Crítica de “Norma”, una tragicomedia protagonizada y escrita por Mercedes Morán

Tal como su nombre indica Norma (Mercedes Morán), sigue las normas y tiene una vida común y corriente en un lugar tranquilo, lejos de las grandes urbes. Todo cambiará cuando al iniciar el relato, su empleada doméstica de toda la vida, Rosita (Claudia Cantero), renuncia repentinamente.

A partir de allí, del vacío que deja la ausencia de Rosita, la protagonista comienza a cuestionar su status quo, su matrimonio con Gustavo (Alejandro Awada), su vivienda, es decir, todo su estilo de vida. En esta transición, Norma, será acompañada por su nueva amiga, una psicóloga bastante atípica junto a quien recordará cómo es reír, divertirse, ser imprudente y dejarse llevar. Incluso se permitirá a si misma experimentar con la marihuana. Incluso la narración se permite jugar con las expectativas del público, mediante la tensión sexual entre Norma y un hombre más joven y de otra clase social, Roberto (Marco Antonio Caponi). A riesgo de caer en el spoiler, resulta pertinente resaltar que la falta de consumación de este supuesto romance, le da más realismo al relato.   

En este viaje de transformación y autoconocimiento, Norma debe atravesar también el duelo por la muerte de su madre. Dejar por fin de ser hija y pasar a ser simplemente mujer, dejando de lado complacer a su madre o a su marido, para satisfacer sus propias necesidades. Sus nuevos aprendizajes le permitirán en consecuencia, tender un nuevo puente de diálogo y entendimiento con su hija Inés (interpretada por Mey Scápola, hija en la vida real de Morán), quien desde el inicio parece elegir una vida menos convencional que la de sus padres. En su nuevo camino Norma además se revinculará con las mujeres en su nuevo espacio, uno más abierto y conectado con la naturaleza, que le permitirá alcanzar su plenitud. Allí reflexionarán juntas en comunidad: “que mal nos hizo el cine romántico”. Porque la película también juega con humor con los clichés del melodrama, realizando cierto gag respecto al destino de su ex empleada y la figura del doble femenino.

Este relato tragicómico y agridulce, expone constantemente la disyuntiva de la protagonista entre aquello que se considera normal y hegemónico en oposición a lo anormal y disruptivo. Norma (2023) es uno de esos largometrajes argentinos donde superficialmente parece que no transcurren grandes acontecimientos, pero que, sin embargo, en la acción interna de sus protagonistas todo cambia para siempre. Ya que después de todo, el filme plantea una historia simple, no se trata más que de una mujer en busca de su felicidad, que nos enseña que nunca es tarde para “patear el tablero” y empezar de nuevo.