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Crítica de “Los asesinos de la luna”, la nueva obra maestra de Martin Scorsese

El realizador de "Taxi Driver" (1976) junta a Leonardo DiCaprio y Robert De Niro, dos de sus actores fetiches, para una de sus películas más viscerales y de mayor crítica social.

lunes 08 de enero de 2024

Ni siquiera han pasado cinco minutos del inicio de Los asesinos de la luna (Killers of the flower moon, 2023) y la sagacidad de la historia se combina con un eléctrico montaje capaz de remontarnos a las escenas más enérgicas de Buenos muchachos (Goodfellas, 1990) o El lobo de Wall Street (The wolf of Wall Street, 2014). Scorsese decide exponer en pocos segundos el cambio de vida de los Osage, una tribu nativa americana que pasó, de la noche a la mañana, a ser poseedora de una riqueza petrolera incalculable. Un puñado de imágenes denota sus vivencias (choferes y sirvientes blancos, casas y negocios construidos con su dinero, una ciudad montada desde cero) y permite la contextualización de un panorama que peligrará ante la llegada de personas ajenas a la tribu. Los asesinos de la luna respira cine desde un principio.

Martin Scorsese realiza una obra dinámica, tensa, profunda, emocional, violenta, entretenida e inteligente. Podrían ser muchos adjetivos más, pero todo sería poco a la hora de querer describirla. Sus más de tres horas y veinte minutos de duración no son extensos. Cada fotograma luce como una pincelada colocada minuciosamente por el realizador. No hay escenas para descartar. La cinta muestra un equilibrio sensato a través de una narrativa construida a fuego lento en donde nada está de más, nada es abusivo. Estamos en presencia de una experiencia cinematográfica de tal tamaño que suele aparecer una vez cada tanto. O, mejor dicho, que suele aparecer cada vez que se estrena una película de Scorsese.

Leonardo DiCaprio adopta una tensión corporal y gestual, ya sea con el ceño fruncido o a raíz de una boca que recordará a Marlon Brando en El Padrino (The Godfather, 1972), que pocas veces hemos visto en él. Hace bastante que Leo se alejó de los roles de “carilindo”, pero acá se coloca en el otro extremo. No solo está irreconocible (dientes chuecos y manchados, y con los hombros caídos), sino que personifica a Ernest Burkhart, una especie de villano repleto de contradicciones y, por lo tanto, rico y complejo para interpretar.

Burkhart llega a las tierras de Oklahoma con el objetivo de trabajar junto a su tío, el verdadero malévolo del film, interpretado por un maravilloso Robert De Niro. Este ser poderoso, oscuro, dueño de casi todo el condado, arribó al lugar con un propósito: caerles bien a los lugareños, hacerles favores, manipularlos y quedarse con sus riquezas. Su plan comienza a ser efectivo a costo de sangre y Ernest será su carnada para conquistar a Mollie (Lily Gladstone en modo superlativo) y lograr así el jaque mate definitivo.

Basada en hechos reales, y adaptando el libro de David Grann, la película se centra en una serie de misteriosos asesinatos que ocurrieron en la década de 1920 en la comunidad Osage. Un entramado de corrupción, discriminación y conspiración se despliega de manera lúcida gracias a la pluma de Eric Roth, aquel guionista ganador del Oscar por Forrest Gump (1994), quien colabora por primera vez con Scorsese. La fotografía de Rodrigo Prieto (Barbie, El Irlandés, El lobo de Wall Street) vivifica este entramado repleto de muertes. El montaje ayuda a que la historia no presente saltos ni distracciones. La trama principal crece y cada historia accesoria tiene su resolución para hacer aún más poderoso ese arco narrativo central. Scorsese homenajea a una tribu que sufrió asesinatos, destratos y todo tipo de malicias con el código que él sabe manejar. ¿Una historia de mafia en Osage y en el siglo XX? Con claras reminiscencias a los grandes pilares de su filmografía, el director navega en aguas seguras, con los intérpretes que deseó, sin ningún tipo de límite (ni de presupuesto ni de duración) y con un equipo técnico de lujo.

Los asesinos de la luna no es un western, aunque tiene varios elementos que la pueden familiarizar con ese género. De ninguna manera es una cinta de terror, pero por la manera en la cual se construye esta masacre se la podría asociar con la brutalidad y desprejuicio de este tipo de películas. Por el modus operandi se la podría vincular dentro del género de la mafia, pero no podemos clasificarla de lleno allí y que comparta grupo con Buenos muchachos o El Padrino. Bien podría ser un drama criminal, pero no de manera absoluta. Esta ambigüedad demuestra lo inclasificable que es lo nuevo de Scorsese, definición que representa un elogio a su destreza, su vigorosidad y su maestría. Los asesinos de la luna respira cine hasta el final: es capaz de tener uno de los cierres más poéticos, sensibles y emocionales del siglo actual.

10.0
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