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Crítica de “Pibas del viento”, documental musical de Liv Zaretzky

A partir de tres historias, la intimidad de la cámara y las escenas que envuelven a sus personajes, esta propuesta habla con la música como excusa, del sentido de pertenencia de un grupo de jóvenes que desarrollan, además de habilidades con los instrumentos, herramientas para vivir en comunidad.

martes 01 de junio de 2021

En uno de los primeros planos de Pibas del viento (2020), nueva propuesta documental de la realizadora Liv Zaretzky (Extramuros), conoceremos a una de las jóvenes que llevará adelante el relato, quien, curiosa, avanza por los espacios, buscando comprender mucho más de la realidad que la atraviesa e impulsa a tocar un instrumento de viento y ser parte de un todo que con la música da sentido a su vida.

Otra dice por ahí “cuando nos enteramos del taller sabíamos que íbamos a tener que viajar más de dos horas para llegar, pero no me importó”, y la tercera, cuenta, cómo es parte de la orquesta, casi por legado, ya que su padre era miembro del club en donde se desarrolla la actividad, y en donde vive, circunstancialmente.

Zaretzky logra, en cada plano, en cada testimonio, en cada imagen que obtiene de Maite, Sofi y Guada, las jóvenes que son parte de Vamos los pibes, la orquesta en la que tocan la trompeta y el trombón, una pincelada de la vida de cada una, y, curiosamente el recorte elegido, de una manera, claro, nada azaroza, nos habla de jóvenes empoderadas, criadas por sus madres, sin una figura paterna cerca.

Este punto, además, excepto por los recuerdos nostálgicos de una de ella, que siempre acompañaba a su padre al club y con él hacía todo, es algo que no constituye para ellas una traba para desenvolverse en un mundo tan particular como el de la música y las presentaciones.

Así, la directora reposa la cámara en los ensayos que se realizan en el Club Atlanta, y que bajo la comprensiva y didáctica palabra y guía del profesor, terminarán por configurar a un espacio en donde se las escucha y respeta, y en donde la pasión impacta mucho más que las ausencias o carencias. Y mucho menos en la vida real, donde a partir del ejercicio musical, terminan por aprender y apropiarse herramientas para su desarrollo emocional y social, 

Las tres protagonistas aman lo que hacen, pero también al grupo que pertenecen, el que, en tiempos difíciles, les ha permitido seguir adelante con un proyecto propio, ajeno a las contrariedades de vínculos familiares y ausencias. Y de eso habla Pibas del viento, del valor de la vocación y la tenacidad por continuar con los sueños a pesar que TODO diga lo contrario.

7.0
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