Crítica de "El perfume verde": Nicolas Pariser y una partitura de espionaje con humor y clase

La trama, centrada en el envenenamiento de un famoso actor francés en medio de una obra de teatro, desencadena una serie de eventos que llevan al espectador a través de París en bicicleta, trenes misteriosos y tiroteos en los pasillos de la Comisión Europea en Bruselas. Con un elenco encabezado por Vincent Lacoste y Sandrine Kiberlain, El perfume verde se desenvuelve entre cadáveres en armarios y teatros de Budapest.

El guion, ingeniosamente elaborado, juega con elementos clásicos del género de espionaje, introduciendo la figura de Martin, un amigo actor sospechoso del envenenamiento, perseguido implacablemente por una misteriosa organización llamada "El perfume verde". La narrativa logra tejer una intrincada red de vigilancia, desapariciones, agentes dobles y mensajes codificados, manteniendo una tensión constante que evita que el público despegue la vista de la pantalla.

Lo que hace destacar a El perfume verde es su habilidad para equilibrar los tintes humorísticos sin caer en la trampa de la parodia. Pariser logra articular una narrativa que, a pesar de sus giros cómicos, mantiene un núcleo serio y cautivante. La película no teme burlarse de los clichés del género, pero lo hace con elegancia y respeto por la tradición del espionaje cinematográfico.

Sin embargo, a medida que se desenvuelve la trama y se destapan giros bien orquestados, la película, aunque impecable en su construcción formal, se ve ligeramente atrapada en la rigidez de una misión típica, funcionando en piloto automático hasta su resolución.