Crítica de "La contadora de películas", cuando el cine era la religión común

Esta adaptación cinematográfica, dirigida por la danesa Lone Sherfig y producida en colaboración entre España, Francia y Chile, nos lleva a un viaje en el tiempo y el espacio hasta el desierto de Atacama en la década de los sesenta del siglo pasado.

El guion está firmado por dos talentosos cineastas, Walter Salles, conocido por obras como Diarios de Motocicleta, y la aclamada Isabel Coixet. La trama nos sumerge en un pequeño pueblo minero de Chile, donde algunas películas llegan a cautivar a sus habitantes, aunque muchos de ellos no pueden permitirse verlas en la gran pantalla. En cambio, tienen que conformarse con que María Margarita, la hija de María Magnolia, les transmita las emociones y los momentos mágicos que ha experimentado en el cine local.

Este relato evoca recuerdos de Nostalgia de la luz, un documental de Patricio Guzmán que despierta el deseo de visitar el desierto de Atacama y contemplar sus noches estrelladas. La magia narrativa de la joven Margarita se convierte en un evento diurno y cada vez más concurrido, pero el sentimiento de nostalgia que emana de la película recuerda a la icónica Cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore.

La contadora de películas se destaca por el desempeño de sus dos actrices noveles, Sara Becker y Alondra Valenzuela, quienes dan vida a la protagonista en diferentes etapas de su vida. La película también cuenta con un elenco sólido que incluye a Berénice Bejo como la madre ausente, Antonio de la Torre como el padre y esposo, y Daniel Brühl como el responsable de las instalaciones mineras.

Esta película, que oscila entre la magia y el realismo, y a veces coquetea con lo banal, es una fábula amorosa hacia el cine, situada en una geografía austera y en una década que culminará con el golpe militar de Pinochet, aunque este momento histórico se muestre de manera tenue. La narrativa sigue la vida de María Margarita durante seis años adicionales, explorando sus vivencias en un contexto minero y andino.

Lone Sherfig, conocida por sus trabajos anteriores en el cine europeo, demuestra una vez más su capacidad para contar historias conmovedoras. A lo largo de la película, el público es testigo de secuencias de películas icónicas como El Apartamento y Espartaco, que forman parte de nuestro legado emocional. La contadora de películas se hace con la mejor de las intenciones para resaltar el valor del relato y la ficción en nuestras vidas, así como para fomentar la unión en una comunidad, en este caso, una comunidad minera en el desierto andino.