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Crítica de "Nación asesina", las brujas de Salem volvieron entre las fake news y el linchamiento mediático

Sam Levinson combina el suspenso con el humor negro dando como resultado una película de extremos que se ama o se odia por igual. Las redes sociales, el culto a la imagen y el slut-shaming son los tópicos que mueven a esta reversión postmoderna del clásico "Las brujas de Salem".

domingo 25 de abril de 2021

La historia sucede en la ficticia ciudad de Salem, sumergida en un espiral de violencia después de que un hacker revelara los secretos más íntimos y vergonzosos de todos sus habitantes, quienes, con tal de encontrar al culpable o al menos a un chivo expiatorio, comienzan una sangrienta y brutal cacería. Cuatro amigas adolescentes que viven en los suburbios pasan a ser el foco de atención, tanto de los medios como de los vecinos, cuando una de ellas es acusada, sin ningún tipo de pruebas, de ser la que filtró la información.

Nación asesina (Assassination Nation,2018), una película que demuestra que los límites entre lo privado y lo público quedaron atrás, es una mordaz sátira, extrema y postmoderna, que realiza una descarnada crítica sobre como el alto índice de odio puede llevar fácilmente a la anarquía, donde hacer justicia por manos propias resulta la única opción ante la sucesiva ola de violencia encadenada que generan los medios de comunicación y las redes sociales. Pero lo interesante de Nación asesina es que no pretende tener un discurso moralizador en ningún sentido, ni tampoco concientizar. El objetivo es exponer la forma de actuar de las masas cada vez que la información privada y las fake news se vuelven viral. 

Levinson no desaprovecha ni un minuto para mover la cámara de la forma más creativa posible. El montaje es caótico y plantea varios puntos de vista a la vez partiendo la pantalla. Un dispositivo visual atractivo, pero que puede confundir al espectador y limitar la capacidad de atención. 

En Nación asesina las protagonistas, fiel a la época, no buscan el poder o el éxito individual, sino el empoderamiento colectivo, algo que queda más que claro en su brutal y descarnado enfrentamiento final. Una historia hábil e ingeniosa, condimentada con una estética cool, que crítica la hipocresía social, la utilización de las redes sociales como vehículo para la transmisión de falsa información, el individualismo y el patriarcado.

8.0
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