Crítica de “El bar de las grandes esperanzas”, la intrascendente película de George Clooney

El bar de las grandes esperanzas (The Tender Bar, 2021) -según la traducción de la plataforma productora- es un coming of age clásico, en el cual J.R. (Tye Sheridan) debe trazar su propio camino en la vida. Su infancia en Long Island junto a su madre (Lily Rabe), abuelo (Christopher Lloyd) y sobre todo su consejero tío Charlie (Ben Affleck), serán fundamentales en sus aspiraciones de escritor.

El film con guion de William Monahan está contado en dos temporalidades: cuando J.R. es niño (Daniel Ranieri) y vive con su particular familia y cuando es adolescente (Sheridan) e ingresa a la universidad. Entre uno y otro siempre está presente la figura de su padre ausente (Max Martini) como el gran escollo que debe atravesar para forjar su propio destino.

Quizás pueda destacarse el espíritu del escritor presente en toda la trama, con su vocación de engrandecer historias intrascendentes y convertir, a sus mediocres protagonistas, en figuras queribles y atractivas para el cuento. En esa lógica el gran héroe del relato es el tío (gran trabajo de Affleck), quien con un rol paternalista trasmite su experiencia de vida mientras comanda el icónico bar ‘The Dickens’. Allí suelta lecciones de vida sumamente valiosas para los oídos atentos de su sobrino.

Lo mismo sucede con el abuelo ‘cascarrabias’ interpretado por el resucitado Christopher Lloyd, la madre (Rabe) y los particulares concurrentes al bar del pueblo, una fauna tan figurativa como encantadora en términos del film. Y en ese espíritu de embellecer lo trivial, El bar de las grandes esperanzas suelta su mirada amena y conciliadora acerca de los escollos a sortear en la vida. 

Tal como su título en español lo indica, Clooney hace una película simpática aunque sumamente pasajera en comparación con el resto de su filmografía, que deja una sensación agradable pero insuficiente en términos de satisfacción cinematográfica.