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Crítica de "30 días de noche", vampiros y apocalipsis bajo cero con Josh Hartnett
La película de terror está dirigida por David Slade y basada en la novela gráfica del mismo nombre escrita por Steve Niles y Ben Templesmith.
Como en El enigma del otro mundo (The Thing, John Carpenter, 1982), el terror se desata en un mundo rodeado de hielo. En este caso los vampiros que aparecen en Alaska primero atacan a los perros, luego a los celulares, más tarde a los medios de transporte, y así hasta terminar con todo. Estos “amigos” sistemáticos y lukeados (como si fueran parte de una novela de Anne Ricce), vienen para comerse a todo lo que se les cruce en su camino.
El film arranca potentemente con imágenes del hielo y un tono angustiante del rostro de Josh Hartnett (el sheriff del lugar) debatiéndose entre la lógica y la desesperación. Pero la sensualidad de su ex esposa y los infelices de siempre, logran que el film se devenga en pochoclero al máximo, de esos para ver con tu novia y poder abrazarla a cada rato.
30 días de noche logra plasmar la esencia visual de la novela gráfica en la pantalla, creando imágenes impactantes y sangrientas gracias al uso del contraste entre el blanco de la nieve y la oscuridad de la noche para resaltar la brutalidad de las escenas y acentuar la sensación de vulnerabilidad de los protagonistas.
El film dirigido por David Slade (Hard Candy, 2005) tuvo su paso fugaz por los cines de EE.UU. con resultados tan bochornosos que, en Argentina, salió directo al DVD. Además hay una secuela de 2010 y una versión anterior muy parecida pero de origen sueco, llamada Frosbitten (2006) que merece ser tenida en cuenta.
