Crítica de “Elda y los monstruos": Nicolás Herzog en un viaje hacia la autoaceptación en un mundo no binario

La trama se desarrolla en Concordia, donde Elda/Diego se debate entre dos identidades: la ambiciosa y segura Elda y el tímido e inseguro Diego. La película nos lleva en un road trip a pie hacia el altar de La Muda, una mujer trans asesinada convertida en una suerte de santa popular a la que la gente acude en busca de ayuda.

Nicolás Herzog nos brinda una narración elocuente y apasionada que explora la complejidad de la identidad de género y cuestiona los binarismos tradicionales. Elda y los monstruos no se limita a abordar la transformación de Diego en Elda, sino que también se adentra en temas como las creencias, el arte y la música. En este sentido, la película es un híbrido en sí mismo, tejiendo con destreza elementos de ficción y documental, combinando drama y comedia. La música presente agrega una dimensión adicional a la narrativa, convirtiendo la banda sonora en un elemento esencial para la expresión de los personajes.

Uno de los puntos altos de la película es la construcción de personajes que nos permiten adentrarnos en sus experiencias y emociones. A través de la peregrinación de Elda/Diego y sus tres amigos, se despliega un universo de experiencias personales que trascienden la mera búsqueda de identidad. La película se convierte en un retrato íntimo de cuatro amigos que emprenden un viaje de aventuras que a medida que avanzan en su travesía, no solo se cuestionan los roles de género tradicionales, sino que también se abren a nuevas formas de vinculación con los demás y con su propia identidad.

Con una narrativa apasionada y personajes excepcionalmente construidos, Elda y los monstruos toca fibras sensibles e invita a reflexionar sobre la complejidad de la identidad en un mundo no binario.