Sala Lugones

Crítica de "Las poetas visitan a Juana Bignozzi", el valor de la palabra

Con un tempo narrativo absolutamente preciso, que se traduce en imágenes de una belleza única, Laura Citarella y Mercedes Halfon revelan en "Las poetas visitan a Juana Bignozzi" (2019) algunos retazos de la vida de la escritora que supo con su poesía y trabajo darle voz a un específico labor de narración en el que se revelaba, y a la vez permitía entender la conexión con nuevas generaciones a las que les legó todo.

Crítica de "Las poetas visitan a Juana Bignozzi",  el valor de la palabra
domingo 18 de septiembre de 2022

Corrían los años noventa, Halfon entrevista a Bignozzi una tarde de un sábado. La poeta la recibe junto a Hugo Mariani, su marido, entre la admiración y la culpa de tener que decir que sí a aquello que la pareja les proponía, luego de beber una gaseosa y una cerveza se adentran en una entrevista particular.

A los días de publicada Bignozzi la llama a Halfon para agradecerle la nota y particularmente para destacarle un pasaje de la misma con el que se sintió profundamente conectada y homenajeada. Con el tiempo ese vínculo creció, se fortaleció, al punto que tras la muerte de la mujer la periodista y poeta se convirtió en la albacea de su obra.

Las poetas visitan a Juana Bignozzi desanda ese vínculo desde el vaciamiento de la casa de Bignozzi, y mientras el duelo y la ausencia completan aquello que la película no muestra, la palabra cobra más sentido por el exquisito y dinámico juego que Citarella y Halfon proponen en imágenes, pero revaloriza el valor de la palabra en todo sentido.

Palabra escrita, palabra dicha al viento, tomar la palabra para hablar y expresar ideas, decir las palabras de otros para resignificarlas, apalabrar hechos concretos, resignificar la palabra en tiempos en donde nadie cree en la palabra del otro.

Docuficción que transita con paso firme, con un pie en cada espacio, el desarrollo que una propuesta que trasciende la crónica, se acerca a la pesquisa y la investigación en su devenir, e inventa nuevas estructuras y que se adentra en el camino de la narración más pura, reinventando formas, imágenes y sonidos, que subvierte la clara intención de aquel documental más clásico asociado al homenaje y reposiciona la amistad como un valor clave para pararse políticamente en el mundo.

Con una rúbrica particular que caracteriza no ya sólo el cine de Citarella, sino, principalmente, la reconocible autoría de El Pampero, sumado al relato en off y la figura de Halfon, la película quita cualquier dejo de solemnidad y se propone como un homenaje lúdico sin caer en bronces ni lugares comunes.

Citarella y Halfon, delante y tras cámaras, son acompañadas por un grupo de mujeres (Ingrid Pokropek, Inés Duacastella), con las que avanzan en los espacios en los que el relato comienza a recuperar a Bignozzi desde la palabra, desde sus libros, desde los espacios de su casa, su pasión por los elefantes, su cuidadosa recepción a invitados, revelando por momentos el artificio y aparato cinematográfico para recordarnos que estamos ante una película y no la vida misma, lamentablemente.

8.0
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