Crítica de "Crepúsculo": Muérdeme, Muérdeme Mucho

La película "Crepúsculo" (Twilight, 2008), basada en la primera entrega de una exitosa serie de novelas escritas por una ama de casa mormona, ofrece múltiples razones para considerarla valiosa.

Crítica de "Crepúsculo": Muérdeme, Muérdeme Mucho
viernes 01 de marzo de 2024

Además del gran despliegue publicitario que la acompaña, destaca principalmente por su fidelidad al material literario original, como se evidencia especialmente a través de la voz en off de Bella, interpretada por Kristen Stewart, quien da vida al personaje principal.

La muchacha decide irse a vivir un tiempo con su padre, al pequeño pueblo de Forks. La relación con su entorno es un tanto apática al comienzo. La realizadora Catherine Hardwicke se toma el tiempo necesario para hacer una pintura de las relaciones sociales a través de la cotidianidad de los compañeros de la secundaria y la forma en la que se perciben los unos a los otros.

Por fortuna, el guion no apela a maniqueísmos, si bien los jóvenes se agrupan en torno a gustos y afinidades, como es de suponer en cualquier grupo adolescente. Los más “señalados” son los hermanos Cullen, pálidos y recluidos en sí mismos. Lo que nadie sabe (más allá de que circule alguna que otra leyenda) es que son integrantes de una estirpe de vampiros que no mata a humanos, bien distinta a la de los vampiros “malos”, mucho menos amables con aquellos.

El resto del film sigue los convencionalismos de un romance, con las particularidades del caso, obviamente. Aquí el mayor conflicto pasa por saber si Edward Cullen (Robert Pattinson) se abstendrá de beber la sangre de su enamorada. Catherine Hardwicke se instala en la intimidad de la pareja con una estética que podríamos denominar cool: ralentis, acordes de guitarra eléctrica y una fotografía casi publicitaria. Si bien son procedimientos altamente artificiales, singularizan el encuentro entre ambos, y gracias a la versatilidad de los intérpretes (en especial de Kristen Stewart) confluyen en un romance verosímil e intenso.

En sintonía con Entrevista con el vampiro (pero sin el homoerotismo que la recorría), el film está teñido de una melancolía en estado puro. Melancolía por la imposibilidad natural de amar, pero por sobre todo por cuestiones generacionales y de raza. Ese costado más “social” no se resiente con el intimismo del film. Por el contrario, se nutre del mismo y viceversa.

Crepúsculo es, finalmente, una película de diseño, con un casting riguroso y un guion un tanto previsible. Pero el resultado final deja puntos a favor tanto en la puesta como en las actuaciones.

6.0
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