Crítica de “Ven a mi casa esta Navidad”, Leonora Balcarce en un infierno navideño

Ven a mi casa esta Navidad (2023), que lleva el nombre de una canción del cantautor Luis Aguile, es un film de climas situado en una calurosa cena de vísperas de la navidad. Un retrato agobiante por los rituales y modismos familiares que debe soportar Inés (Leonora Balcarce) cuando asiste a pasar la festividad con la familia política de su hermano.

El encuentro está cargado de sonrisas falsas, prejuicios y mandatos sociales que la protagonista percibe como un enorme peso sobre sus hombros. Ella tiene cuarenta años, no tiene hijos y está soltera, algo que la familia (la política y la propia) no dejarán de resaltar con cada comentario. El ambiente se enrarece y la cena se convierte en un calvario para Inés, quien debe resistir hasta el brindis de medianoche con una sonrisa los embates de los comensales.

Sabrina Campos realiza un film de corte impresionista, al filtrar la realidad por el sensorial punto de vista de la protagonista. Los planos cerrados del rostro de Leonor Balcarce sacan de foco fondo y personajes, centrándose en su interior. Este recurso genera aún mayor claustrofobia sumada a la percepción constante del calor y el tiempo que se dilata.

De a poco nos enteramos del pasado de Inés, pequeños indicios de su vida amorosa y profesional, brindan información sobre su estado emocional que deambula entre la vulnerabilidad y la fortaleza. Entre la mirada acusadora y su derecho a elegir su vida, surgen momentos de angustia y también de un humor incómodo, para cortar la tensión dramática.

Ven a mi casa esta navidad se siente como una película anti navideña, por deconstruir las ideas de esperanza y contención familiar asociados a los relatos sobre la Navidad. Pero también, porque pone en escena como pocas películas, la incomodidad de celebrar las fiestas y seguir rituales sociales y alimenticios con una sonrisa, ante el calor extremo de esas fechas en Argentina.