73 Berlinale

La mejor edición del Festival Internacional de Cine de Berlín de la última década

Con dos premios para el cine argentino, la 73 Berlinale llegó a su fin con un balance más que positivo, consolidándose, sin dudas, como una de las mejores ediciones de los últimos diez años.

La mejor edición del Festival Internacional de Cine de Berlín de la última década
"Almamula"
"Almamula"
sábado 04 de marzo de 2023

I. Principio

La ceremonia y la película de apertura de la 73° edición de la Berlinale llevaban a temer lo peor. Los discursos de los políticos fueron eternos y la necesidad de sobreactuar compromisos y machacar relatos generaron momentos ciertamente tragicómicos. En el inicio del festival quedó claro que lo que más importaba era pasar revista (y sentar postura) respecto de la agenda política del momento: 1) Condenar la invasión rusa a Ucrania; 2) Condenar la situación de las mujeres en Irán (alguno se acordaría también de Afganistán) y, 3) Derramar una lágrima en público por el terremoto en Turquía y Siria.

Parece casi impropio tener que aclarar que se comparten, en términos generales, esos posicionamientos. Lo que asusta es el discurso único, la imposibilidad de disenso o matiz alguno, la declarada voluntad de dejar establecido “esto es lo que está bien” y “esto es lo que hay que pensar”. En ese sentido, el lugar otorgado al presidente de Ucrania (hablando, en directo y en inglés, desde la enorme pantalla del Berlinale Palast) suena tan excesivo o impropio como el tono triunfalista y bélico con el que el propio Volodymyr Zelenskyy terminó promocionando el imposible documental Superpower, dirigido por Sean Penn (presente en el escenario).

Este tipo de excesos son lo que llevan a las cancelaciones, a la no aceptación de directores o películas rusas en los festivales internacionales, a la censura nacida de un pretendido consenso bienpensante o bienintencionado (ahí está lo acaecido con Sergei Loznitsa hace bien poco, como claro ejemplo). Para quien escribe estas líneas, no era el momento, ni el lugar, ni el modo.

Para colmo alternar esas declamaciones con una estética, música y dinámica de festejo (casi de Music Hall), dio como resultado una situación equívoca y contradictoria. Eso quedó en evidencia, por ejemplo, cuando de un número musical se pasó a la declaración sobre la consternación que se decía sentir por el terremoto en Turquía y Siria, con todas las pantallas sobre el escenario trocando sus imágenes festivas por las de la tragedia (¡El show de las víctimas del sismo…!).

En ese contexto, la aburrida medianía cargada de sobreactuaciones de  la película elegida para abrir la muestra (She came to me, de Rebecca Miller) parece casi una anécdota. Sobre todo si se toma en cuenta la consistente costumbre del festival de escoger obras entre olvidables y soporíferas para esa instancia. Aquí, la comedia romántica nunca funciona como tal tanto por la acumulación de guiños y mohines de unos sobreactuadísimos Peter Dinklage y Anne Hathaway, como por la tosquedad de los giros del guión. Todo es anacrónico, previsible, grueso. En ese contexto, Marisa Tomei (algún algo incómoda y con cierto aire de “piloto automático”) prodiga los únicos momentos de belleza y verdad.

…y sin embargo…

Lo dicho: de tomarse la apertura como un anticipo o indicio, todo llevaba a temer lo peor.

Pero no. Asisto a la Berlinale desde 2010 y puedo decir sin temor a equivocarme que esta ha sido la edición más consistente y coherente, que mejor a dado cuenta de una idea sobre el cine en el que (finalmente, tras los tropiezos y demoras causados por la pandemia) queda en claro la mirada de Carlo Chatrian, su director artístico desde 2020.

Y en esa sensible mirada hay compromiso sincero (y no mera declamación para la tribuna). Hay empatía y diversidad. Hay respeto al público. Esos valores que se demuestran con hechos, no con discursos vacíos y repetidos casi como una letanía (en la apertura, se ve que para no decir nada impropio, las palabras vertidas en torno a la situación de Ucrania fueron repetidas textualmente, con idénticos términos, por todos quienes hicieron uso del micrófono).

Aquí un breve intento de sustentar lo recién afirmado:

II.1. La competencia oficial

En mi experiencia, la competencia principal (esa a la cual la prensa presta más atención) solía ser (como conjunto) lo menos interesante de la muestra. Siempre con alguna honrosa excepción, pero que no dejaba de ser eso mismo: una excepción.

