Crítica de “La vida a oscuras”, el amor de Fernando Martín Peña por el fílmico

La vida a oscuras (2023) es un documental de observación que sigue de cerca a Fernando Martín Peña en su vida diaria abocada a la conservación del material fílmico, con algún que otro relato en off del propio Peña guiando las imágenes que vemos.

En la primera escena accedemos a la sala de proyección, espacio idóneo de Peña. En él vemos el trabajo manual con el proyector, el tratamiento y manipulación de las películas en 35mm. La descripción del trabajo de antaño denota el amor del cinéfilo por el dispositivo cinematográfico. En una segunda etapa accedemos a la casa de Peña, un gran archivo fílmico con más de 8000 títulos según él mismo cuenta. Vemos estanterías hasta el techo y latas de películas hasta en el baño. Un verdadero abrazo cinematográfico a su persona quien hace sus tareas domésticas rodeado literalmente del material.

Enrique Bellande sigue de cerca a Peña en el Malba, presentado como su segundo hogar, en donde oficia de programador, proyectorista, presentador y hasta cortador de tickets. Fuera de ese espacio, vemos las proyecciones con público de Filmoteca en su ocaso (antes de que el Gobierno de Cambiemos baje el programa), o su visita al laboratorio Cinecolor antes de cerrar sus puertas frente al nuevo paradigma digital, o su concurrencia a las distribuidoras para llevarse copias destinadas a la basura. 

La imagen de las latas de fílmicos siendo arrojadas a un contenedor en la puerta de una distribuidora es desgarradora. Marca el fin de una época y de un ciclo frente al cual Peña se posiciona con el trabajo de conservación fílmica en su hogar, ante la no existencia de una Cinemateca Nacional como aclara. Un restaurador del pasado y de la historia del cine.

La vida a oscuras es un homenaje a Peña y su vida dedicada a la conservación de su gran colección de películas, pero también, es un homenaje al cine y su legendaria materialidad. Hay, como en Los Fabelman (The Fabelmans, 2022) de Spielberg, una detallada descripción de la manipulación del material, una fascinación por la magia de enhebrar la cinta en los viejos proyectores de 35mm y ver proyectada la luz sobre la pantalla. La imagen superpuesta del rostro de Peña a través del visor sobre la película proyectada, resume de manera poética la entrega de Peña al séptimo arte.