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Crítica de "Paddleton", la deconstrucción de la amistad masculina según Mark Duplass y Ray Romano

Así como las relaciones familiares, la amistad también es una necesidad social que las personas deben cubrir para tener un soporte existencial que les haga la vida más llevadera, más agradable y llena de confianza. A veces los amigos, las amigas, son un receptáculo más confiable que el que pudiera ofrecer la familia en cuanto a compartir un problema.

Paddleton (2019) ofrece esa visión contemporánea de la relación amigable y auténtica entre dos hombres maduros que simplemente comparten lo que les gusta y lo que les inquieta. Se trata de una película independiente que aborda la historia de Andy, interpretado por el mismísimo Ray Romano (sí, el de Everybody loves Raymond), y su gran amigo Michael, encarnado por Mark Duplass (sí, el de los hermanos Duplass, quienes tienen su productora de películas independientes y también producen ésta).

Resulta que Michael tiene cáncer en el estómago y debe lidiar con eso hasta esperar la muerte. Su médico le ofrece una alternativa con ciertos fármacos, uno de los cuales le hará menos sufrible el último momento, o sea que le causará la eutanasia si decide terminar antes. Pero para poder surtir la receta debe trasladarse a una pintoresca ciudad en un viaje de seis horas por carretera y claro que Andy habrá de acompañarlo. Al llegar al hotel, la recepcionista Nancy (Dendrie Taylor) los confunde y cree que son pareja, lo cual los deja extrañados. En realidad, Michael y Andy son un poco raros, pero no son gays.

Michael es algo tímido y se la pasa viendo televisión en su apartamento, en tanto que Andy trabaja como archivista, es muy meticuloso con el uso del lenguaje y vive justo en el departamento de arriba. Ambos se reúnen para comer pizza casera y mirar muy a menudo la misma película de karatecas cuya trama, dice Andy en algún momento, no es sólo de combates marciales sino de una mayor espiritualidad entre los personajes, un maestro y su aprendiz, que terminan igualmente siendo grandes amigos.

Michael y Andy también ocupan su tiempo libre jugando “paddleton”, una especie de frontenis que ellos inventaron y que practican en una barda muy alta de un autocine abandonado; el mayor atractivo de este juego es el meter la pelota en un tinaco que ponen en medio de la “cancha”. El “paddleton” es algo así como la materialización del “charolastrismo” al que refiere Alfonso Cuarón en “Y tu mamá también”, sólo que en el caso de Andy y Michael el vínculo se aprecia con un sentimiento aún más profundo.

Es ésta la segunda película dirigida por Alexandre Lehmann (su primera fue Blue Jay, 2016) quien además escribió el guion en mancuerna con el mismo Mark Duplass. Una historia muy legítima y espontánea que se muestra sólida y sin cursilerías; un ejemplo de ello es cuando Nancy se le insinúa muy directamente a un apenado Andy en un jacuzzi y cuando éste rechaza a David (Kadeem Hardison), el farmacéutico, que en un bar del pueblo quiere entrar en confianza con Michael en cuestión de películas de karatecas.

Así, toda la cinta significó un reto interpretativo tanto para Duplass como para Romano que aquí abandona su cartabón como actor de comedia y se mete en el personaje de Andy, acompañando a su amigo en su enfermedad, tal como el alumno de artes marciales carga a su físicamente disminuido maestro. Es esta trama mitad road movie y mitad comedia/pieza (por su naturalidad) que visualmente se despliega mediante tomas con buena dosis de cinéma vérité y con dos actuaciones estupendas, sobre todo en la conclusión que estremece por su verismo.

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