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Crítica de "Una sombra en mi ojo", la crueldad de la guerra es dolor de inocentes

“Una sombra en mi ojo” (The Shadow in My Eye, 2021) es un drama bélico que apuesta por la descripción extrema y algo menos por el cliché del horror de una ciudad destruida por un bombardeo.

Basada en hechos reales, Una sombra en mi ojo narra la historia de un bombardeo que destruye una escuela en Copenhague al final de la Segunda Guerra Mundial, en marzo de 1945, como un efecto colateral del ataque de la aviación británica a un edificio que era el centro de operaciones (conocido como Shellhuset) de la Gestapo en la capital danesa. La acometida de los británicos fue a petición de la Resistencia de Dinamarca, pues su ciudad principal había sido tomada por los nazis. La operación fue un éxito, pero por equivocación también derrumbaron el centro escolar con niños y personal docente (monjas) adentro.

Dirigido por el experimentado Ole Bornedal, este film muestra igualmente varias historias entrecruzadas de personajes involucrados y afectados por el bombardeo. Se centra en Frederick (Alex Høgh Andersen), un joven que se enrola en la llamada HIPO, un organismo policiaco establecido por la Gestapo cuya función es detectar, detener y torturar a integrantes de la Resistencia. Este aspirante a nazi pronto entrará en conciencia sobre su proceder en apoyo a una causa inhumana gracias a Teresa (Fanny Bornedal), una novicia que trabaja en la escuela en mención. Surge entre ambos un sacrílego sentimiento de atracción, ya que la chica no es una monja común, sino que posee un espíritu crítico por el cual, también y en contraparte, se autoflagela como castigo por su rebeldía.

Por otra parte, están los infantes: un adolescente de nombre Henry (Bertram Bisgaard Enevoldsen), su prima Rigmor (Ester Birch) y su amiga Eva (Ella Josephine Lund Nilsson). Ellos juegan un papel interesante porque se desenvuelven con inocencia y despreocupación por la guerra, por la religión (la escena del pan envenenado es genial) y por su educación, aunque esto es natural desde siempre y así es presentado en el relato, lo cual constituye un primer acierto. En efecto, destaca la pérdida del habla y del oído de Henry, que fue testigo de la brutal muerte de tres chicas y un anciano producto de un tiroteo, también por error, desde un avión de guerra danés en Jutlandia, de ahí que sus padres lo enviaron a vivir con sus tíos para ver si se recuperaba. Uno se pregunta ¿quién se recupera en medio de una gran guerra? La respuesta, afirmativa o negativa, la ha de dar el propio Henry.

Frente a este mundo infantil están desde luego los adultos, los padres de los niños que quieren educar, proteger y sobrellevar con sus hijos el conflicto con la mayor normalidad posible; las maestras que se refugian en la religión; los pilotos de guerra, que saben la gravedad de la misión que deben cumplir; y Frederick con su conciencia intranquila. Pero obviamente nadie está sereno en tiempos convulsos, con ejecuciones en la calle y el peligro latente que significa la HIPO.

La mayor virtud de Una sombra en mi ojo está en lo técnico, específicamente en el impecable montaje que va alternando acciones simultáneas con un adecuado manejo del tiempo. El inicio del bombardeo con espectaculares travelings desde los aviones comienza a tensar la situación porque sincrónicamente se coordinan con la descripción de lo que ocurre en la escuela y en el Shellhuset. Después de la operación aérea que da como resultado la destrucción de ambos edificios, el final se torna desesperante, con un lento suspenso, como queriendo enfatizar las dificultades de las acciones de rescate de posibles sobrevivientes. Bornedal tuvo sus razones para ralentizar ese último bloque narrativo, pero por poco y se le escapa ese enorme epílogo.

En resumen, Una sombra en mi ojo tiene momentos que en su hechura hacen recordar a Dunkerque (2017) por el dramatismo con que introduce al espectador a la acción de momentos aterradores. Igualmente, acierta al concatenar ideas e impresiones de los personajes gracias al montaje, pero también al enfrentarlos a la situación de supervivencia, sobre todo de los niños; el asunto religioso cobra relevancia en la narración porque se da a entender que, desde un punto de vista crudo y pragmático, ayuda muy poco. El drama de un hecho real causado por el belicismo aquí se intenta crear de modo más directo que la fórmula hollywoodense, pero a fin de cuentas llega a un mismo fin, aunque por otro camino, he ahí la pequeña diferencia. Como diría el maestro Tomás Pérez Turrent: “se puede ver” y bien. Está recién incluida

7.0
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