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Crítica de "Los (casi) ídolos de Bahía Colorada", entre la alegoría y la caricatura

La música de banda y grupera que ha permeado a todo México e incluso trascendido fronteras, internacionales y genéricas, se percibe como un modelo que fundamenta las aspiraciones de muchos jóvenes con inquietudes musicales y hambre de éxito. Son innumerables los grupos y solistas que incursionan en esos ritmos con resultados satisfactorios, tanto en el aspecto monetario como en estilos de vida suntuosos.

En ese tenor, llega así Los (casi) ídolos de Bahía Colorada (2023), película mexicana dirigida por Ricardo Castro que narra la vida en paralelo de dos jóvenes que son medios hermanos, hijos de Valentín Abitia (Guillermo Quintanilla, que también narra en voz en off la primera parte de la historia), el líder vocalista de una banda de música norteña que muere cuando ellos son pequeños y deja la idea de ser todo un triunfador; de hecho lo es, pero no al grado de super estrella como los chicos pensaban y que crecieron con esa imagen triunfalista del progenitor. Más bien el hombre es todo un Don Juan del norte.

Los jóvenes hermanos viven en Bahía Colorada, un pequeño pueblo costero cercano a Mazatlán, Sinaloa, pero con diferentes proyectos a futuro. Romeo (Benny Emmanuel) decide emigrar a la capital del país para convertirse en actor especializado en roles de villano de telenovelas, mientras que Preciado (Harold Azuara) elige emular a su padre como cantante de banda sinaloense. Hasta antes de eso, vemos que los consanguíneos no se llevan nada bien.

 Por otra parte, en Bahía Colorada existe como principal tradición una carrera anual de autos, un rally internacional por el desierto que ofrece un jugoso premio en efectivo, entonces Romeo decide volver luego de un tiempo para participar en la competencia y “así honrar la memoria de su padre”, según él. Preciado por su parte ya es vocalista de una banda con la que intenta abrirse paso en el mundo de la música, pero francamente le falta voz (bueno, vale decir que en realidad no es muy necesaria un gran voz para este género), y es abucheado en presentaciones en un bar local.

El reencuentro entre los medios hermanos no es nada agradable debido a que la abuela de Preciado, Doña Connie (Nora Velázquez), es dueña de un taller mecánico que Romeo reclama como suyo para vendérselo al cacique Don Tasio (Dagoberto Gama), un aprovechado dueño de media Bahía Colorada y que sufre de burlas por tener ojos verdes (le dicen “La Muñeca”). Esto genera aún más encono entre Preciado y Romeo.

Total, que ambos jóvenes no son buenos para lo que soñaban: ni actor ni cantante grupero, sino que cada quien tiene talento para otras cosas. Preciado es hábil en la mecánica y la carrocería de autos y Romeo sí tiene cualidades vocales. Después intentan a regañadientes un ensayo pero Romeo se desespera porque no le gusta la música regional. Finalmente Preciado opta por correr la carrera, tuneando el viejo auto de su padre, con su abuela como copiloto, sin embargo Romeo es convencido por una amiga de que acompañe a su hermano. Y esto deriva en una especie de road movie grupera con participantes variopintos.

Los (casi) ídolos de Bahía Colorada es algo así como un alegoría de elementos culturales de una región que han influido en muchas otras zonas del país y del extranjero. Alegoría por no decir caricatura. Claro, el retrato no es exacto, pues hay demasiado color en vestimentas, autos, casas, negocios y demás. Así tampoco se ven muy cómodas las actuaciones de los jóvenes Emmanuel y Azuara, que es más por los roles asignados, aunque se reconoce su esfuerzo y se nota cierta química que desarrollaron desde que eran integrantes del elenco adolescente de la exitosa serie televisiva “La CQ”, en la década pasada. El rally también es algo fantasioso y algunas actividades cotidianas presentadas no cuadran. Cuando los chicos van en busca del viejo auto de Valentín, que estaba guardado en casa del tío Cosme (Silverio Palacios), éste viste como un hippie norteño totalmente fuera de la realidad. Otra cosa: la vestimenta exagerada para conducir una competencia de autos, aunque el comportamiento infantil de los hermanos puede justificar eso. En buena medida siguen siendo los CQ, ni modo.

Entonces lo que tenemos es una transgresión de estereotipos ¿Eso quería el director Castro? Pues no creo; más bien los estereotipos se tergiversan y queda una mescolanza hasta cierto punto interesante, pero si bien la cinta cuaja en algunos segmentos, el camino no fue fácil: hay varios chistes malitos que por lo mismo se quedan al nivel de esos standuperos de Comedy Central, medio maletones. Las reflexiones sentimentales, por otra parte, lucen algo caricaturescas.

¿Qué se rescata de esta película? La aportación experimentada de Quintanilla, Gama y Nora Velázquez, así como de las jóvenes actrices Ana Celeste (como Marén, enamorada de Romeo e hija de Don Tasio) y Esmeralda Soto (Dively la guitarrista de la banda de Preciado), así mismo de Diego Sandoval (Tino, el hermano macho-afeminado de Marén). En lo argumental, pues el encuentro de los personajes, sobre todo los jóvenes, consigo mismos en aspectos como la vocación, la solidaridad, la amistad y el amor, así también algunos modismos sinaloenses bien utilizados. En lo visual, parte de la estética colorida, los paisajes naturales y las secuencias del rally.

¿Se puede ver Los (casi) ídolos de Bahía Colorada sin remordimientos? Claro. Genera esa grata sensación de pena ajena con morbo, de una narrativa apenas fluida y un suspenso bien trabajado en la carrera automovilística. Cabe señalar que el experimentado director culiacanense Beto Gómez intervino como guionista, lo cual hace pensar en su estilo juguetón y sarcástico lo vertió en esta cinta.

6.0
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