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Crítica de "Wonka", el mágico origen del excéntrico chocolatero con Timothée Chalamet

Protagonizada por Timothée Chalamet (“Duna”), la nueva película del director de “Paddington” (2014) explora los inicios del fantástico mundo de Willy Wonka.

miércoles 06 de marzo de 2024

Cuando una película tiene corazón, entretiene y es capaz de transportarte a un lugar soñado, ninguna apreciación podrá hacerle justicia. Wonka (2023) tiene una virtud que muy pocas producciones similares adquieren: cada detalle respira amor. Esta historia del icónico personaje pica en punta para convertirse en una de las más sensibles del año.

Supongamos que metemos al oso Paddington en una batidora junto al carisma de Timothée Chalamet, una dosis de grandes cuadros musicales y un puñado de historias emocionantes de gente marginada. El resultado será Wonka, un largometraje en donde no podremos apartar la mirada de la pantalla ni dejar de tararear cada dulce melodía. Esta aventura sostiene en alto un estilo cuyo denominador común es el buen gusto, la reinvención y, por sobre todo, la importancia de la narrativa.

Willy Wonka es alegre y genuino. Su accionar no está maquillado ni es un disfraz. Su carta de presentación, con una primera escena en donde sueña con fabricar y vender chocolates, impone el tono y la intención de la película. Pero, como un calco de la vida, las corporaciones harán lo imposible para hacer trunco su deseo.

Paul King, su realizador, opta por mantener una estructura muy similar a la que usó en Paddington 2 (2017), cinta que le valió la nominación al BAFTA. Con otros personajes y otra trama, ambas comparten premisa y fórmula. En las dos, un ingenuo protagonista que tiene un sueño familiar se topa con subterráneos personajes de buen corazón y deberá confrontar con aquellos que atentan contra los sueños, la libertad y el amor. El vínculo Paddington/Wonka, además de darse con la literatura y el realizador, es más profundo de lo que aparenta.

Basándose en los emblemáticos personajes de Roald Dahl, la cinta se aleja de los toques oscuros de Charlie y la fábrica de chocolate (Charlie and the Chocolate Factory, 2005), la obra de Tim Burton, y emplea un lujoso y sofisticado arte que va desde un vestuario cálido hasta efectos especiales que, pese a ser fantasiosos, resultan terrenales y justificados.

Wonka está plagada de sorpresas y el reparto es una de ellas. Olivia Colman (La favorita) siempre se destaca y personifica una villana de pocas luces. Por otro lado, y tal como pasó en la secuela del ya mencionado oso, un nuevo personaje de Hugh Grant configura una atracción deliciosa. Antes, como villano, ahora, como un Oompa Loompa, el inglés rompe los moldes gracias a personajes caricaturescos y repletos de matices.

Chalamet canta, baila y sonríe. Su talento es evidente y Wonka confirma que es un actor para todo el público. Sin pecar de pretensioso, este musical es capaz de recorrer las travesías de un alocado muchacho que ordeña una jirafa, flota con un paraguas y vuela con los chocolates. Los sueños están hechos para cumplirse y Willy, además de ir tras ellos, nos invitará a ir con él. A lo Paddington, y como otra de sus tantas conexiones, una lágrima recorrerá nuestra mejilla para convertirse en una sonrisa profunda, satisfactoria, aniñada y familiar.

9.0
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