Esta vez el conjunto ha sido muy sólido y diverso. Incluyendo documentales y películas de animación (algo poco habitual, por cierto). No ha habido películas de esas que sólo se entiende su inclusión en este lugar de privilegio por el origen, el tema o el director pero cuya visión sólo genera sufrimiento. Es la primera vez que la Berlinale no da lugar al cine de la crueldad al que tanto lugar se le otorga, por ejemplo, en Cannes (y ahí está la última gran ganadora de ese festival, El triángulo de la tristeza, actualmente en cartel mientras se anuncia que su director Ruben Ostlund, presidirá el jurado cannino este año).

El digno palmarés, de hecho, fue quizás fruto del consenso posible, quizás la manera más cómoda de decidir a quién iba el Oso de Oro sin matarse entre los integrantes del jurado. Como ya hemos dicho aquí mismo, no es que Sur l’adamant, de Nicolas Philibert, se trate de una película fallida. Correcta, sin demasiado vuelo, su mirada sobre la salud mental genera el paraguas de la corrección política, evitando de ese modo el debate que hubiera suscitado alguna propuesta más disruptiva. En ese sentido, el premio al mejor guión para Music, de Angela Shanelec, supo a muy poco para la obra más personal e inteligente de esta edición. Fue Radu Jude quien presentó (aludiendo a cómo los guionistas conformaron un modo de control sobre las películas en los orígenes del cine) y puede imaginarse un debate en el que en el premio mayor y en los que reconocieron las actuaciones, fueron determinantes las actrices Kristen Stewart (presidenta del jurado) y Golshifteh Farahani. Los galardones a Sofía Otero por su protagónico en 20.000 especies de abejas, de Estibaliz Urresola Solaguren y Thea Ehre, por Till the End of the night, de Chistopher Hochhäusler (por una actuación “de reparto” que no lo es), sin ser desatinados parecen poner el acento más en el tema y el mensaje que en las interpretaciones propiamente dichas. 

Indiscutibles los reconocimientos a Philippe Garrel por la dirección de la hermosa y emotiva deriva familiar (y auto-homenaje/despedida) de Le grand chariot y el premio del jurado Mal viver, quizás la mejor película de ese gran director que es Joao Canijo. Bien también (y arriesgada decisión) el otorgar el gran premio del jurado a Afire, de Christian Petzold. El hecho de atreverse a destacar lo que en los primeros dos tercios de la película parece una comedia bastante liviana es un gesto interesante que se opone a la postura de buena parte de la crítica, que no supo ver las marcas autorales de la última obra del director de las inolvidables Barbara, Transit, Phoenix y Undine.

Más allá de los reconocimientos a la fotografía de la muy olvidable Disco Boy (Giacomo Abbruzzese), muchas de las ignoradas en el palmarés se encontraron por encima de la media habitual de esta sección. El “policial” australiano Limbo, de Ivan Sen (con el paisaje como protagonista), la mexicana Tótem, de Lila Avilés (un tour de force rodeando la despedida familiar de un joven padre que cursa una enfermedad terminal), la muy interesante comedia romántica Past lives, de Celine Song y la animación Suzume, de Makoto Shinkai, configuraron muy acertadas decisiones de la selección. The shadowless tower (producción china dirigida por Zhang Lu), deriva familiar atravesada mansamente por el melodrama, fue quizás la gran (e injustamente) ignorada al momento de los reconocimientos.

II.2. Encounters

Con toda justicia el premio al mejor film de la sección Encounters fue para Here, de Bas Devos (Bélgica). En lo personal, el gran descubrimiento de este festival. Desde lo formal y lo temático, este recorrido que parte de la comida que con lo que le queda en la heladera un laburante rumano en Bélgica quiere agasajar a sus compañeros para derivar en la relación que traba con una chica de origen chino que se interesa por la flora silvestre, emociona con las mejores armas del cine. Película sensible hecha de detalles, de poner en foco aquello que habitualmente no se mira. Amable, sensible, única, inolvidable.

En esta sección el premio a la mejor dirección fue  para la mexicana El eco, de Tatiana Huezo y el Premio Especial del Jurado para Samsara, radical propuesta del gallego Lois Patiño (que, por ejemplo, se atreve a dejar la pantalla en negro durante 15 minutos, invitando a los espectadores a cerrar los ojos y sólo escuchar).

Más allá de los premios, es de destacar en esta sección la inclusión de una inteligente comedia como The adults (De Dustin Guy Defa, con Michael Cera). Aquí también se programó la última película del prolífico Hong Sang Soo (In water, casi totalmente fuera de foco y, hasta ahora, su única película que me resultó no sólo boba sino fea) y la argentina Adentro mío estoy bailando, de Leandro Koch y Paloma Schachmann, ganadora del premio a la mejor ópera prima de todas las secciones del festival (y a la que ya nos referimos en Escribiendo Cine).

II.3. La presencia argentina

En la enorme y heterogénea sección Panorama, por su parte, tuvo su premier mundial El castillo, dirigida por Martín Benchimol. Como la precedentemente citada, una deriva que pone en cuestión los límites entre ficción y documental. 

