Crítica de “Pig”, con un gran Nicolás Cage en la búsqueda de su cerdo

Vale destacar también que Pig (2021) es una rareza. Uno se pasa durante toda la película esperando algún guiño enunciativo que nos diga que estamos frente a un chiste extraño. Pero el guiño no llega y la misma narración nos obliga a tomarnos en serio lo que estamos viendo, y cuando lo hacemos, llegamos a niveles dramáticos impensados.

La ópera prima de Michael Sarnoski es un film sobre el dolor de la pérdida. Dolor físico y emocional radicado en el rostro de Cage, quien prácticamente no habla en toda la película pero su cara de perdedor nos dice todo. 

Con sabiduría Sarnoski explota la figura del famoso actor, una estrella de Hollywood ahora protagonista de películas bastardas. Si alguien sabe de perder es él. Por eso la salida fácil del argumento no llega y el “dolor” surge capa por capa avanzada la trama.

Nicolas Cage es Rob, un ermitaño que vive como un vagabundo en el bosque aislado de la civilización, con su cerdo recolector de trufas. Su contacto con el mundo real es Amir (Alex Wolff), el empresario gastronómico que pasa una vez por semana a dejarle su paga. Un día su cerdo es secuestrado y juntos viajan a la ciudad en su búsqueda.

La película desconcierta pero no por sí misma. Sucede que quien haya visto alguna de las últimas 10 películas protagonizadas por Nicolas Cage, sabe que con el actor de Mandy (2018) se puede esperar cualquier cosa. Sin embargo, de una manera particular, la película nos introduce en su drama, en su desgracia, con sutiles pinceladas de información.

Pig ofrece un abanico amplio de interpretaciones, la actitud austera del protagonista versus la sociedad de consumo, su antiguo rol de cocinero para “servir” a gustos ajenos, su similitud con el animal que busca, son ideas que rondan el film sin cerrar ninguna. La única certeza es la entrega del actor que nos vuelve a sorprender, solo que esta vez, para bien.