Crítica de "Una pastelería en Notting Hill", una dulce pero predecible travesía gastronómica

La ópera prima de Eliza Schroeder sigue a Clarissa, quien, decidida a cumplir el sueño de su difunta madre de abrir una pastelería en Notting Hill, reúne a su excéntrica abuela Mimi y a la íntima amiga de su madre, Isabella.

La historia transita desde un melodrama inicial hacia una comedia gastronómica y, finalmente, culmina en un dramedy convencional. Sin embargo, a lo largo de esta evolución, se echa en falta una dosis de valentía y originalidad que hubiera permitido a la película destacarse en el género. Schroeder y el guionista Jake Brunger mantienen un enfoque seguro y predecible, evitando arriesgarse y adentrarse en un territorio más audaz y disruptivo.

Uno de los elementos interesantes es el elenco, encabezado por Shannon Tabert, Celia Imrie y Shelley Conn. Aunque las actuaciones son en su mayoría sólidas y convincentes, la trama no les brinda suficiente espacio para desarrollar sus personajes y y explorar sus motivaciones en profundidad. La dirección, aunque correcta, no se aventura en terrenos novedosos, y la estética no logra capturar la esencia vibrante de Notting Hill, limitándose a una presentación visual que se siente un tanto plana.

Una pastelería en Notting Hill es una película amable pero demasiado edulcorada y predecible. A pesar de las actuaciones loables de su elenco y de su giro interesante a mitad de la trama, no logra escapar de los tropos y clichés del género. Aunque cumple con su objetivo de entretener, carece de la audacia y la frescura necesarias para destacar en un mar de películas similares.