Crítica de "Luca", amistad, familia y amor en lo nuevo de Pixar

Enmarcada en una paradisíaca isla de Italia en los años sesenta, la maravillosa ciudad de la ribera Portorosso, será el escenario principal para contar la historia de Luca, una pequeña criatura acuática que verá cómo al salir a la superficie se transforma en un niño de carne y hueso y decidirá asumir su nueva forma para conocer de otra manera el mundo.

A medida que la aventura avance, principalmente impulsada por otro pequeño monstruo marino, llamado Alberto, y que conozcan a Giulia, una niña empoderada y valiente, el trío decidirá anotarse en un triatlón para acabar con el reinado del miedo que Saverio, el villano de turno, mantiene.

Así, entre el secreto de Luca y Alberto, que genera la tensión para ver qué pasa con la revelación de su verdadera forma, la pasión y esfuerzo de Giulia, y la conformación de un equipo dispuesto a supera cualquier diferencia, Luca (2021) propone una amorosa historia de amistad, en la que se realzan valores como la familia, el esfuerzo y la honestidad para salir adelante.

El atrapante guion, blanco, clásico, con tres actos, es apoyado en premisas simples, las que, aún en su sencillez, pueden complejizar cómo se recupera el mito de la criatura marina que esconde su verdadera forma para sumarse a otra realidad, diferente a la suya.

Así, además, con este punto, se permite homenajear a clásicos del cine que desde Creature from the black lagoon, hasta la más reciente La forma del agua, han servido para atrapar a los espectadores con la unión de los dos mundos contrastantes y en donde las criaturas fantásticas que los habitan nada tienen de similar a los humanos con los que se conectan.

Luca, además, se permite potenciar el miedo de los dos mundos por aquello que se presenta frente a ellos, las criaturas marinas temiendo a los humanos (por allí la madre de Luca le dice al niño “el mundo es un lugar peligroso”) y viceversa, donde los hombres construyen fábulas en donde el peligro rige el destino de estos seres de la profundidad.

Pero eso es sólo un punto, porque en Luca todo es alegría, música, comida, palabras en italiano que invitan a soñar con ese paradisíaco espacio creado para el film, el que, no dista mucho, de la Genova natal del realizador.

El diseño simple de los personajes, el favorecer a los roles femeninos, y el mantener cierta dualidad en cuanto a la relación entre Luca y Alberto, además, permiten expandir el universo de la animación, escapando a lo políticamente correcto que hasta no hace tanto exigía la pantalla en cuanto entretenimiento infantil/familiar.