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Crítica de "Pipa", Luisana Lopilato en un nuevo engendro para Netflix

La tercera entrega de la saga protagonizada por Luisana Lopilato y basada en el personaje creado por Florencia Etcheves, no solo reconfirma las limitaciones actorales de la actriz de “Casados con hijos” sino también la carencia de recursos artísticos para resolver un conflicto que parece creado por un algoritmo.

viernes 29 de julio de 2022

La historia de Pipa (2022) se centra en el personaje de Manuela “Pipa” Pelari, ahora una ex policía, con un hijo preadolescente llamado Tobías, que se mudó hace 10 años al norte argentino, más precisamente a La Quebrada, un lugar atravesado por una disputa territorial entre terratenientes y pueblos originarios que reclaman por sus tierras. Una subtrama para edulcorar la banalidad y chatura narrativa con un poco de drama social actual. Pero en realidad, aquello que desata el conflicto, es la sospechosa muerte de una joven de 17 años luego de una fiesta en casa de una de las familias más poderosas del lugar y que de manera indirecta termina involucrando a Pipa en la resolución de un caso que no se priva de incesto entre hermanos, corrupción política, cortes de rutas, abuso de autoridad, líderes indígenas detenidos ilegalmente, torturas, homo y xenofobia y Pipa en plena disputa con un pasado traumático que busca olvidar, pero que el contexto no se lo permite.  

Dirigida por Alejandro Montiel (Perdida, 2018, La corazonada, 2020), y coescrita junta a Mili Roque Pitt y Florencia Etcheves, Pipa es una ensalada rusa de tópicos que no conducen a ningún lado y que para resolverlos apela a una serie de recursos narrativos y estéticos de una previsibilidad tan elocuente que el factor sorpresa no existe. El entramado policial, una imitación barata del cine policial indie norteamericano de autor, que deambula entre el neo western y la crisis personal que invade al personaje central, como sucedía en la extraordinaria Mare of Easttown (2021), deriva en una sucesión de lugares comunes, producto de cierta vagancia narrativa y un estilo más preocupado en la copia que en la creación personal.

El paisaje, por cierto, maravilloso, adquiere mayor relevancia gracias al trabajo fotográfico de Guillermo Nieto, pero nunca termina de encajar dentro del engranaje narrativo, sino que es utilizado como un elemento decorativo superficial, algunas veces para justificar conflictos de segunda línea y no como algo necesario dentro de la historia misma. Si visualmente resulta impecable es gracias a un equipo de profesionales técnicos que hizo bien su trabajo, pero que lamentablemente se termina diluyendo frente a las carencias de un equipo creativo que le presta más atención a un algoritmo que a lo artístico. 

Protagonizada por una inexpresiva Luisana Lopilato, junto a Mauricio Paniagua, Inés Estévez, Ariel Staltari, Paulina García, Malena Narvay, Aquiles Casabella, Benjamín Del Cerro y el diseñador Santiago Artemis, Pipa no es una buena película, ni se interesa en serlo, aunque para ser justos hay que decir que sus antecesoras eran peores, no está bien actuada, exceptuando algunos secundarios que ni siquiera aparecen en los títulos, y los diálogos, recitados como en una obra colegial, dan más pena que risa. Cuando se prioriza el algoritmo y se descuida lo artístico el resultado no puede ser otra cosa que un engendro como Pipa. Y Netflix no se priva de nada para que así sea.

2.0
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