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Crítica de “Yannick”: la exigencia del espectador según Quentin Dupieux

La sátira del director de “Increíble pero cierto” nos sumerge en una situación inesperada: una toma de rehenes en un teatro desencadenada por el descontento de un espectador con la obra que está presenciando.

viernes 05 de abril de 2024

“Soy un empleado de seguridad, hice horas extras para estar aquí hoy, cambié mi turno con un compañero. Viajé 45 minutos en tren para llegar. Vine para distraerme y estoy más angustiado que cuando llegué". Estas son las palabras de Yannick (Raphaël Quenard), un espectador que menciona lo que muchos hemos pensado al presenciar un espectáculo, pero nunca nos atreveríamos a expresar en nuestro sano juicio: el justo reclamo por el entretenimiento prometido al pagar la entrada.

Con esta sátira, Quentin Dupieux nos muestra la tensión inherente al contrato social entre el público y los artistas: las expectativas generadas y las frustraciones vividas. La premisa evoca a la película El mercader de la muerte (Theatre of Blood, 1973) con Vincent Price a la inversa, en donde un actor decide vengarse literalmente de los críticos que denigran su trabajo.

Sin embargo, en Yannick (2023), la idea pierde fuerza frente al protagonismo del espectador enfadado, quien se convierte en un tirano ególatra que abusa de su posición de poder adquirida. Comienzan las intrigas entre los actores para escapar de la situación, discusiones entre los escasos espectadores presentes en la sala y los intentos de Yannick de reescribir la obra a su antojo. Los roles se invierten y la frontera entre el escenario y la sala se distorsiona.

Quentin Dupieux indaga en los egos y las vanidades de los artistas que los distancian del público, en esta película de potente premisa y desenlace irónico, que funciona como un chiste agridulce sobre los consumos culturales.

6.0
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