Crítica de "El año del descubrimiento", la verdad de la historia según Luis López Carrasco

En 1992 se levantó el telón de la modernidad en España. Gracias a dos eventos masivos como la Exposición Universal celebrada en Sevilla y los Juegos Olímpicos que tuvieron lugar en Barcelona, no sólo se edificaron infraestructuras que mostraban el avance del país, sino que éste se ubicó en el epicentro del mapa mundial como símbolo de la modernidad, el neoliberalismo y el progreso.

El año del descubrimiento, obra magna y que muestra una sorprendente madurez en Luis López Carrasco, un autor que ya había cuestionado los efectos de la llamada transición política española con El futuro y Aliens, dos dignísimos precedentes que ahora son superados ampliamente por un dispositivo visual extremista, de más de 200 minutos, que parte de los testimonios, recuerdos, vivencias, diálogos, discusiones, entre pasado y presente, de unas cuatro decenas de personas anónimas, para reconstruir los acontecimientos ocurridos en Cartagena, Murcia, durante los primeros años de la década del 90, cuando manifestantes indignados incendiaron el Parlamento en señal de protesta.

López Carrasco sitúa a los protagonistas en el interior de un bar, con una estética atemporal. Los filma en primeros planos, con la pantalla dividida duplicada y un tratamiento de la imagen que se asemeja a las grabaciones caseras de finales del siglo pasado (la película se filmó en cinta magnética Hi8). Así, durante tres horas, solo alternando con algunas pocas imágenes de archivo de noticieros y publicidades que resaltaban las bondades de las inversiones llevadas a cabo en Cataluña y Andalucía, el espectador es testigo de la otra versión de la historia. Una verdad alejada de la manipulación política y los intereses dirigenciales. La verdad del pueblo.

El año del descubrimiento recupera la memoria, analiza el presente y revisa el pasado para reescribir la historia. La otra historia. Con inteligencia, maestría y una puesta cinematográfica tan audaz como magistral.