Una caja con recuerdos

Alek

El realizador Alejandro Chomski (Dormir al sol, 2010; Maldito seas Waterfall, 2016) plasma la figura de su abuelo Alek en este compacto documental.

Alek
jueves 12 de enero de 2017
En los últimos años han surgido varios documentales que dan cuenta del vínculo entre documentalista con su propio presente y su pasado familiar. Están, desde ya, aquellos trabajos que se construyen sobre la pérdida en el contexto de la última dictadura cívico-militar (Los rubios, de Albertina Carri y M, de Nicolás Prividera, como casos paradigmáticos). Pero también hay otros trabajos que van hacia un pasado más distante y operan sobre la base del testimonio familiar, que no sólo refiere al recuerdo, sino también a la idea de “herencia”, de aquello que persiste y vale la pena ser mantenido como un tesoro común. A ese caso adscribe Alek (2016), documental que se concentra en la figura de Alek, el abuelo del realizador, un polaco comunista que emigró hacia Argentina antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial.En concisos casi cuarenta minutos, Chomski ofrece el material filmado en un viaje de 1994 en el que acompañó a su abuelo a Rusia, símbolo de sus creencias políticas pero bajo el signo de la debacle propia de los noventa. También aparecen testimonios más recientes, de su sobrino y de sus hijas (fallecidas hace poco tiempo), capaces de ampliar aquella figura que fluctúa entre la Historia (así, con mayúsculas) y la historia. El idealismo, la batalla de las ideas, el exilio y el desarraigo pero, finalmente, el “echar raíces”, son los temas que aparecen en este trabajo en donde la mirada es decididamente afectuosa.El material, tal vez por su naturaleza intrínseca, tiene algo de caos, de aleatorio, como si se tratara de sentarse frente a una caja de fotos e ir sacando imágenes en medio del desorden. Eso le aporta al documental un aspecto genuino, cohesionado no sólo por su temática, sino por esa impronta folklórica que tiene toda familia perteneciente a la colectividad judía. Resulta muy proteico ver cómo ese pasado “avanza”, “transforma”, no tanto en virtud de las apreciaciones de Alek en Rusia o en torno a ese viaje, sino en la comparación que surge a partir de los recuerdos de quienes ya lo habían sobrevivido. Se hace entonces posible apreciar la minuciosidad en el pensamiento familiar, la distinción entre lo cotidiano y lo épico y la negativa de lo segundo de desprenderse por completo de lo primero. La mayor zona de riesgo de Alek es que, por momentos, sí se extraña una operación más meticulosa, más programática, en una selección que a Chomski le hubiera significado contar con más material para trasladar a la pantalla.
7.0
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