En la muy prestigiosa sección Forum este año se presentaron tres películas argentinas. El documental El juicio, en el que Ulises de la Orden  recupera el registro de imagen y sonido del juicio a las juntas militares acaecido en nuestro país tras la recuperación democrática en 1983; la personal (extraterrestre) comedia Arturo a los treinta, dirigida, escrita y protagonizada por Martín Shanly (Juana a los doce, que puede verse en la plataforma MUBI) y El rostro de la medusa, de Melisa Liebenthal (que tuvo su premier mundial en el Festival de Mar del Plata y ya fue estrenada en Argentina).

De la sección Generation, que pone el acento en la mirada de niños, adolescentes y jóvenes, formaron parte las películas Almamula, de Juan Sebastián Torales y Desperté con un sueño, coproducción mayoritaria uruguaya dirigida por el argentino Pablo Solarz. 

Para quienes viven augurando crisis terminales, la nutrida y heterogénea presencia de películas argentinas en los festivales más importantes del mundo desmiente con hecho las cantinelas de esos agoreros.

II.4. Forum/Panorama/Generation/funciones especiales

La Berlinale es tan enorme e inabarcable que uno siempre puede acceder a un mínimo porcentaje de las propuestas que la componen. Aún cuando se nota cierta reducción en cuanto a cantidad de obras programadas (punto común de todos los festivales del mundo, con la excepción de Cannes y Venecia). Así, y dentro de esa parcial mirada que la humanidad de quien escribe estas líneas permite, entiendo que no son pocas las películas de estas secciones que merecen ser destacadas.

Misterios de la distribución internacional, entre las funciones especiales tuvo lugar la premier en Alemania de las candidatas a los Oscar Tar y The Fabelmans. Esta última en el marco del homenaje (con retrospectiva incluída) al impar Steven Spielberg. Lujos que se puede dar la Berlinale, el panegírico que precedió a la entrega del Oso de oro honorario estuvo a cargo de Bono. Contra cualquier prejuicio, el músico demostró conocimiento de la obra de Spielberg, fue profundo, emotivo y dejó en claro en todo momento que entendía quién era la estrella esa noche. ¡Momento inolvidable de esta edición!

De lo visto en Forum merecen mencionarse The bride (de Myriam U. Birara, melodrama ruandés, atravesado por el genocidio), la surrealista mirada rumana sobre el feminismo, cultos y sectas de Mammalia (Sebastian Milhailescu), el enigmático juego de roles que propone la ficción coreana Regardless of us (Yoo Heong-jun) y el documental In Ukraine (de Piotr Paulus y Tomasz Wolski, que a diferencia de Superpower, sí se ocupa de mostrar imágenes de la invasión y no de construir un relato o una campaña política). Mención especial para el documental Notre corps, en la que Claire Simon hace foco sobre una clínica ginecológica francesa, poniendo el cuerpo al film de una manera muy particular, personal y comprometida.

Última referencia para la película francesa Le paradis, presentada en la sección Generation (subsección 14plus), coming of age en un reformatorio de menores que conjuga la habitual mirada gala sobre los “servicios públicos” (también presente en las citadas Sur l’adamant y Notre corps) con una indagación sobre la libertad, los límites y la sexualidad.

III. Fin

 Si sobre la ceremonia de apertura es mejor no abundar más, al momento del cierre todo fue un poco más amable. Y no porque no hayan sucedido algunos eventos dignos de mención (Johnie To, por ejemplo, no presentó ningún premio, no ingresó con el resto del jurado ni se sacó fotos con ellos). Pero no es este el sitio para dar visibilidad a cotilleos y los premios son anécdotas en esta ficción creada en torno a la pretendida “competencia” entre hechos artísticos.

Lo que nos queda es un festival que puede darse el lujo de convocar figuras, que produce momentos únicos (y masivos) como el del reconocimiento a Steven Spielberg, pero que elige dar lugar a producciones pequeñas y personales, que quiere acompañar a películas sensibles y humanistas, que da real visibilidad a la diversidad. Otros años hemos hecho referencia al cine de la crueldad o a las imposiciones de la corrección política que transformaban algunas secciones en algo parecido a “United Colours of Berlinale”.

Eso ha cambiado. Y el cambio, positivo, llama a la ilusión. Después de todo, lo expuesto tiene su lógica. Tal como algunos solemos hacer en nuestras vidas, “mejor pasar el mal trago rápido” y después poder disfrutar en serio. Si lo sucedido en gran parte de la apertura era el precio a pagar para poder hacer este festival, bien pagado está.

Gracias Berlinale por esta 73° edición.

Te puede interesar
Últimas noticias
MÁS VISTAS