Un viaje introspectivo guiado por Violeta Urtizberea en “Una casa llena de agua”

En muchas ocasiones, los distintos ámbitos de la vida de una persona no transcurren en carriles paralelos, sino que se entrecruzan a partir de diversas circunstancias. Y en el caso de la joven Milena, la protagonista de la obra teatral Una casa llena de agua, su empleo como niñera en la vivienda de una familia acomodada en la década del 90' repercute de manera inesperada en diferentes aristas personales. Así, su derrotero se narra de manera tan íntima como profunda en el destacado unipersonal escrito por Tamara Tenenbaum, dirigido por Andrea Garrote y protagonizado por Violeta Urtizberea.

La puesta escénica que se presentó los viernes de febrero en la Sala Caras y Caretas (Sarmiento 2.037, Capital Federal) sigue a una estudiante de Biología que cuida a Angie, la bebé e hija de un matrimonio adinerado. En la habitación de la pequeña, la protagonista le narra sus miedos, sus romances, sus fantasías y el nudo en el que esas líneas se conectan: la pregunta por un futuro incierto.

Una particularidad de la propuesta teatral es que Angie nunca aparece de manera física sobre las tablas, por lo que el público crea su figura a partir de las referencias brindadas por Milena, además de la propia imaginación. Si bien los monólogos de la protagonista transitan múltiples emociones, generando constantes carcajadas y también despertando algunas lágrimas, la audiencia no olvida en ningún momento el rol de la menor de la casa.

Ya sea a través de la banda sonora, de la iluminación, o incluso de las siluetas plasmadas en la escenografía corpórea, la habitación de Angie remite en reiterados pasajes al océano. Y a este sitio acuático se lo expone como un lugar de tantas posibilidades como adversidades, ya que en el transcurso del relato -que se extiende durante alrededor de una hora- Milena emprende un viaje introspectivo en el que asume los costos económicos, éticos y emocionales de la adultez.