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Crítica de "El Niño y la Garza", regreso triunfal del japonés Hayao Miyazaki

Luego de ganar el premio a “mejor película animada” en la última entrega de los Golden Globes, llega a las salas argentinas la esperada animación del Studio Ghibli.

viernes 12 de enero de 2024

El Niño y la Garza (Kimitachi wa Do Ikiru ka, 2023) es escrita y dirigida por el aclamado ilustrador japonés Hayao Miyazaki, uno de los principales exponentes de la animación mundial. A esta altura de su trayectoria, resulta pertinente recapitular algunos acontecimientos del artista. Miyazaki inició su carrera como animador en 1963, cuando se unió a Toei Animation. En esa misma década trabajó cerca de su mentor, el director Yasuo Otsuka. A partir de su trabajó allí, en la década del ´70 junto a Isao Takahata, colaboraron en varias producciones de anime, como en la serie popular Heidi, para el estudio Zuiyô Enterprise/Nippon Animation. Posteriormente, en 1985 fundó con Takahata su propio estudio de animación llamado Studio Ghibli, de gran repercusión internacional. Además, a lo largo de su carrera Miyazaki ha publicado algunos manga (comics de origen japonés).  

El Niño y la Garza si bien está basada libremente en la novela "Kimitachi wa do ikiru ka" publicada en 1937 por Yoshino Genzaburo -y que al igual que el título del film en japonés su traducción literal sería “¿Cómo vives?”, pero que se refiere a la pregunta existencial y filosófica “¿Qué clase de persona quieres ser?”- concretamente el largometraje presenta una historia distinta con estrechos vínculos biográficos respecto a la niñez de Miyazaki. Al igual que el texto literario, el protagonista de El Niño y la Garza es un preadolescente, que deberá emprender -como en varias películas del director- un viaje de autoconocimiento tal como en las “Bildungsroman” (novelas de aprendizaje), para definir qué tipo de persona desea ser y cómo se comportará en el mundo. Tal es así que en su nueva habitación Mahito encuentra un libro que le ha dejado su madre, un ejemplar de la novela mencionada anteriormente. 

Esta obra animada que le llevó al Studio Ghibli siete años de realización, narra la historia de Mahito Maki, un chico de doce años cuya madre fallece a causa de un incendio provocado por los bombardeos de la Guerra del Pacífico. El relato se sitúa a fines de la década del ´30 en Japón, tras perder a su madre, el niño y su padre Shoichi, propietario de una fábrica de municiones aéreas se trasladan a su finca en el campo. Su padre hizo pareja con la hermana menor de su difunta madre (algo tradicional en aquella época), Natsuko, quien está embarazada y en ese mismo campo viven varias ancianas que asisten a la familia en cuestión. Representando así el orden tradicional de domesticidad donde las mujeres atienden las tareas del hogar y el cuidado.

El personaje de Shoichi posee varias similitudes con el padre en la vida real del director, Katzuji Miyazaki fue ingeniero aeronáutico y director de la empresa familiar Miyazaki Airplane durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando Miyazaki tenía apenas tres años, su familia fue evacuada, mudándose reiteradas veces a causa de los bombardeos, terminando en Kanuma, donde se encontraba la fábrica Miyazaki Airplane. Asimismo, la madre del artista estuvo enferma varios años. Si bien su familia tenía un buen pasar, la guerra dejó gran impacto en la memoria del realizador. Seguramente a ello se debe que accedemos al relato a través de la subjetividad de Mahito, a través de la mirada y escucha de este traumado niño. Un jovencito que sigue pensando en su madre en silencio, Mahito habla poco pues “la procesión va por dentro”.  La guerra ya estaba presente en otros largometrajes del director como Se levanta el viento (Kaze tachinu, 2013), cuyo protagonista diseña aviones de combate, y Porco rosso (Kurenai no buta, 1992), vinculado a la Primera Guerra Mundial.

Al llegar al campo, con el deleite de los paisajes naturales que siempre ofrece al público el cine de Miyazaki, Mahito es recibido por una peculiar garza. Luego de varios encuentros torpes, el protagonista sigue el rastro de las plumas de la garza, tal como Alicia sigue al conejo en Alicia en el país de las maravillas, que lo llevará a cruzar un “portal” hacia otro mundo. A partir de allí, nos encontramos con uno de los estilemas más recurrentes del autor, la existencia de dos universos paralelos, uno más ligado a lo supra celestial y la fantasía, y otro más terrenal y real. Ese peculiar híbrido entre realidad y fantasía forma parte de pensamiento onírico del protagonista. En adición en estos mundos extraordinarios de Miyazaki, suelen aparecer extrañas criaturas, ya sean parecidas a algún ser del reino animal o criaturitas etéreas, como en este caso son los “warawara”. Unos seres pequeñitos blancos que cuando poseen alegría ascienden y se convierten en estrellas. En este mundo de fantasía, las mujeres poseen roles más activos, son piratas o capaces de producir fuego para proteger a los seres que lo necesitan.

Al igual que en El viaje de Chihiro (2001) -la primera película de anime en ganar un Oscar- a través del contacto con ese otro universo, Mahito emprenderá un aventurero viaje de aceptación, maduración y autoconocimiento. En ese plano, habitan sus antepasados, el tío abuelo de su madre (quien le otorga un legado y un propósito) y el espíritu de su madre, metafóricamente corporizado en la niña que produce fuego, como si su madre hubiese renacido en ella o nunca hubiese muerto. Este parece ser el plano de la eternidad, donde reside el equilibrio del universo. La complejidad estructural que plantea Miyazaki y los vaivenes entre ambos universos que atraviesa el protagonista, recuerda al poema chino: “Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu”. 

Aunque la película es más que lograda y se encuentra por encima del promedio de lo que suele brindar el cine de animación internacional, se considera que no sobrepasa a la entrega anterior de Miyazaki, Se levanta el viento, o las tan revisitadas Mi vecino Totoro (1988), El viaje de Chihiro, Ponyo (2008), La princesa Mononoke (1997) y El castillo ambulante (2004). Sin embargo, por supuesto se espera que el director japonés no se retire del oficio como había anunciado en 2013 y siga brindándonos piezas con un trabajo de animación excepcional e historias tan únicas como esta. En su desenlace, El Niño y la Garza restaura el orden a favor de la institución familiar y la armonía, deleitando al público a través de su estética y la música de Joe Hisaishi, colaborador habitual del equipo técnico del director. En una entrevista en el 2014 Hayao Miyazaki dijo en la revista Cahiers du Cinema respecto a su retiro: “Por mi parte no se me ocurre la idea de parar. Amo mucho este trabajo. El ideal es el final de Molière: morir en el trabajo, encantando a la gente”.  

8.0
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