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Crítica de "Noche de Fuego" y el brillante paso de Tatiana Huezo a la ficción

Tatiana Hueso, excelente directora de cine documental, con talento y mirada aguda en “El lugar más pequeño” (2011) y en especial en “Tempestad” (2016), se sumerge en el mundo de la ficción con la adaptación libre de la novela “Prayers for the Stolen” (“Ladydi” : título en España) de Jennifer Clement.

En Noche de fuego (2021), presentada en la Selección oficial Un Cierta Mirada, la trama se sitúa en un poblado de México, asolado por el narcotráfico y la violencia contra las mujeres. Como lo precisa Tatiana, se trata de un «poblado en que los niños viven en contraste con el mundo mágico y entrañable de la infancia». Se habla de estas niñas como «las niñas de la montaña». Tres niñas, tres amigas convierten las casas abandonadas por los desplazados en su terreno de juego. Se visten de mujeres lejos de las miradas ajenas y encuentran refugio en escondites (bajo tierra).

Sus madres las entrenan para huir de la muerte y para escapar de aquellos que las convertirían en esclavas. En este pueblito es peligroso crecer siendo mujer. Ana es una de estas tres niñas, su madre le ordena cortarse los cabellos y vestir como niño. También ha hecho un hueco donde la niñita se esconde cuando llegan los narcos o los militares, pues temen tanto de unos como de otros. Hemos visto una situación de este tipo en «La Civil» de Teodora Ana Mihai. Escondida así, Ana tendrá más posibilidad de escapar al peligro, al menos en teoría.

A pesar de todo, poner en escena este ambiente violento no es el propósito de la directora. Noche de fuego no es un film de narcos, ni de glorificación de la violencia, que nos llega a través de la mirada de tres niñas (Ana y sus amigas) y de las tres, adolescentes. Esta diferencia de temporalidad permite el viaje del universo mágico de la niñez a la dura realidad de ser adolescentes.

Y de hecho Noche de Fuego no insiste en la violencia sino en la personalidad de la joven Ana. Una joven rebelde a su vez, alguien para quien jugar como niña con sus amigas es tan importante que sobrevivir, una persona muy inteligente y que quiere poder decidir su futuro. En la escuela se valora mucho (gracias a un maestro) su sentido de la dignidad, de su fuerza como niña nacida en un universo rodeado por montañas. De tal suerte, Ana toma consciencia de su feminidad como de su cuerpo de mujer en desarrollo. Ana tiene una idea de lo que pudiera ser su futuro, algo mejor que dará sentido a sus planes. Quiere ir más allá de la sobrevivencia, no se contenta de ir por los mismos caminos que los de su madre. Desea salir del pueblo y de la especie de trampa que ofrece a los campesinos como futuro.

Este aspecto de la película se apoya mucho en  imágenes metafóricas ligadas a la relación con la naturaleza del mundo campesino, tanto adultos como niños. El tono mágico de estos montes se manifiesta tanto en las luces del amanecer como de los atardeceres. La luz, escogida por Tatiana Huezo, permite acompañar a Ana y a sus compañeras, en términos de emociones. Los sonidos de la montaña parecen aves que vuelan y dan serenidad al paisaje, incluso cuando los tiroteos matan a toda emoción que no sean las del miedo y la zozobra.

9.0
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