Crítica de "Cheto Cheto", el cine tras las rejas de Fabio Zurita

Zurita brinda talleres de cine en diversos institutos de la provincia de Buenos Aires donde se encuentran detenidos jóvenes que cometieron delitos. Los mismos consisten en ver películas, comentarlas, escribir historias y también filmarlas. Pero fue en el Nuevo Dique, hoy Aráoz Alfaro, uno de los más complicados y donde van a parar aquellos con mayores problemas, donde encontró que los internos tenían un interés por el cine. Cheto Cheto (2019) registra las actividades del taller y se entrelaza con los cortos realizados por los alumnos que asistían al mismo.

Cheto Cheto muestra por un lado el backstage y por el otro las películas filmadas. Es decir, documenta el proceso del que participan los alumnos y después expone el trabajo final ficcionalizado con sus propias historias. Pero no lo hace de manera disgregada sino constituyendo un todo unificado donde los detenidos aprovechan el taller para expresar sus sentimientos y mostrarse sin ningún tipo de careta. Con sus defectos, pero también con sus virtudes. Con sus negros, blancos y grises. Hablando sobre porque caen, porque se levantan y también porque muchas veces no se les permite levantarse. La realidad se transforma en ficción a la hora de poner en práctica lo aprendido y la ficción del cine es la propia realidad.

En una de las escenas de la película uno de los chicos dice que el cine y la TV siempre muestran el lado feo de las cárceles y eso hace que la estigmatización sea aún mayor. Por suerte existen películas como Cheto Cheto que no solo muestran el lado oscuro de las cárceles (ni del corazón).