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Crítica de "La muerte de Stalin", una sátira política de Armando Iannucci

Segunda película del director de "In the Loop" que se centra en los días posteriores a la muerte del dictador y en la lucha desatada en el Consejo de Ministros por la sucesión del poder.

domingo 04 de abril de 2021

La muerte de Satalin (The Death of Stalin, 2017) es un paródico, divertido y descarnado drama histórico basado en las novelas gráficas de los franceses Fabien Nury y Thierry Robin La muerte de Stalin y Volumen 2 –El funeral. Iannucci busca contar la verdad, pero no a través de la imitación sino de la caricatura y lo hace con un afilado guion escrito junto a David Schneider y Ian Martin y un elenco notable.

La noche del 2 de marzo de 1953 murió un hombre. Ese hombre era Josef Stalin, dictador, tirano, carnicero y Secretario General de la URSS. La Muerte de Stalin es una sátira sobre los días previos a su funeral. Dos jornadas de duras peleas por el poder absoluto a través de manipulaciones, lujurias y traiciones.

Adrian McLoughlin es un postrado Joseph Stalin, Steve Buscemi un ingenioso Nikita Jrushchov, Simon Russell Beale interpreta al maligno director de la policía secreta Lavrentiy Beria, Jeffrey Tambor es el poder en la sombra encarnado por Georgy Malenkov, Michael Palin crea al maquinador Vyacheslav Molotov, Paul Whitehouse da elegancia al ministro de asuntos exteriores Anastas Mikoyan, Jason Isaacs no tiene pelos en la lengua en su papel de Georgy Zhukov, Andrea Riseborough es la hija de Stalin Svetlana y Rupert Friend es Vasily, su obstinado hijo. Grandes actores detrás de grandes personajes que toman vida propia y elevan el resultado final de un entramado narrativo conspiranoide.

En ocaciones, la historia cae en territorio bufonesco, pero Iannucci no deja de meter el dedo en la llaga para provocar (risa). Sin embargo, a veces se pierde el hilo en el complejo y veloz mundo creado, con personajes entrando y saliendo. Aunque es en ese baile de personajes (y máscaras) que Iannucci consigue calzar la brutal realidad del gobierno de Stalin.

La habilidad del director está en contar aquel tiempo pasado con personajes y situaciones perfectamente trasladables a la actualidad, con lo que su sátira adquiere una mayor relevancia pese a las salidas de tono. Resulta, en fin, un encuentro denso, divertido y encantador entre la historia, la risa y el lecho de muerte.

8.0
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