Crítica de "No matarás", thriller de David Victori con Mario Casas

Dani (Mario Casas) es el hijo y el empleado perfecto. Un hombre que puede pasarse su vida cuidando de los últimos días de su padre, o aquel compañero de trabajo que puede cambiarte, a último momento, un franco determinante para tu vida ociosa. No matarás (2020), de David Victori (El Pacto), profundiza en una noche de locura vivida por su personaje central.

El guion, del propio Victori junto a Jordi Vallejo y Clara Viola, se basa en una estructura clásica narrativa, en donde de un estadío primigenio de supuesta calma, tras revelarse el conflicto, se buscará la resolución del mismo para volver a esa “calma” inicial.Pero es 2020, y ante la profusión de historias que simulan una progresión dramática en tiempo casi real, No matarás decide errabundear por el género, reforzando ideas que dan dinamismo y vértigo al relato (cámara tras el personaje principal, música estridente para acompañar acciones) y que construyen, de a poco, la moralidad de los personajes que presenta.

Nada ni nadie es trigo limpio, ni Dani, ni su hermana (Elisabeth Larena) ni esa mujer que lo aborda en su cena en un restaurant (Milena Smith), quien desencadenará la peor de sus pesadillas, en vida, y en un momento inesperado.

Heredero de algunas decisiones estéticas de Gaspar Noé, y con mucho conocimiento sobre el thriller, el mayor acierto de una propuesta como la presentada, es no salir con muchos “rulos” dramáticos, apostando a la seguridad de una puesta y una propuesta que no sale de la media de este tipo de películas de género, y que aun en su linealidad, encontrará espectadores amantes del thriller.

Pero aún en su funcionalidad y pisar seguro sobre lo conocido, en la construcción de un universo propio y diferente, en su acompañar cuasi en plano secuencia a su personaje y en la apropiación de una banda sonora estridente para reforzar escenas, No matarás, propone, un entretenimiento liviano que permite una reflexión sobre la vida y la muerte.

“Si no vienes eres un aburrido”, le grita la joven tatuadora al protagonista, y en esa sola línea, que busca además explorar esa negación de ese hombre gris que cumple rutinas y horarios, y que tras fallecer su padre, a quien dedicaba todo el tiempo, lo único que tal vez cree que puede volverlo a la vida es una vuelta al mundo en avión, se pinta de cuerpo entero a una generación sin proyectos ni convicciones.

David Victori analiza, con una estética post punk, pero también retro, con el neón como fundamento pictórico, una sociedad vacía de conceptos que sólo encuentra en la deconstrucción moral de sus personajes, no la tienen, la posibilidad de continuar avanzando en un reguero de sangre y accidentes del que nada, ni nadie, podrá salir ileso.