Las fotos atacan

Sonrían

Si hay una virtud que no se le puede negar a Diego Recalde es la de tener ideas disruptivas a la hora de encarar sus producciones. Si en Sidra (2010) utilizaba el montaje fotográfico para narrar una historia ficcional, en Sonrían (2019), su última producción estrenada en CINE.AR, recurre a una estética similar para construir un documental en primera persona con el que atraviesa un arco narrativo que va de la comedia al drama con una naturalidad pocas veces vista.

Sonrían
martes 30 de junio de 2020
A partir de una caja repleta de fotografías que hereda de su madre recientemente fallecida, Recalde, recurre a lo que encuentra en su interior para contar la historia de su familia. Sonrían está estructurada como una novela gráfica documental construida con fotografías que dialogan con la melancolía de los recuerdos, las preguntas pendientes y el reproche de lo no dicho. La historia, que comienza con una fotografía de la madre, dueña de la caja heredada, va armando el árbol genealógico de una familia disfuncional compuesta por padres de sangre y otros del corazón, abueles, tíes, primes, y hasta empleadas domésticas que no están fotografiadas, para avanzar desde el humor con una serie de recuerdos que develarán una violación intrafamiliar. Lo interesante del relato es como Recalde trabaja ese pasaje dramático desde la ironía y la utilización de un humor negro al límite de lo políticamente correcto, donde no solo dialogan entre sí, a través de textos sobreimpresos, los miembros del clan familiar sino también referentes como Freud, Lacan y hasta Rita Segato. Sonrían es una película tan personal como catártica, donde como en muchas otras, el realizador saca a la luz a través de las imágenes y las palabras de sus protagonistas una situación privada para hacerla pública. Lo diferente en este caso resulta la forma y el riesgo estético e ideológico que su elección implica.
6.0
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