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Crítica de "Trolls", la gran fiesta pop

Los cuentos de hadas siempre remiten a la infancia. Su estructura narrativa, con lineamientos claros y precisos, nos remontan a aquellos primeros relatos que han alimentado infinidad de historias y el cine ha sabido aprovechar el verosímil que poseen, con una clara estereotipación de comportamientos y protagonistas, para crear películas que, gracias a su temática universal, pudieron trabajar con tópicos como el amor, la amistad, el esfuerzo, el compañerismo, y otros, con la clara meta de cumplir

Crítica de "Trolls", la gran fiesta pop
jueves 13 de abril de 2023

En esos cuentos también, sin convertirse en una fábula, la moraleja, aquella enseñanza final que evoca al gran relato y deja una enseñanza, potencia la razón de ser de todo cuento de hadas y termina por sumar tipos identificables que dotan aún más de sentido a la historia. En Trolls (2016), de Mike Mitchell y Walt Dohrn, la excusa de imaginar un cuento para los clásicos juguetes que acompañaron a generaciones con sus largos cabellos de colores sirve para plasmar, a partir de canciones disco, una historia que busca reforzar conceptos relacionados con la felicidad y con dónde y cómo encontrarla.

Los Bertenos son una especie de ogros que durante un día al año, denominado el Trollsticio, se alimentan de Trolls para ser felices. Cuando los Trolls, cansados de ser diezmados, deciden armar un plan para escapar de las garras de los Bertenos, ven cómo las posibilidades del trabajo en equipo les permiten escapar y ser felices sin miedo. Pero cuando la princesa Popy, la más alegre y "fiestera" (en el buen sentido) de todos los Trolls, decide organizar un megaevento para que todos los pequeños seres puedan seguir celebrando que hace 20 años huyeron de sus captores, nada la haría suponer, ni las advertencias de Ramón (el Troll gris, oscuro y depresivo), que ese festejo llevaría a que los Bertenos descubran su escondite. La villana del film, necesaria e ineludible en todo cuento de hadas, es Chef, una gigantesca bertena que solo quiere tomar el lugar del rey a partir de sus suculentas recetas en base a Trolls y que, después de ser expulsada del reino por haber permitido la fuga de los pequeños, buscará su revancha al llevar a los pequeños al lugar nuevamente.

La similitud de la película con Los Pitufos no es casual. El guion de Jonathan Aibel y Glenn Berger genera un relato relacionado con los Trolls, la vida en la aldea, sus características principales, sus objetivos (cantar, bailar, abrazar), la determinación de personajes por estereotipos y cómo contrastan entre sí (el depresivo, el feliz, el gruñón, etc.) y cómo estos rescatarán a los "capturados" de las fauces de los ogros. Por otro lado, se iniciará en paralelo una historia sobre los Bertenos, sobre aquel niño (príncipe Grisel) que se quedó sin la posibilidad de conocer la felicidad y los esfuerzos de Bridget, la criada del palacio, por hacerle notar su presencia y el amor que posee por él.

Cuando las dos historias, la de los Trolls y la de Bridget, colisionan, creando un nuevo personaje llamado Lady Brillantina, es cuando el relato potencia su narración con canciones y con la cultura pop aún más en estado de ebullición, con el disco como lema, los patines de ruedas, los colores (muchos), todo en un plan lisérgico que remite a películas como Tommy (1975) o Xanadú (1980).

La elección de la narración en off acompañada por animación en “2D” para hilvanar los acontecimientos, además, permiten ese seguimiento y cohesión necesaria tras cada número musical que el filme presenta. Claramente como cuento de hadas que Trolls es, el final feliz, en este caso muy feliz, siembra la posibilidad del inicio de una franquicia en la que la alegría, el positivismo y la “buena vibra” no hacen otra cosa que reforzar el espíritu alegre del film.

7.0
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