Crítica de “Elijo creer”, la película oficial de la AFA sobre el mundial con relatos de Ricardo Darin

La copa del mundo obtenida por la selección argentina liderada por Diego Armando Maradona en 1986 fue inmortalizada por el documental Héroes (1987) una producción inglesa con relatos de Michael Caine filmada en fílmico que mostraba, partido tras partido y con sentido épico, la hazaña futbolística comandada lograda en Mexico por el mejor jugador del mundo. Años más tarde, y gracias al éxito de la primera, vendría una segunda parte dedicada al mundial Italia 90, donde Argentina se quedaría en la puerta de obtener su tercera estrella.

Pasarían más de treinta años para que la selección mayor, ahora liderada por el también mejor jugador del mundo de esta era, Lionel Messi, haga su cruzada futbolística en tierras árabes. El mundial de Qatar 2022 sería registrado ahora por una producción nacional con la misma lógica deportiva de superación y sacrificio necesaria para alzar la tan ansiada copa.

Elijo creer (2023), a diferencia de Muchachos, la película de la gente (2023), estrenada en la misma fecha, cuenta con todas las voces que tienen que estar, además del recuento del campeonato del mundo partido por partido. Los jugadores Lionel Messi, Nahuel Molina, Ángel Di Maria, Enzo Fernández, Nicolás Otamendi y Rodrigo De Paul (un narrador extraordinario Rodrigo, emociona más que el relato de Darin), el técnico Lionel Scaloni, el presidente de la AFA Chiqui Tapia y hasta el utilero Mario De Stéfano. La producción cuenta con mayor presupuesto y mayor acceso a la intimidad del vestuario. 

Se destaca Rodrigo De Paul dando detalles de su lesión que casi lo margina del certamen, expresando su inmenso instinto de superación; Lionel Scaloni dando los tips para levantar a su equipo después de la derrota inicial, y la emotiva arenga del utilero Marito antes de la final: “Esta vez no se nos puede escapar” dirá a los jugadores que vio crecer en el predio de la AFA.

Sin embargo, Elijo creer es una producción tan correcta como esquemática y transita tantos lugares comunes del film deportivo que justamente esa emoción que busca lograr en cada fotograma nunca termina de llegar. Se siente forzada y reiterativa (las imágenes finales de los festejos en las calles de Buenos Aires) y pierde espontaneidad, alma y sentimiento genuino.

Más allá de esto, la película funciona, muestra todas las imágenes y voces que tiene que mostrar (a diferencia de Muchachos) y narra de manera fluida y ágil la consagración mundial de un grupo de jóvenes atletas convertidos en patrióticos guerreros. En ese sentido cumple las expectativas generadas, aunque le falte ese plus necesario quedar en el recuerdo colectivo.