Crítica de "Machos alfa", machirulos en deconstrucción

En plena crisis de la masculinidad, cuatro amigos cuarentones (Gorka Otxoa, Fele Martínez, Raúl Tejón y Fernando Gil), que se enfrentan a la pérdida de sus reinados, privilegios e identidades dentro de una sociedad que impone nuevas reglas, asisten a un grupo de autoayuda denominado “Machirulos deconstruidos”. Cada uno, desde un lugar muy diferente. Si uno está entregado en su totalidad a la causa, a otro le cuesta asumirlo. Y sí uno no tiene muy en claro qué hace en ese lugar, el otro niega ser el machista que es para auto considerarse deconstruido por sus propios medios cuando su comportamiento manifiesta lo contrario.

A través de flashbacks, la historia, que apela a la crítica en tono de sátira y humor, muestra la dinámica en la que se desenvuelven cada uno de estos cuatro "machos alfa" dentro de su entorno social y familiar. Casado y con dos hijos, pero con nula vida sexual; separado en malos términos y con una hija adolescente; matrimonio de éxito que se viene abajo cuando él es despedido y ella comienza a mantener el hogar; y una relación estable que, una de las partes, quiere abrir. Cuatro hombres que tienen como contrapunto a cuatro mujeres con un discurso propio y completamente diferente al de ellos, por el que se sienten obligados a reconstruirse.

A lo largo de 10 episodios de 30 minutos de duración, en Machos alfa, que, apuesta por el típico humor de las comedias de situación de Netflix, cercano a un costumbrismo donde la elección de arquetipos parece bastante plana y varios gags no encuentran su espacio, son los varones los dependientes. Hombres celosos, insatisfechos. decorosos o mantenidos. Tópicos empleados como elemento gracioso en busca de un humor ligero y pasatista, sin mucha elaboración ni intencionalidad. Machos alfa puede resultar entretenida, simpática y hasta correcta políticamente, pero también demasiada ligera y vacía para los tiempos que corren.