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Crítica de "La Caída de la Casa Usher", luces y sombras en la adaptación serial de Poe

a serie “La caída de la Casa Usher” (The Fall of the House of Usher, 2023) de Netflix (creada por Mike Flanagan), se basa -que no adapta- o, mejor dicho, se inspira, en los cuentos “La caída de la Casa de Usher”, “La máscara de la muerte roja”, “Los crímenes de la calle Morgue”, “El gato negro”, “Corazón delator”, “El escarabajo de oro”, “El pozo y el péndulo” y el poema “El cuervo”, de Edgar Allan Poe, mismos que dan título a los capítulos que la conforman.

Al mismo tiempo, toma los nombres, personajes o situaciones de otras de sus historias -Arthur Gordon Pym, Annabel Lee, Lenore, los dientes de “Berenice”, etc.- y renombra, recrea y traslada -corrección política incluida-, al Siglo XXI, las ideas seminales de las mismas, para enmarcarlos en una historia mayor, la del imperio farmacéutico e industrial de Roderick Usher y su obscena, como mal habida, fortuna. Todo aderezado con algunos poemas y frases de Poe que, a lo largo de los capítulos, los personajes recitan, o citan, en escenas íntimas.

Roderick Usher (Bruce Greenwood), magnate y propietario de la farmacéutica “Fortunato Industries” (nombre del personaje emparedado en el cuento “El barril de amontillado”), cuenta al detective de fraudes médicos, C. Auguste Dupin (Carl Lumbly), -protagonista de los cuentos Los crímenes de la calle Morgue (1841), que todos coinciden en catalogar como el primer relato policial de la historia, junto con “El misterio de Marie Rogêt” y “La carta robada”, que en la serie se trocó en afroamericano-, y quien siempre intentó, sin éxito, llevarlo como culpable a los tribunales, cómo es que llegó a ser el verdadero culpable de la muerte de sus seis perversos, prepotentes, adictos y bastardos hijos, procreados, cada uno, con distintas mujeres (lo que originó la diversidad racial que los identifica), y el motivo sobrenatural de cada uno de sus sangrientos fallecimientos. La serie cuenta todo aquello de lo cual Edgar Allan Poe prescindió -porque no era necesario-, en la narración original, es decir, el origen de la fortuna, y ascenso, de la decadente familia Usher.

 En esta telenovela moralista -a través de la cual asistimos a la muerte de cada uno de los hijos de Usher, castigados realmente por sus actos, todos como resultado del gran poder económico que sustentan-, el último culpable -y con él, Madeline (María McDonell), su hermana-, como creador de tan mala progenie, será quien sufra el castigo ejemplar.

Con ribetes siniestros y escenas gore -Próspero “Perry” Usher (Sauriyan Sapkota) verdadero príncipe adolescente, que se considera intocable, muere en una fiesta rave clandestina, celebrada en una planta abandonada, propiedad de la familia, bañado por los ácidos y otros químicos, producto de desechos prohibidos, escondidos por su padre en los tanques de agua-, se torna irregular, en su afán por trasladar a la pantalla el argumento de los cuentos de Poe --los correspondientes a “Crímenes en la calle Morgue”, “El gato negro” y “Goldbug”, son ridículos, “El pozo y el péndulo”, aburrido, aunque se levanta al final-, una tarea a la que, en su momento, Richard Matheson se hubo enfrentado cuando adaptara dichas historias, sumamente breves, para el Ciclo Poe de las películas de Roger Corman, de las cuales La máscara de la muerte roja (Masque of the Red Death, 1964), con el inigualable Vincent Price en el rol estelar, se erige en la mejor.

Dinero, droga y perversidad -elementos ya presentes en el “William Wilson”, de Poe, y “El retrato de Dorian Grey”, de Oscar Wilde-, confirman su atemporalidad en los devenires humanos -la culpa del protagonista de “Corazón delator”, se transfiere a Victorine LaFourcade (T’Nia Miller), la hija negra de Usher, médico experimental que ha creado un corazón artificial que escucha latir, insistentemente, antes de morir horriblemente, en un capítulo excepcional, así como el final, que entrecruza los elementos del viaje de “Arthur Gordon Pym”, a la Antártida, “El barril de amontillado” y “El cuervo”, como animal psicopompo,  y la broma macabra de hacer sonar “The Wall”, de Pink Floyd, cuando Rufus Griswold (Michael Trucco), el socio de los Usher es emparedado-, como también la temática universal de los cuentos de Poe, retomados -en esta serie que señala los crímenes inherentes a toda fortuna-, para los tiempos que corren.

5.0
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