia.
–Exactamente, empecé a probar ahí. Tampoco me tengo que copiar a mí y hacerme tanto cargo de que yo tengo un estilo, una manera de trabajar. Yo esto hago y esto no hago. Uno tiene sus leyes pero las leyes están para ser rotas, obviamente, para ser desobedecidas. Así que bueno desobedecí esa ley no escrita y fue genial.

 Donde el sentido común llevaría a pensar que existe una sola forma de retratar, Frenkel, no solo propone una mirada diferente sino que a partir de sus películas, si así lo quiere el espectador, se puede llegar a otras historias. Justamente porque fue eso lo que a él le sucedió: cuando viaja a Entre Ríos para filmar lo que después sería Construcción de una ciudad, conoce a Jorge Mario que, entre sus muchas cosas que disfruta hacer se encuentra la colección de premios, historia que lo lleva después a filmar Los ganadores. Esa búsqueda de lo que se escapa de lo común lo mantiene un poco alejado del cine que proponen las plataformas digitales y parafraseando a Federico Peralta Ramos, como en una suerte de precaución menciona “el peligro de caer en la Copa Melba”:

–Todo es todo, entre dos decisiones, tomo las dos. No veo decisiones, veo acumulación de los recursos, de lenguajes y de una cosa encima de la otra, encima de la otra, encima de la otra. No veo personas haciendo cosas, veo todos trabajando para un algoritmo, algo que no existe y que todo se tiene que entender, engancharte desde el minuto cero, todo tiene que ser para todo público, todo tiene que cumplir con todas las condiciones de no cancelabilidad de la época y eso no es arte. Es algoritmo, para mí. El arte es una persona que toma decisiones y ahí está la gracia, que hizo una cosa y no hizo la otra.

–¿Falta el diseño de autor?
–Llamémoslo como vos quieras pero claro, ves las películas y no son de nadie, son de Netflix. No sé yo miro más documentales… –Y cuando pareciera que está por justificar su opinión, se retracta, porque en realidad, dice, no mira nada. –es como una especie de anorexia que estoy atravesando, una anorexia audiovisual, me cuesta, me aburre, no me interesa.

–¿Ahora que fue el BAFICI, fuiste?
–Ni fui.

 –¿Mar del Plata el año pasado?
–No. Yo iba, viajaba especialmente. Miraba cinco películas por día, en el BAFICI también. Desayunaba, almorzaba, merendaba y cenaba en el shopping porque veía también cuatro, cinco películas por día, que se yo los festivales también cambió todo mucho. Parezco un viejo choto. Debo serlo. Es inevitable.

Claramente las cosas han cambiado pero Frenkel no declina sus esperanzas y continúa trabajando. Espera dentro de algún tiempo estrenar una nueva película y en el mientras tanto, quien ande en las cercanías del Cine York de Olivos, un cine de ciclos más no de estrenos, podrá ver a un hombre de metro ochenta, canoso, de gafas oscuras y un cabello resistente a cualquier teoría de la gravedad, pagar la entrada para ir a ver cualquier película que en ese momento estén proyectando:

–Ahí me pasa algo mejor, el hecho de entrar a una sala, apagar el celu, la sala oscura, pantalla grande. Miro una película y la disfruto, si esto lo hubiera puesto en mi casa no me duraba ni cinco minutos, a los cinco minutos estaba mirando el celular y a los diez la apagaba y me ponía a ver un partido de fútbol.

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